América Latina tiene la tasa de homicidio de jóvenes y adolescentes varones más altas del mundo. Los niños salvados de las enfermedades y de la desnutrición son los que luego mueren asesinados siendo adolescentes. Un estudio de UNICEF y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, América Latina y el Caribe concluía que en América Latina se presentaba la tasa de homicidios de niños y adolescentes más altas del mundo. La violencia se ha estado convirtiendo en muchos países de américa Latina en la principal causa de muerte de niños y adolescentes varones, por encima de los accidentes de tránsito que es la segunda causa.  

En el 2012, en América Latina, murieron a causa de la violencia 25,400 jóvenes, más que en cualquier otro continente. Mueren en los países de Latinoamérica más jóvenes que lo que mueren en países que están en situación de guerra. En ese año, 2012, el homicidio fue la principal causa de muerte en los varones de 10 a 19 años.     

En el 2015, de cada siete muertos en el mundo a causa de violencia uno era un joven latinoamericano, entre 15 y 29 años de edad. Todos estos datos están en los diarios digitales del mundo, en los sitios web de organismos internacionales y de las ONG, y son fácil de buscar. Por cada 8 niños que mueren por homicidios, muere una niña por la misma causa en la parte sur continente. La Tasa de homicidios entre niños y adolescentes varones, de 10 a 19 años, en el año 2012, era de un 38 por 100,000, mientras que en las niñas era de 5.1 por 100,000. En Latinoamérica vive menos del 10% de los jóvenes del mundo, pero casi la mitad de los homicidios entre adolescentes ocurrieron en esa región, lugar donde están los cinco países con mayores tasas de homicidios de adolescentes varones.

Si uno se dedica a leer los diarios digitales o no, ver la televisión o escuchar la radio la única violencia que al parecer existe es la violencia de género, es la violencia unilateral en parejas, la del hombre.  Ahora se reivindica la igualdad, pero sólo se entiende cuando se persigue que las mujeres sean iguales a los hombres o estos menos que ellas, en derechos se dice. Se dice también que el hombre mata a las mujeres porque las odias, de misoginia se habla. Es todo un discurso en contra de la masculinidad definida como estereotipada, que se quieren borrar para crear otra prefijada de hombres defectuosos que no enamoran a las mujeres, no escriben poemas para no ofenderlas ni pueden mirarlas frente a la certeza que pueden caer presos. Los resultados demográficos de las políticas de género están dejando el mundo vacío como sucede en Europa.

Todo se deconstruye y se vuelve a construir y no enfrascamos en el debate semántico de los significados y los conceptos, porque nada es como antes o como lo es hoy o lo será en el futuro estamos la certeza de lo incierto, todo es líquido o movedizo como reiteraba un conocido autor. Ahora es el lenguaje, y ser hombre o mujer es una construcción social. En las universidades se prohíben obras como “El dialogo de la vagina”, porque hay mujeres que no tienen vaginas que se pueden sentir ofendidas.  Mujeres y hombres se quedan sólo y la convivencia se hace difícil cuando muchas feministas gritan que es una guerra.

El primer mandamiento femenino de la diosa Simone de Beauvoir, muertas como todos los mortales y llena de incongruentes desatinos, es que “la mujer no nace, se hace”.  Frase de una impostura intelectual digna de examen psiquiátrico. Ser hombre se asume también como otra hechura y un concepto legal y en tal condición, que según el discurso dominante, debe dar vergüenza ser hombre. La masculinidad se quiere moldear desde la niñez o redefinirse legalmente como quiso hacerse en un proyecto de ley en contra de la violencia de género que redefinía los conceptos de hombre y mujer para que aquel que sin ser hombre o mujer biológicamente pudiera serlo sólo con creérselo vehementemente y castigar con penas desiguales al hombre que agrediera aquel que se creía mujer, que como tal podía entrar a los baños de las niñas siendo niño y a los baños de las mujeres siendo hombre,

Las muertes de los adolescentes varones, en las que este país no representa una excepción, no se discuten ni es tema de los medios, donde se reseñan récord de muertes de varones jóvenes en intercambios de disparos policiacos, con notas circunstanciales de que los récords están para romperse. Todo se opaca con los discursos y los dramas de las mujeres muertas en cualquier condición que pueda calificarse como feminicidio como un concepto lato y adaptable al contexto del discurso.

El tema de las mujeres asesinadas por hombres, independientemente que sea en parejas o no, y las circunstancias, se magnifican para ignorar las muertes de los otros. Si todas las mujeres muertas asesinadas por hombres que son o han sido sus parejas, que apenas llegan, en el país, a 200 en un año máximo, fueran 500, en un año, la tasa de homicidio fuese de 4.1 por cada 100,000, incomparable con la tasa de jóvenes varones asesinados. Si quieren ver la muerte como un problema estadístico y no como un asunto humano donde todas las muertes importan.  

Se ha establecido en los ámbitos feministas de los organismos internacionales que una mujer al lado de un hombre está en peligro de muerte, el corolario de esto es cada mujer que esté al lado de un hombre como pareja o cualquier condición debe alejarse de ese monstruo misógino por naturaleza y violador contumaz congénito.

Se habla del papel de la mujer en el cuidado de personas, particularmente los hijos, se dice que es un trabajo que debe ser pagado, promoviendo la máxima realización del capitalismo de que todo se compra y se vende, hasta los afectos y cuidados de las madres y los servicios que se dan dentro de un núcleo que quiere ser destruido como la familia, de lo que se deriva que bañarse y estregarse asimismo debe tener un valor o por lo menos un costo de oportunidad, que debe ser pagado, aunque no se sabe dónde puede ser cobrado.

Si el cuidado de un niño por una madre debe ser pagado es porque niño no es de ella, es de alguien, al parecer ser el Estado lo que parece ser un ideal progresista. Los niños no pertenecen a las madres ni los padres dentro de una familia o fuera de ella, sino que son parte de un colectivo estatal que lo pone al cuidado de la madre y por lo tanto debe pagar por eso. Dicen que es un servicio que prestan las mujeres que debe ser reconocido, pero no con discursos de madre abnegadas e himnos baratos como el de Trina de Moya, sino en termino monetarios, como parte del producto interno bruto. Así el niño puede ser cualquier cosa o tener el género que mejor parezca y se pueden producir en serie, in vitro o cambiar de sexo, explicado con la inefable realidad socialmente construida.

A la construcción de una masculinidad fragmentada nos lleva la llamada Ordenanza Departamental No. 33-2019, mediante la cual se establece como prioridad el diseño e implementación de política de género en el Ministerio de Educación.  Hacer política es formular instrumentos para alcanzar unos fines. Política son las acciones para lograr esos fines, y en este caso se diseñan política de género, no políticas educativas. Se persigue usar el sistema educativo para crear una nueva relación entre los géneros que llegan en un mal conteo a 37, y no entre hombre y mujer, que son menos, porque la idea es que mujer es cualquiera que se lo crea y hombre es cualquier zángano que lo alegue. Se pretende cambiar el imaginario colectivo y deconstruir los estereotipos de género, masculinos y femeninos, que perpetúan las desigualdades entre hombres y mujeres, eso dicen perseguir con las políticas de género lo que se supone educan niños, crear una masculinidad defectuosa sin saber escribir la palabra deconstruir ni establecer bien el encabezado de su ordenanza, que es el reglamento propio de los ayuntamientos. Tendrán escuelas llena de niñas, porque los niños y adolescentes serán jóvenes muertos por la violencia callejera que los mata, que se ignora y a nadie le importa porque al fin y al cabo habrá menos hombres..