Blue Demon tenía su máscara azul y en el caso de Relámpago Hernández en el mundo dominicano, este no podría hablarnos del PIB. Menos aún, sobre el desarrollo de la partidocracia sino de eso que conduce a un luchador a la entrega de un mensaje inmortal.  Recordamos a Puño de Hierro y al Caballero Negro, Los Broncos y a Vampiro Cao y en la velocidad de la Phillps, entre los artículos de Frank Marino Hernández, la entrada a la historia de André el Gigante. Un sanduche de lechuga y un poco de lluvia.

Blue Demon era un gran mexicano que intentó demostrarnos –sin necesidad de un telescopio–, que el mundo se hacía como se hace un pie de limón, entre cartas y cremora. También propuso el salto desde la tercera cuerda, eso que otros interpretarían como un avance en la historia de la lucha libre. Lo que no sabe nadie es que el alma nacional mexicana está vindicada ahora y organizada en base a la memoria de Blue Demon y de la gran aquiescencia del Santo, un personaje al mismo estilo de Perón, Calígula y esa región conocida como Antofagasta, hecho este que me encanta cuando decido beberme en Lincoln Road, frente al periódico Diario Libre, un jugo de limón que me sirve para estar en control de los dramas de temperatura caribeños.

Por un lado, Blue Demon tiene ese mundo que no puede ser explicado con la misma misión de una entereza que nos permita comprender luego ciertos bordes que ahora trataremos sin tiempo para terminarnos el jugo en quince minutos (más o menos). Pero el Santo no era sino esa expresión de más formalidad –una especie de Anatoli Karpov del cuadrilátero–, por lo que en medio de aquel azar –como en el caso de la Guaracha del Macho Camacho, puertorriqueña–, nos tendríamos que recorrer como se abre uno de los muñequitos de Porky’s, donde había una alta carga de sexo en las páginas. Lo que no sabían algunos es que Archy, era lo más parecido a la vida pero ciertamente que Batman, de Adam West no era sino expresión del mejor superhéroe que pude ver por primera vez en el cine Rivolí de La Vega, mi ciudad natal. Mi vida como eso ha sido entre bares y hoteles, pero digo que recuerdo a Chiquilladas, y que me enteré que en Burbujas –chiquiDrácula, y esa rana gigante–, estaba esa indicación que Raúl Velasco promovía en mi niñez como promueves un buen producto de Procter and Gamble y así.

Blue Demon

Por un lado, creemos que en el mundo que vivimos la permanencia –entre Angela Merkel y un mexicano hay un abismo de encuentro en Davos–, de ciertas señales: Netflix ha conquistado el mundo. Por ese lado, continuamos con la creación de ese recodo como cuando un grupo de mexicanos nos dice en la región regiomontana que tienen acceso a Burguer King, donde otros intentan decir que todo está chévere y que nadie está en capacidad de decir otra cosa que no sea que amamos un burrito, los juegos del América contra Necaxa, y las enchiladas de la revista National Geographic, de 1987.

La verdad fue que Relámpago Hernández se metió a cura y otros dijeron que era un salvífico y otros un insalvable, lo que no es cierto como se demostró el momento en que este dejo caer sal sobre los ojos de Jack, algo que no tienen por qué saber los admiradores furibundos del Saint Germain o los adictos al Jut-Jitsu. Dije que todo el mundo tiene el derecho a decir que en este mundo, en el terrible escritorio del Bildelberg, nadie está en condiciones para expresar lo que piensa en términos de una propuesta que tenga el excelso sentido de un buen hamburguer a las diez de la noche. 

