Últimamente, se está posicionando en el país que se necesitan gerentes para administrar el Estado y que ya basta de políticos. Es una tendencia, la del modelo de político-gerente, que hace algunos años entró con fuerza en nuestra región latinoamericana. En 2015, a partir del imaginario del político-gerente, el multimillonario Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales en Argentina. Hoy, cuatro años después, la economía argentina está totalmente quebrada y más endeudada que nunca. Así, se espera que Macri pierda abrumadoramente la elección del 27 de octubre frente al peronismo de izquierda. Algo parecido sucede con Sebastián Piñera en Chile, otro multimillonario devenido en político, que mantiene la economía chilena con indicadores mediocres y ha exacerbado la conflictividad social. Su popularidad actualmente está en el piso. Ahí vemos dos políticos-gerentes completamente fracasados. Quienes llegaron al poder anunciando que, ellos empresarios que sabían gerenciar, iban a salvar sus países creando riqueza y futuro. Hoy, en Argentina y Chile, ya son el pasado.

República Dominicana es un país culturalmente atrasado, con niveles de ignorancia y carencia de educación formal altísimos. Que mantiene un mediocre sistema de educación anclado en paradigmas disciplinares antiguos que no se corresponden con el mundo del siglo XXI. De ese sistema es que sale esa masa profundamente ignorante, sin capacidad crítica y dócil que los partidos políticos manipulan con clientelismo, promesas vacías de “progreso” y compra de votos a razón de 500 pesos. Así, lo que en otros lugares ya está desfasado a nosotros nos llega como algo "nuevo". Por ejemplo, esa falacia de que la política se trata de gerencia. Algo tan falso como tan superficial.

En el pueblo dominicano se verifica una mezcla que es fatal: una masa pobre y conservadora. Muy poco proclive al cambio y a las rupturas, en tanto construye su sentido común desde entendidos muy básicos. Se ve en las redes sociales donde el dominicano promedio es escandalosamente simplista en sus juicios. Lo que hay, pues, de fondo ahí es una población formada bajo esquemas educativos reproductores de dogmas y verdades fijas muy lejos de la criticidad, creatividad e innovación que un mundo tan complejo como el actual exige. Las complejidades actuales, en una humanidad atravesada por innumerables desafíos, que van desde la crisis ecológica que pone en cuestión el modelo de desarrollo capitalista del crecimiento-consumo, hasta la irrupción de tecnologías nunca antes vistas, llama a otras formas de educar.

Es muy llamativo lo conservador que es el dominicano promedio. El híper pragmatismo que orienta su visión del mundo; con su lógica de resolver aquí y ahora. Es difícil construir alternativas de rupturas frente a una población de ese tipo. Y es una contradicción en sí una población pobre y conservadora, pues el pobre es pobre en el mundo que hay y, por tanto, para que supere esa situación se debe cambiar ese mundo. Sin embargo, el pobre dominicano quiere que ese mundo siga, y, peor aún, lo reproduce y defiende. Porque eso es lo que hay “y las cosas son así”. Al mismo tiempo, es un pobre, como dijimos, pragmático. La pragmática de la política dominicana, donde no existen ideologías ni narrativas, y todo es táctica sin diferencias de fondo, no se da en un vacío. Esto es, más bien surge de un contexto social y cultural concreto que está dado en esa población pobre (material y en términos de capital cultural) y conservadora. El híper pragmatismo dominicano tiene unas bases que descansan, en gran medida, en su sistema educativo. Y ese sistema educativo caduco y mediocre tiene que ver, su permanencia y reproducción, con que las élites que lo crearon y siguen administrando son parte del sector privilegiado dominicano que no tiene interés en que lo fundamental en el país cambie. Puesto que si cambia, es decir, si formamos una población más crítica y autónoma, sus privilegios se verán amenazados. Entretanto, esos privilegios dependen de la continuidad de unas relaciones de poder en las que ellos manden y se hagan ricos sin que haya capacidad social de cuestionarles y disputarles.

El dominicano pobre y conservador es, pues, parte de un diseño social muy claro; que precisa una masa que legitime y reproduzca lo que hay como un inevitable. En esa lógica, quien propone cambiar las cosas e ir más allá de lo establecido, está fuera de la normalidad, no dice “la verdad” y carece de legitimidad. Legítimo son los millonarios, comunicadores y políticos del sistema que hablan de lo que hay y fijan la agenda nacional con sus “verdades”. Las cuales, asimismo, reproducen lo que ya está; lo inevitable.

Así, el pobre conservador vive en una jaula cercada por ese inevitable. Con una realidad que se la definen otros que en la estructura social viven en el privilegio gracias a que él malvive abajo. De ahí, el “dame lo mío” que es el estado mental que preside al dominicano que el día de las elecciones va por sus 500 pesos. Y, si en el fondo, tanto gobierno como oposición son lo mismo, pues no hay diferencias ideológicas ni proponen rupturas con el modelo existente, el implícito de ese dominicano pragmático es que gane quien gane será igual, y entonces lo importante es sacar algo. Porque para ese sujeto la vida se trata de un sentido muy básico de siempre “sacar algo”. Lo central es que cada quien “haga su cualto”. Así piensa nuestra mayoría que decide con su voto quienes nos gobiernan. Y que sostiene el modelo existente.

En términos aspiracionales, esa masa pobre, conservadora y pragmática, se proyecta en el imaginario que lo imponen los medios de comunicación a través de la publicidad. Un imaginario en el que el ideal de “persona realizada” ahora es el empresario y/o emprendedor. El que tiene su empresa y “progresa”. En ese marco, el político del pasado es aquel que “vende” política, mientras que el del futuro es el que vende gerencia. El que la gente ve y aspira a ser como él: emprendedor y “buen gerente” que hizo su dinero. El paradigma gerencial sin impuso como un nuevo inevitable. Es lo que hay. De ahí viene el giro que ha dado la política dominicana, sobre todo entre la población joven, hacia el paradigma gerencial.

Vemos, pues, a modo de conclusión, que la política dominicana va transitando de lo conservador a lo ultra-conservador. Porque qué idea más cerrada, fija y conservadora que esa de creer que la política y el Estado no se trata de ideologías sino de gerencia. Pensar así es ver el mundo desde una mirada de muy poco alcance. Sobre todo, porque si hay una época que exige pensar, ideas y modelos nuevos, es decir, que exige política, es la actual. Un mundo tan complejo donde esa lógica gerencial de emprendedores queda no solo como algo muy limitado, sino que como una total falacia. El mundo del siglo XXI precisa re-pensar, crear nuevos marcos y romper viejos inevitables. No sirven las ideas únicas como la del político-gerente y la del Estado gestionado como empresa. Un pobre que solo quiere ser emprendedor, es un pobre encerrado en el falso inevitable que le impusieron. Es decir, es un pobre que, creyendo que vive en la máxima realidad, en lo puramente pragmático, está en lo falso en sí.

No todos vamos a ser emprendedores-gerentes. Es imposible y no es lo que necesita ninguna sociedad. Lo que sí requiere toda sociedad es que pensemos, que tengamos ideas y que podamos crear cosas diferentes. Es decir, que podamos vislumbrar otros mundos que quepan en este mundo. Donde lo empresarial-gerencial exista pero con otras cosas. La política debe reflejar eso. Necesitamos cambiar esta sociedad de pobres conservadores.