Dentro del Partido Revolucionario Moderno PRM, existen indudablemente, dos fuerzas motoras que cargan en sus hombros la responsabilidad de mantener viva y activa, la maquinaria electoral que funge como partido. Esas estructuras concentran, en casi la totalidad, la nómina dirigencial y articulan en torno suyo, las escasas ideas que defiende en el escenario público dicho partido y a su vez menguan la posibilidad del surgimiento de un nuevo liderazgo dentro ese esquema, a todo aquel que no comulgue con la práctica y la mecánica que imponga uno de esos grupos. Esta lógica antipolítica pero efectivamente real, deja pocos espacios de crecimiento a lo interno a aquellos que solo cuentan con el repertorio ideológico que debe poseer el político de hoy.
Además de eso, un conjunto de elementos vinculantes a las acciones de los líderes y aprovechadas con unas ventajas cuestionables, por aquellos adláteres que su capacidad ronda la media en cuestión de simpatías y apuestan, por razones entendibles y por la lógica del traspaso de mando, a heredar, y en muchos casos lo han hecho, el espacio ocupado o el deseado dentro de la institución a los hijos. Creando una situación que pone en riesgo la renovación del liderazgo. Planteando una brecha creciente de desigualdad interna para los jóvenes sin apellidos sonoros, que aunque sobrados en talento y capacidad, son relegados a terceros y cuartos planos, y obligados por sus circunstancias materiales a servir de almohadillas al relevo genaracional compuesto por las elites.
Es ciertamente ese pragmatismo, el que deja a un grupo importante de jóvenes que emigró del otrora PRD, con el sueño irrealizable de ocupar fruto de su esfuerzo, unas plazas que producto de la ruptura y el desacuerdo entre los que migraron y los que apostaron a quedarse, nacieron con nombres y apellidos en el PRM. Formación partidaria donde el mérito de nuevo cuño, está íntimamente vinculado a los caracteres de tipo genético y por consiguiente, el parentesco consanguíneo es elemento de mayor importancia para determinar el futuro político de la nueva generación. Generación que de no romper con esos vicios, estaría fomentando los errores de la dirigencia tradicional y podrían ahuyentar talentos sin padrinos y cerrar el caudal por donde fluyen las nuevas ideas, las mismas que sirven de sustento a toda organización.
Construir un liderazgo, les ha costado a los líderes dominicanos: tiempo, trabajo y sacrificio y han tenido que conocer como dice el expresidente Hipólito Mejía, el país en los callejones y lo campos. Han debido también, coincidir con el lino y convivir con los andrajos. Dudo mucho que esos que hoy pretenden llamarse la TERCERA CORRIENTE dentro del PRM, cuyo mérito, como ya hemos apuntado consiste, salvo excepciones contabilizadas con los dedos de las manos, en haber nacido bajo los influjos de una clase política mediocre que pretende con el uso de sus influencias, heredar irresponsablemente a sus hijos, en su mayoría desconocedores de la dialéctica partidaria, los espacios que en cualquier sistema que se respete, solo sería posible ocupar con una cartera de servicios en favor de los ciudadanos. Dudo, repito, que tengan en su haber esas condiciones obligadas del político tercermundista.
Estos privilegios podrán o no ser cónsonos los intereses de los que hoy tienen la sagrada misión de conducir por rumbo seguro ese partido en ciernes, pero de lo que estoy seguro, es que nunca ha sido de mucho provecho para el desarrollo de las bases y tampoco ha dado frutos reales. Y como muestra de ello, el ejemplo reciente de algunos líderes, con una fronda tan grande, que sus sombras cubrieron hasta sus propios descendientes. Sin embargo, esa pequeña burguesía hasta cierto punto parasitaria en materia electoral, dotada de poses y discursos rimbombantes, inobservando la trayectoria de un hombre cuyas ideas forjaron el pensamiento más puro que político alguno ha podido enarbolar jamás en nombre de los de abajo, pisotean sin piedad al descamisado y colocan por encima de cualquier cosa, el interés familiar, proyectando en la política la concepción patrimonial testamentaria.
El relevo político, nunca puede estar sujeto a las elites y sus descendientes, no debe ser asumido sino, por aquellos que sin importar el linaje al que pertenezcan, hayan cumplido con los requisitos básicos para su obtención y se hayan ganado fruto de la voluntad interna, el respaldo y la confianza de las mayorías. Los partidos no son cortes monárquicas donde la nobleza le es entregada al súbdito por meros caprichos del rey. En ese orden de ideas, y dado como consejo a la tercera corriente, nada más cierto que lo dicho por -Friedrich Nietzsche- : “Las almas nobles no quieren poseer nada gratis, y menos aún la vida”.