La religión, como decía el filósofo alemán Carlos Marx, es una realidad invertida del mundo en que se presenta una situación social, posiblemente cierta, pero la interpretación que hace la religión de sus causantes es invertida, no admite que esa realidad es producto de leyes sociales e intereses que definen el accionar y las estructuras sociales, por tanto, no son el producto de designios divinos, sino del ser humano que las genera, las conduce y las determina.

Estas leyes sociales que dirigen el proceder humano, condiciona muchas cosas en la vida de la gente incluyendo su visión del mundo y sus ideas, a lo que el filósofo alemán en su libro La ideología alemana, asignó un peso importante en la manera en que los hombres y las mujeres actúan en la sociedad.

De todas maneras, es un introito para referirme al tema espinoso de religión y política, digo espinoso dado que la religión pertenece a la esfera privada y la política a la esfera pública. La religión y el tipo de ella que escojas es una opción individual, privada y queda a tu elección, tus apegos, adiciones y militancia, además de la fe, que es personal, que debe ser respeta como de los derechos constitucionales y universales ya conocidos.

Lo político de su lado, es una opción impactada por tu condición social y las causantes de ella. Esa conflictiva dicotomía entre los intereses humanos y las leyes sociales que justifican dichas inequidades, producen opciones no individualizadas, sino colectivas condicionadas socialmente.

Hay temas del debate nacional que escapan a lo sagrado, pues los feligreses podrían tener distintas miradas sobre esos temas, que no necesariamente son de procedencia sagrada, mezclarlos en un contexto divino, es manipular la fe y a sus feligreses

Lo que quizás es imprudente es tratar de condicionar el accionar público desde posturas y posiciones religiosas, esto es, manipular la gente ante sucesos, acontecimientos y procesos que son estrictamente de la esfera pública. Lo que queremos sugerir es la separación entre religión y vida pública. Esto implica un distanciamiento en la doctrina y postura de lo sagrado respecto a lo político.

Aunque sabemos que la religión como producto social es inseparable de estos fenómenos, las rupturas que produce el discurso religioso ante lo social, explican que una cosa y la otra guarden ciertas distancias y espacios en el ser humano y la vida social. Para uno, la religión, es el resultado divino, y para la política, son estas acciones sociales que motorizan los procesos.

En ese sentido admitimos perfectamente normal que tu seas de una religión y que tu simpatía política sea contraria a la de tu pastor o la jerarquía de tu iglesia, que si bien éstos, no militan abiertamente en las causas partidarias, la postura de sus dirigentes en determinados momentos de la vida social no deja de ser político-partidaria.

Sin embargo, el problema no sería ese, sino cómo desde el púlpito de la iglesia, que tiene como portaestandarte en las palabras de Jesús que reza: Mi reino no es de este mundo, obliga a la iglesia a una cierta separación de su accionar social.

Decimos todo esto porque vemos cómo desde el mundo sagrado se incursiona en política, que quizás no sea lo cuestionable, sino en lo partidario, en el partidarismo, para inclinar los adeptos hacia determinados partidos, ideologías o posturas sociales que son estrictamente de naturaleza pública y social. Estos temas referidos anteriormente, no son de la esfera privada, de opción individual o religiosa, puesto que los argumentos son sociales, económicos y políticos, no litúrgicos, y es esa la diferencia.

El proceso de secularización que vive el mundo religioso en las sociedades actuales hace que se confundan roles, funciones y discursos por parte del mundo religioso y se nota un interés marcado por transgredir normas tradicionales de lo sagrado al participar abiertamente en política desde lo religioso, que instrumentaliza las razones sagradas o divinas, en procura de propósitos seculares, políticos y hasta económicos y de intereses individuales.

Hay temas del debate nacional que escapan a lo sagrado, pues los feligreses podrían tener distintas miradas sobre esos temas, que no necesariamente son de procedencia sagrada, mezclarlos en un contexto divino, es manipular la fe y a sus feligreses.

Hemos visto cómo últimamente, las direcciones de las iglesias presentes en la sociedad dominicana sus dirigentes militan, alrededor de causas no necesariamente sagradas, y que no sabemos los hilos que allí se mueven. ¿Qué buscan algunos dirigentes con su evidente adhesión a causas políticos-partidarias usando lo sagrado como excusa? ¿Beneficios de que tipo? ¿Cómo el poder compensa esas iniciativas?

Es por eso que cuando analizamos declaraciones de determinados jefes religiosos, debemos investigar ¿cómo se beneficia del poder? ¿Quién se beneficia de sus posturas? ¿Será una preocupación real por la fe y la salvación de su feligresía o de su espacio individual? ¿Por qué la iglesia no deja que la opción política se quede en el espacio de lo público y no condicione a sus seguidores introduciendo temas sagrados en contextos estrictamente políticos?

Finalmente creo en las causas sociales de las iglesias, aunque parezca una contradicción después de lo escrito, pero en aquellas que están del lado de las mejores causas sociales como lo hiciera uno de sus más conspicuos iconos: Jesús de Nazareth: la pobreza, los excluidos, los sometidos, los marginados …en contra del poder político que esclavizaba a su pueblo y a las condiciones sociales y económicas en que vivían. Estas razones que la iglesia considera males naturales, la sociología la entiende como males sociales y ahí radica la separación entre lo público y lo privado, religión y política.