Cuando los movimientos populares se dejan distraer por consignas patrioteras levantadas y gerenciadas por quienes han hundido la Patria en el fango neoliberal, suelen caer en una desmovilización a largo plazo de la que no les será fácil salir.
Eso puede estar pasando aquí y ahora.
Cuando en pleno diciembre la ola de repudio a la corrupción gubernamental del pasado gobierno y el reclamo de justicia para los ladrones estaba en ascenso, alguien descubrió que se podía iniciar con éxito un “fuego de distracción” que canalizara ese movimiento enfocado hacia el gobierno y en cambio se utilizara para fastidiar a dos multinacionales mineras.
Después de todo a nadie debía sorprender que un gobierno busque poner como blanco a “saqueadores extranjeros” cuando no tiene una respuesta para las demandas internas, que en este caso son de justicia frente a los corruptos del mismo partido de gobierno.
La fórmula ha funcionado a la perfección porque como han dicho dos extraordinarios intelectuales extranjeros “la resaca de la historia puede operar como exceso de memoria que hace difícil pensar el porvenir”.
Ese exceso de memoria en la agresión extranjera de quienes en su momento no la supieron combatir y se dejaron derrotar, ahora se torna en pesadilla que los hace abandonar una causa nacional histórica (la lucha contra la corrupción gubernamental) para dejarse narigonear de una consigna vacía como esa de supuestamente recuperar la riqueza minera nacional.
La fortaleza y la continuidad del ascenso de un movimiento popular solo se sostiene si sus reclamos se dirigen esencialmente hacia el Estado. Lo demás es perifieria que hace desfallecer y se agota.
Si de alguna manera el Estado –y con él principalmente el gobierno- quedan fuera de las consignas y las movilizaciones populares, el destino del movimiento está en sus manos y es seguro que no vacilará para procurar obtener ganancias frente a sus competidores políticos y sus socios económicos, incluidas las mineras.
¿Qué hará el movimiento popular cuando el gobierno decida entenderse con las mineras? Nada porque es un convidado de piedra. No tiene voz ni voto en la negociación y por tanto el gobierno lo arrojará como lo tomó: a conveniencia.
El movimiento que abandonó el correcto objetivo de reclamar castigo para los corruptos, justicia para los violadores de la ley, para salir a pedir que quienes entregaron el oro ahora sean los abanderados de su reconquista, perdió la perspectiva y quedó bajo los aguajes del gobierno.
Ahora el gobierno tiene un gran “respaldo popular y mediático” para negociar con las mineras, pero el movimiento popular no habrá ganado nada ni en poder de movilización ni en sus niveles organizativos para pelear por sus propios derechos.
Habrá cosechado una pérdida neta y abandonado –ojalá que momentáneamente- la lucha de mayor grado de concentración política y social: el ataque frontal a la corrupción gubernamental y el reclamo de su sanción ejemplar.
Es tan grande la alucinación a que ha llegado gran parte de ese movimiento popular que sigue luchando para que no se explote la Loma Miranda, que está a tres kilómetros de la autopista Duarte y a 710 metros sobre el nivel del mar, pero nada dice de la destrucción gubernamental de la cordillera Central, la más alta del Caribe, con la construcción de una caprichosa carretera entre el Cibao y el Sur, rompiendo 80 kilómetros de montaña inhabitada actualmente.
¿Dónde está la honradez de la lucha por la preservación de los recursos naturales si se puede destruir la alta montaña sin ningún cuestionamiento porque lo va a hacer el gobierno?
En Loma Miranda nace un río de curso corto que se llama Jagüey y se debe proteger. No nacen 17 ríos como se afirma folclóricamente. En la cordillera Central nacen los ríos más importantes del norte y el sur del país, al igual que es donde se condensa el sistema de lluvias de Haití y dos importantes ríos que entran en ese territorio tan desforestado.
Esos cursos de agua deben protegerse aun más que Jagüey y la lucha contra su destrucción tiene la doble virtud de que es en defensa de la naturaleza y contra un intento arbitrario del gobierno que ha sido desechado por demócratas y dictadores que ya hemos padecido como goberantes.
Pero si el movimiento popular no tiene posibilidad de ver que cuando presta su concurso a unos diputados y senadores que son patriotas para “enfrentar” a las mineras que ayer favorecieron, pero a la vez son parias que se asignan ellos mismos 700 millones de pesos en el presupuesto como barrilito para comprar simpatías, entonces tiene que pagar el precio de su ignorancia o su falta de consistencia.
¿Qué se puede hacer?
Dejar que el gobierno eche su pleito con las mineras (o acepte nuevos pactos como veremos próximamente) y que el movimiento se concentre en apoyar a los maestros para que obtengan un salario justo, al igual que a los soldados y policías que reciben miserias como paga mensual; a los jubilados que son objeto de despojo de sus derechos y siguen cobrando 4,900 pesos de pensión mensual…
La lucha más importante del movimiento popular y ecologista es reclamar castigo a los corruptos y que no se toque la cordillera Central para construir la carretera caprichosa que promete destruir esa maravilla equilibrante de la isla.