Leo, pienso, medito, y no puedo resistir las ansias reprimidas de gritar al pueblo indefenso que sus carencias están en el espíritu. Espíritu vacío de ideas que los impulsen a creer y a crear en la fuerza que recuperarían si tan solo se atrevieran a hurgar entre las páginas que languidecen entre los viejos estantes polvorientos de bibliotecas decadentes. Solas y tristes están esas páginas a la espera de que alguien las toque, las acaricie y se nutra de sus ideas y emociones. !He ahí! Tal vez que en ellas encuentren el consuelo a todos sus padecimientos.

No sé ustedes, pero yo me avergüenzo de los desastrosos resultados de las pruebas PISA. De allí que me pregunte sobre las razones que nos han llevado a tan bajos niveles de razonamiento. Y por tanto, a habernos transformado de haber sido una población buena, amable, acogedora y pensante, al conglomerado del presente que se presta a la desmedida delincuencia, a la impaciencia y que deambula por las calles en la más profunda ignorancia.

Me pregunto si además de concreto que se deshace por falta de planificación adecuada o del alza merecida de sueldos que aún siguen sin estimular a los maestros a estudiar y a prepararse para educar integralmente a nuestra juventud expectante. Lo peor es que tengo la certeza de que ese 4% del presupuesto no está sino en los bolsillos de aquellos que pueden dar dos millones, como mínimo, para asistir a una cena de fondos para aquellos que tienen nuestra vida en esos bolsillos y en sus asqueantes cuentas bancarias.

Pero la respuesta a mi pregunta surge de súbito de nuestro temperamento sanguíneo que nos hace alegres, optimistas y sociables por demás. Lo que además nos hace fáciles presa del soborno y la coima si antes no nos equipamos con las armas espirituales que nos hagan impenetrables ante la embestida del enemigo. Silente ha sobrevenido ese atacante astuto y ambicioso que con el paso de los años, nos ha subyugado y nos ha hundido en el más profundo vacío, justamente donde ahora estamos.

Pero amigos, tiempo tenemos para remediar todo ese daño que nos han hecho quienes ni siquiera tienen una educación valiosa ni una presencia estimulante para haber permitido que destruyeran nuestros más íntimos potenciales. Pongámonos en alerta y alimentemos nuestro espíritu carente con lecturas, con ideas creativas, llenas de contenido; llenas de amor al prójimo y a la patria. Atrás dejemos los discursos vacíos, oídos sordos a quienes deseen engañarnos con al misma cantaleta de mentiras y promesa incumplidas o imposibles de cumplir.

El país nos espera para regresarlo al lugar cimero de virtudes que nos elevaban y nos hacían merecedores de los más dignos elogios.