“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”. Antoine Saint-Exupéry (El Principito)

La terrible noticia de la muerte de la niña Yanesy ha causado indignación y dolor en todos los dominicanos, quienes han alzado la voz y han compartido su malestar y preocupación en los diferentes medios. El caso ha sido analizado desde diferentes perspectivas, criticando nuestro sistema, nuestras leyes, la falta de seguimiento y de consecuencias a los menores responsables de tan atroz hecho. En este artículo abordo mi preocupación sobre la niñez.

Yanesy era una niña de cuatro años. Un niño o una niña es una persona que se encuentra en la etapa que abarca desde el nacimiento hasta los doce años. La misma tiene unas características propias, diferentes a las de un adulto. Y sin embrago, muchos no comprenden esto y exponen a los pequeños a experiencias y situaciones que no son apropiadas y que pueden tener consecuencias negativas para su sano desarrollo. A ellos mismos, en la mayoría de los casos, les robaron su infancia por las condiciones socioeconómicas y culturales en que crecieron. Se repite así el patrón de crianza con los mismos resultados de generación en generación.

Un niño es un ser humano en crecimiento que se encuentra en proceso de formación y que todavía no tiene la capacidad de valerse por sí mismo, aunque parezca que sí. Necesita el cuidado y atención del adulto para sobrevivir, desarrollar su potencial y poder ser completamente autónomo e independiente. Su pensamiento en los primeros años es concreto, no tiene la capacidad de razonar ni de tomar decisiones que impliquen la lógica, sobre todo en eventos que impliquen peligro o demanden su estado de alerta. Durante los primeros años se están llevando a cabo millones de conexiones cerebrales mientras interactúa con su medio y con los que le rodean, aprendiendo de cada experiencia de forma impresionante.

Lo primero que deben defender y garantizar el Estado y los adultos responsables de un niño pequeño son sus derechos. “La familia es la responsable en primer término, de asegurar a los niños, niñas y adolescentes el ejercicio y disfrute pleno y efectivo de sus derechos fundamentales”. Pero si no los conoce, no podrá hacerlo. Es urgente que eduquemos con un enfoque de derechos a niños, jóvenes y adultos y se creen las condiciones para que cada niño viva su infancia plenamente. Esto incluye que sean alimentados, protegidos, tengan espacios adecuados, que puedan jugar, opinar, tener un hogar y recibir educación.

Es urgente que padres y educadores conozcan las etapas de desarrollo y las características de cada edad de los niños para no exigir tareas y responsabilidades para las cuales no están preparados, añadiéndole a esto que cada uno de manera individual, dentro de su etapa, tiene un ritmo distinto que también debe ser respetado.  De esta forma se podrá responder de manera justa a sus necesidades e intereses. Es preocupante ver niños asumiendo roles que no les corresponden, vistiéndose como pequeños adultos, participando en actividades no adecuadas o exponiéndose a contenido inapropiado. Lo peor es que esto esté normalizado.

Lo anterior suena como una fantasía ante tantas necesidades y en un contexto tan difícil como el nuestro. Pero hay que prestar atención a los primeros años y actuar para asegurar y velar por la integridad física, mental y emocional de cada niño dominicano. Pensando a futuro, los niños que educamos hoy son los adultos que luego tomarán las decisiones en nombre nuestro y, llegado ese momento, es completamente irreal quejarnos por “esa juventud” que nosotros mismos nos encargamos de educar. Niños sanos y felices serán adultos sanos.