En muchas ocasiones hemos escuchado el término “paraíso fiscal”, esto hace referencia a territorios o Estados que ofrecen especiales beneficios tributarios para empresas y personas no residentes en dicho espacio. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, (OCDE), ha establecido cuatro reglas primordiales para identificar un paraíso fiscal:

  • Impuestos muy bajos o inexistentes.
  • Falta de transparencia en las cuentas.
  • Práctica administrativa que no favorece o no permite el intercambio de información entre organizaciones.
  • Aprobación a los no residentes de beneficiarse de las bajas tasas impositivas a pesar de que no realicen inversiones reales en el lugar.

Algo similar sucede en la República Dominicana, pero en el orden profesional y en cuanto a las exigencias a ciudadanos de otras naciones, pero con la salvedad de que se aplica también a residentes en nuestro país, claro está, de esta regla se excluyen a haitianos y chinos.

Cada vez es más común ver a extranjeros en posiciones de trabajo en la República Dominicana. Basta con que digan que son tal cosas y que ocuparon tal puesto, para caer tendidos a los pies de éstos. No se les exige ninguna certificación que avale lo que dicen ser. Los pocos que presentan alguna documentación es dada por veraz y hasta existen casos en donde se presentan certificaciones y diplomas en otros idiomas, sin exigírseles traducción al español y sin apostillar.

La falta de comunicación y transparencia interinstitucional, conjuntamente con la ineficacia de los encargados de departamentos, sumándose el “complejo de Guacanagarix” que sufrimos los dominicanos, dificulta la verificación de datos y por ende, el mal persiste hasta que llegan a posiciones gerenciales y principales.

Me pregunto qué pasaría si se comenzara a analizar y verificar cada documento que se ha entregado. Traducir y llamar a las instituciones en donde dicen estudiaron. ¿Qué sentirían las personas encargadas, directores, cabezas de departamento?¿Tristeza, vergüenza o rabia?

Tristeza, porque fueron engañados en su buena fe y dieron crédito a personas que se vieron obligadas a venir y dejar todo por problemas políticos, según ellos. Vergüenza, porque no hicieron su trabajo de verificar la información suministrada por una persona que no conocían. O rabia, por haber contribuido a una mentira y aupar a una persona que carecía de una carrera exitosa como planteaba o presentó títulos falsificados y quitó la oportunidad a otra persona de aquí, que con mucho esfuerzo estudió, trabajó y no se creyó en ella.

Ya está bueno de creer que lo que viene de fuera es mejor y no se les exija o se les acepte documentación sin comprobación. Darles beneficios y dádivas sin justificación alguna. Y sobre todo otorgarle poder de decisión de quién o quiénes pueden realizar una función, porque así como sus vidas académicas y profesionales son una mentira, son sus argumentos en toda su vida.