La Constitución Fundacional, de 1844, consagró a la naciente República Dominicana, como un Estado confesional católico, al disponer en su artículo 30, lo siguiente: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la religión del Estado; sus Ministros, en cuanto al ejercicio del ministerio Eclesiástico, dependen solamente de los prelados canónicamente instituidos”.
De igual manera, en su preámbulo se establece su proclamación “EN EL NOMBRE DE DIOS UNO Y TRINO, AUTOR Y SUPREMO LEGISLADOR DEL UNIVERSO”.
En lo referente a su contenido religioso la Constitución de San Cristóbal disponía, además, en su artículo 101, que antes de entrar en funciones el Presidente de la República debía prestar ante el Congreso el siguiente juramento: “Juro por Dios y los Santos Evangelios, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes del Pueblo Dominicano, respetar sus derechos y mantener la independencia nacional”.
Religión y Constitución son temas polémicos para los pueblos de tradición religiosa. En lo relativo a los Estados Unidos, en su reconocida obra Qué sé yo de historia, Kenneth C. Davis, hace la siguiente pregunta: “¿Cuál es la palabra de cuatro letras que no aparece en la Constitución?”. Evidentemente, la respuesta es Dios.
Sin embargo, el referido autor aclara que “a diferencia de la Declaración de la Independencia, quienes abordaron la cuestión de la deidad con eufemismos como “Dios de la Naturaleza”, “Creador”, “Supremo Juez del Mundo” y “Divina Providencia”, la Constitución no hace afirmaciones con respecto a la intervención divina”.
A propósito de esto, tomando en consideración que en los Estados Unidos se debate constantemente el papel de la religión, Davis sostiene que “el asunto de la omisión de la deidad en la Constitución apunta a una pregunta de fondo: ¿en que creían los fundadores de la nación?
Para encontrar una explicación a este acontecimiento histórico, el referido escritor sostiene que se debe tomar en cuenta que para el siglo XVIII la nación norteamericana era predominantemente cristiana y abrumadoramente protestante.
Sin embargo, los estadounidenses eran muy diversos en lo religioso y nada monolítico. Por ejemplo, en Nueva Inglaterra predominaba el congregacionismo derivado de la tradición peregrina y puritana. En cambio, los protestantes del Sur se inclinaban hacia la Iglesia Episcopal, mientras que Maryland era el refugio de los católicos. Otras denominaciones que para la época tenían una incidencia significativa eran los metodistas, los presbiterianos y los cuáqueros.
Kenneth Davis recuerda que “durante este período de extraordinaria actividad intelectual, política y religiosa, muchos de los Padres de la patria, quienes generalmente eran educados, ricos y aristocráticos, rechazaron la ortodoxia religiosa así como habían rechazado la divinidad del trono británico”. Entre ellos se destacan Thomas Jefferson y Benjamín Franklin, indudablemente, los dos representantes norteamericanos más altos de la Ilustración.
En torno al tema religioso sobresale la imponente presencia de George Washington, quien Davis descarta que haya orado de rodillas en Valley Forge, sosteniendo que se trata de un mito, ya que nadie lo vio rezar en las nieves de Pennsylvania
Washington, a decir de Davis, era un creyente que solía invocar a la “Providencia” y asistía a la Iglesia Episcopal. A pesar de ello, según Thomas Fleming, el Padre de la patria “abandonaba la iglesia antes del servicio de la comunión, manifestando de manera silenciosa su incredulidad en esta importante ceremonia de la fe cristiana”. No obstante, Washington, quien dijo, en 1796, en su discurso de despedida, que la religión y la moral eran los pilares de la felicidad humana, sin lugar a dudas, fue un hombre de la iglesia.