En el umbral de una graduación universitaria, como sucedía dos o tres veces por año, aparecía Leo Javier con su fanfarria sonante en vanguardia previo a la instalación del protocolo oficial de las autoridades con fines de entregar los títulos a los graduandos; personaje que este 14 de Junio, se nos fue repentinamente por un infarto fulminante al corazón que no soporto su pecho erguido de tanta brega y trabajo con amor a su Universidad Pública y sus muchachos.

Veíase caminar en dirección a la Plaza Caamaño, lugar de las graduaciones multitudinarias con sus jóvenes músicos con instrumentos en altos a desafiar el calor, los acordes y el bullicio alegre de familiares y estudiantes que decían adiós a los Grados.

Leovigildo Javier, de estatura baja, moreno, un tanto desaliñado como ironía a la vanidad y a la grandilocuencia, perteneciente a una época histórica que va desapareciendo en el tiempo por sus añejos días con pantalones anchos, de andar melodioso y pausado como buen músico, no lo conocía la gran prensa y quizás el gran público.

Sin embargo, la familia universitaria se volcó con su Consejo Universitario a la Funeraria y le dijo el último adiós, como a cualquier supuesto ilustre o millonario que se va al otro mundo.  Un hijo de San Cristóbal, que residió  por años en la Capital, permanentemente entregado a su oficio y faena; con porte de campesino, de sabiduría que sorprendía a quien se le acercaba a conversar, y de inmediato la emprendía con interrogantes que nos paralizaba.

En Leo se retrata la juventud humilde y de ambiente rural que vienen a estudiar con sacrificio de la escasa economía familiar como un modelo a seguir en búsqueda de un destino mejor y de superación que ampara la Uasd con sus virtudes y defectos; aunque los poderosos de algunas Universidades Privadas, que no se sabe donde van a parar sus ganancias ni rinden cuentas al Estado, tiren todos los dardos venenosos en contra la Universidad Pública cuando se producen hechos de protestas no correctamente manejadas o con disturbios inadecuados.

Lo conocí en los años 60 finales cuando la lucha del Medio Millón por un mayor presupuesto ( lucha por el Medio Millón presupuestario), militando en el FUSD, con criterio siempre sopesado y de preguntas críticas en sus labios, buscando la " quinta pata al gato" con modestia y respeto a los demás.

Su talento oculto por su discreción y al parecer introvertido, que no lo era para sus amigos y relacionados, se desbordaba cuando él así lo entendía con fluidez y diversidad de temas, como el que más. Leovigildo Javier era poseedor de varias Maestrías entre las se cuentan Metodología de la Investigación, Historia de los Pueblos del Caribe, Ingeniería Química y Estudios de Música y profesor de la misma, en las respectivas Facultades de Humanidades y  Artes. Acompañado de la función que le apasionaba con fervor inusitado: su Banda de Música en la Uasd, amén de profesor de Bellas Artes. Un talento polifacético se nos va a la vida eterna, unido su perfil a una sencillez insólita y sobrecogedora. En paz descanse , amigo.