Llama poderosamente la atención que las tasas de rentabilidad de las inversiones de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) siempre han resultado las más bajas del sistema dominicano de pensiones, por debajo del promedio previsional.
Los boletines trimestrales de la SIPEN acusan una mayor rentabilidad del INABIMA en todos los años y meses del período observado. Mientras en el 2016 las AFP lograron un 9.77%, el INABIMA alcanzó el 13.66%, un 3.89% mayor. La ventaja se mantuvo durante el 2017 con una diferencia del 2.76% (9.82% versus 12.58%), y finalmente, entre enero del 2018 y marzo del 2019, la brecha se redujo al 1.8% (9.48% contra 11.28%).
En el caso del INABIMA, la rentabilidad acumulada entre 2016-2019 ascendió al 37.52%, mientras la obtenida por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), apenas llegó al 29.07%, es decir, un 8.45% inferior. Incluso, la tasa de rentabilidad del Fondo de Solidaridad Social (FSS) supera la rentabilidad promedio de las AFP.
En varias ocasiones he señalado que el plan de retiro del Instituto Nacional de Bienestar de los Maestros (INABIMA) resulta insostenible debido a un déficit actuarial. En esta ocasión reconozco que, a pesar de sus problemas estructurales, la administración de los fondos ha sino más eficiente y beneficiosa para los afiliados, que las realizadas por las AFP.
¿Por qué la administración más costosa resulta la menos rentable?
Estas notables diferencias en la rentabilidad de los fondos de pensión revisten una importancia cardinal, ya que la función de las AFP es maximizar la rentabilidad del patrimonio de los trabajadores, contribuyendo a la entrega de una pensión cercana al último salario, evitando que su retiro implique un descenso notable en su nivel de vida.
Además, porque la infraestructura tecnológica utilizada, los recursos humanos empleados y la experiencia acumulada por las AFP superan, con creces, la disponibilidad de las demás instituciones inversoras de dichos fondos. Y, en especial, porque el costo de administración resulta muy disímil en relación al nivel de desempeño. Ello alimenta el argumento de quienes cuestionan la existencia de las AFP privadas.
Algunos funcionarios han argumentado que esta diferencia de rentabilidad podría atribuirse a la existencia de diferentes niveles de riesgos de las inversiones. Pero en el caso específico de los fondos previsionales, este argumento carece de importancia, ya que la Ley de Seguridad Social restringe claramente las áreas e instrumentos de inversión, supervisadas por la Comisión Clasificadora del Riesgo de la SIPEN.
De hecho, tanto las inversiones del INABIMA, como de las AFP y del Fondo de Solidaridad Social (FSS), y de los demás fondos existentes, se realizan bajo las mismas políticas y limitaciones del mercado de valores, aplicando las mismas normas y procedimientos establecidos por la misma Superintendencia.
A la corta y a la larga, la permanencia de esta brecha tiene un alto costo económico y social para el futuro del sistema de capitalización individual y del sistema en su conjunto, tomando en cuenta que concentra el 91% de los afiliados cotizantes, y el 78% del patrimonio total de los planes de retiro.
Hasta donde sepamos, la Superintendencia de Pensiones (SIPEN) no ha valorado el impacto de esta diferencia, habida cuenta de que no se trata de un resultado financiero coyuntural sino, por el contrario, de una tendencia permanente registrada durante todo el período. Por su trascendencia, recomendamos estudiar esta situación e introducir los correctivos de lugar, en beneficio de más de 3.5 millones de afiliados y cotizantes.