Para el estudio histórico de la policía dominicana se hace necesario dividirlo en tres períodos:
Período antes de Trujillo, cuando los policías eran municipales y dependían de los ayuntamientos o alcaldías y gobernaciones, que a mi entender, la policía se manejaba más acorde a las necesidades de la ciudadanía, pues estaban asignadas al servicio de la gente, es decir, que era menos politizada. Además los policías se conocían y eran cercanos a sus comunidades donde prestaban servicios.
A lo largo de nuestra vida constitucional o republicana, las Fuerzas Armadas y los cuerpos de Policía han sido utilizados para servicio del poder político y sus aliados o asociados; aunque siempre se nos ha vendido que todos nuestros males, en cuanto a represión y abusos de poder, son herencia del trujillismo.
Lo cierto es que mucho antes, desde el principio de nuestra República lo hicieron: Pedro Santana, Buena Ventura Báez, Ulises Heureaux (Lilis) y el General Ramón Cáceres; autoritario, entreguista, corrupto; quien tenía su propio ejército para perseguir y reprimir opositores a su régimen, con la famosa Guardia de Mon, responsable de las Convenciones Dominico-Americana de 1905 y 1907 que hipotecaron nuestro estado; deudas que provocaron la ocupación Norteamericana de 1916 con la justificación de cobrar lo adeudado, incautando las aduanas e interrumpiendo nuestra independencia y soberanía.
El segundo período nace en lo primeros años de la dictadura de Trujillo en el año 1936, donde se funden todos los cuerpos de policías municipales y locales en un solo cuerpo llamado Policía Nacional que es la que permanece hasta hoy día; la misma fue creada con el objetivo de servir únicamente a los intereses de su régimen y sus aliados, así como perseguir y reprimir a todos los que se oponían a su mandato, atemorizando y creando el terror.
Es en este proceso despótico cuando, se politiza el cuerpo policial, dándole la espalda a su esencia de servir a la ciudadanía. Esta politización de los cuerpos armados, tanto de las FFAA como de la PN llevados a cabo por Trujillo, los hace perder su naturaleza de proteger a los ciudadanos actuando como policía política al servicio de los intereses de dicha dictadura, lo que por vía consecuencia da paso al control de la delincuencia común; resultado que indirectamente provoca el control político absoluto de los gobiernos dictatoriales e intolerantes a todo lo que desafía ese orden establecido.
El tercer periodo pos Trujillo, luego de la muerte del mismo, debemos admitir penosamente que sólo ha cambiado estructuralmente con nueva nomenclatura y cantidad de miembros, pero la mística, la filosofía, la cultura y la metodología de sus acciones se mantienen intactas. De igual manera debemos agregar que hoy día es mucho más estigmatizada, peor pagada y maltratada, lo que a mi entender ha provocado convertirla en más corrupta y menos eficiente; de la misma forma ha merecido gran repudio, rechazo y vergüenza social; considerada como la menos valorada por la sociedad.
Superado Trujillo, en este tercer período de la historia, donde se destaca la represión política durante los doce años de democradura del caudillo Joaquín Balaguer, quien nos limitó a un ostracismo de oscurantismo y cercenó casi una generación pensante: Otto Morales, Sagrario Díaz, Amín Abel Hasbún, Orlando Martínez, Platón, entre otros cientos de jóvenes de mentes de vanguardia, posibles protagonistas para forjar una verdadera democracia que cada vez más se hace imprescindible.
A excepción del gobierno de Juan Bosch y el de Antonio Guzmán medianamente, a ninguno de los gobernantes pos Trujillo les ha interesado revertir el derrotero de nuestra policía de metodología y cultura represiva, militarista y autoritaria, que por lo general abusan de su poder violando los derechos y libertades de los ciudadanos ignorando o desconociendo la esencia de toda policía moderna, civil y democrática de prevenir crímenes, delitos y conflictos sociales, considerando sobre todo a las personas el centro de la seguridad ciudadana.
Hoy más que nunca nuestra Policía Nacional, y cabe decir que las Fuerzas Armadas y demás organismos de seguridad, trabajan para los gobiernos y los grupos de poder asociados o relacionados a estos, y lo peor de todo en muchos casos, al servicio del crimen organizado o la delincuencia común, obviando su función homo céntrica, o sea, considerando al ser humano (al pueblo o a la colectividad en su conjunto) como el centro de su trabajo.
Debo agregar y aclarar que los policías tienen por cultura un mando vertical por su disciplina y formación militarista, lo que les dificulta cumplir con su ley orgánica y la aplicación de la Constitución y demás leyes, las cuales por lo general desconocen; le es contraproducente tener criterio propio al momento de actuar teniendo obediencia ciega al mando superior.
Lo más grave de todo es que los policías no son entes de derechos, no son considerados seres humanos, puede más en su contra o a su favor, una llamada de un político corrupto, que los años que tenga de servíos y de su formación profesional; no poseen una instancia donde les escuche y los protejan; igualmente trabajan sin límites de horarios, lo que evidencia que son víctimas del sistema como el que más.
Hoy los jefes y superiores que dirigen los diferentes grupos o áreas policiales y de igual modo pasa en las FFAA en su gran mayoría, buscan sacar beneficios e intereses particulares y en torno a estas premisas dirigen o mandan las diferentes unidades de servicios. Les aseguro que si estas unidades recibieran un mando gerencial enfocado en un servicio de calidad, apegado a la Constitución y las leyes, resguardando derechos y libertades de las personas, el panorama sería más alentador.
Para revertir esta cultura militarista, autoritaria y represiva se hace necesario aplicar políticas públicas y voluntad política de los gobiernos y demás poderes públicos y fácticos. Por otro lado, pago digno acorde a la canasta familiar actual de 36 mil pesos, reconociendo la profesión policial como la de mayor riesgo del estado, y al mismo tiempo la modernización tecnológica con las herramientas avanzadas requeridas a los nuevos tiempos. Por último urgen procesos constantes de educación enfocados en el servicio preventivo, civil y democrático, como es la esencia de toda policía moderna y que trabaje aliada a las comunidades. Entre otros requerimientos no menos importantes.