El título de este artículo es una descripción magistral de la estatura moral del procurador general de la república, Jean Alain Rodríguez; repujada con toda su calma por la juez de la Suprema Corte Miriam Germán. Sin darse cuenta, la magistrada casi le esculpió una estatua. Pero lo que ocurrió en la apertura de la evaluación de los jueces de la Suprema Corte va más allá de la actuación individual de Jean Alain, y aún más lejos de la viñeta del procurador zurcida al desgaire por la jueza. ¿Por qué, violando los reglamentos del Consejo Nacional de la Magistratura, Jean Alain Rodríguez la emprende sin escrúpulo alguno contra Miriam Germán? ¿Es posible que él ignorara que estaba avasallando el derecho al debido proceso de quien había colocado frente a un pelotón de fusilamiento moral? ¿Desconocía Jean Alain Rodríguez que el aspecto penal que denunciaba le concernía como procurador? Y, por último, y lo más importante, ¿Puede Jean Alain Rodríguez hacer lo que hizo sin la anuencia de Danilo Medina?
En el marco de la lucha por el control de la justicia, atendiendo hacia lo que dentro del PLD se confronta, podríamos argüir que el danilismo mueve sus fichas para desplazar al leonelismo de algunos puestos en la suprema. Michel Foucault habla de las “retículas del poder”, articulando una idea que desestructura la concepción clásica del marxismo del poder como un todo unitario. Cohabitando, dentro del PLD la retícula de poder que significa la justicia podía ser compartida. En el esquema de dominación que ahora organiza el danilismo para su segunda reelección, el control de la cámara penal de la suprema es fundamental. Es necesario a toda costa tener gente de plena confianza, dóciles, e incondicionales en una cámara vital para lo que pudiera ocurrir. Moscoso Segarra se demarca del peledeismo leonelista, queriendo borrar la sentencia de marzo del 2015 (“Hace veinte años que no soy del PLD”), y Frank Soto hace gárgara para desdibujarse el sambenito de “político con toga y birrete”, a pesar del expediente de Díaz Rúa. Todo es una tupida red de escaramuzas tendentes a garantizarle a Danilo Medina, en el caso de que la reelección pueda ser impuesta, un dominio absoluto y unánime sobre las instituciones de la justicia; y en el caso de que no pueda imponerla contar con jueces benévolos y agradecidos dentro de la sala penal de la suprema que garanticen el manto protector de la impunidad. Estrategia perversa, porque en esa cámara se ventilan los casos de corrupción corporativa y acumulación originaria del entramado del sistema de corrupción pública.
De modo que la confrontación entre Miriam Germán y Jean Alain no es un episodio de matiz personal, ni entraña únicamente el “Rencor inicuo de una persona pequeña”- como ciertamente también es- . Se trata de una jugada política profundamente vinculada a una retícula de poder que Danilo Medina no puede descuidar. En ese esquema Miriam Germán es un incordio, y Danilo Medina estaba al tanto de todo lo que iba a desplegar Jean Alain Rodríguez, porque en un régimen presidencialistas nadie es capaz de arriesgar tanto sin el consentimiento del Príncipe. Pero Miriam Germán derrotó la soberbia, la prepotencia y el chantaje, con el escudo infranqueable de una vida transparente. La justicia dominicana está secuestrada, se regodea en sí misma prodigando justicia simulada. Jean Alain es un procurador cínico y teatro, que deja a la justicia desnuda con todas sus vergüenzas al aire. Pero les salió el tiro por la culata con Miriam Germán, tanto a él como a Danilo Medina; puesto que ya el pueblo dominicano la ratificó.