Todo este argumento tiene el derecho de no ser bien entendidos por ningún formato de expropiación ideológica más que el sistemático acercamiento a la mejor de las cenas. En el momento, el retorno de Relámpago Hernández nos parece más importante que una crónica de Tortugas Ninja, algo que nunca vimos como tampoco cualquier capítulo de la película Avatar, porque no hay posibilidad de que la vea, aunque alguien pueda ofrecer 5000 pesos o un viaje a South Beach. En la película Avatar, la concupiscencia de imágenes, trata de recordarnos ese mismo día –como en la película Aquaman con Jason Momma y Nicole Kidman, de belleza extraordinaria–, que todo era posible incluyendo los sobreefectos de los esqueletos cinematográficos y la recurrencia a la adicción al Zero, mi chocolate preferido. En la película Avatar –que recuerdo que nunca vi–, podemos hallar una exageración de ese proceso que nos dice que este argumento no tiene nada que ver con la evolución del ingreso nacional u otros factores macroeconómicos que permiten comprender cuando invertir grandes sumas en relojería (IWC, Panerai y Sonhe). 

En el baloncesto distrital de la década de los 90s y los ochentas, Vinicio Muñoz se movía como una pantera y a Hugo Cabrera era apodado el inmenso, así le llamaban. Otros jugadores nos dicen que no es necesario llegar siempre listo al Ziffandel, que es lo mismo que mi Country Club, sabor merengue que añade hielo a cualquier escatología política o vademécum antinómico. Creemos que no se pretende desvirtuar el esquema sintáctico de los bailes y las comelonas. Un Globetrotter es un gran lanzador de tres. Chicho Sibilio tiene un gran nombre para límites biográficos en el fronstispicio de una cancha española. Tito Williams aclamó una gran entrevista en medio del juego del Gato de los Astros, en una noche memorable en el ritmo histórico de Santo Domingo, entre friquitaquis y pequeños churritos.

Batman

Como se ha dicho en cualquier página de la bibliografía, Sir Arthur Conan Doyle explicó que el culpable de todo crimen era ese a quien más beneficiaba. No era molesta la intrépida filmación de Eliot Ness, un mafioso que conoció al mundo de los gánsters. Aunque el gansterismo es algo que no se ha aplacado, la gente entiende que no en todo tipo inteligente, hay como una gran elocuencia de acontecimientos históricos. Siempre algunos intentan desentrañarlo contándose a sí mismos que el único formato, es el que conocen desde que empezaron a iniciarse en el incontrovertible mundo de las finanzas. Dos mil dólares invertidos en Monsanto, no tiene nada que ver con los millones de dólares que otros planean introducir en Apple, la conquistada marca de celulares. Dos refrescos por día no es algo bien hecho como nos demuestra cualquier placa fotográfica, y más que eso creemos que en el intermezzo de aquellas expropiaciones fiscales existe una chica Poltergyst que nos conduce a un misterio que no incluye la cerveza Miller de los 90’s o saludar a una chica color beige en la avenida del Puerto.

En 1990 no teníamos conciencia de que algo entraría en el Congreso de la República en el marasmo de las contradicciones políticas y la cuestión aquella de las piñas (que hicieron de Jorge Blanco un hombre en una embajada y de Severino cierta especie de tipo misterioso), Jim Morrison no hizo la escatología de Hotel California, y aunque algunos pretenden incoherentemente advertir la crónica de una vida anunciada como la mejor pasta de dientes de toda la historia, la Colgate (los venezolanos tenían Frescodent). Por eso, cuando a uno le dicen que Jack Veneno es un héroe insalvable no nos encomendamos a otro tipo de estrategia; el mundo sabe que Relámpago le echó sal por los ojos. Rick Flair fue una hipótesis de la antinomia antiimperialista, y una cartografiada misión del marketing más full contact.

Cruenta ha sido la historia de ese esquema incoherentemente propuesto por algunos admiradores como yo, de Gatubela, una especialista en robo y uso del látigo. Adam West fue el mejor Batman y ahora que prolongo este asunto, debe ser listo decir que en cualquier Robin hay un Solín, y viceversa lo que es lo mismo decir que Kaliman, master de la estrategia de la catalepsia es la mejor tira cómica que existió en la historia, de acuerdo a mis archivos secretos. Si vemos a Archy, Condorito –no soy lector de esta, como no soy seguidor de Star Wars–, Donald McPato, no entraremos sino en esa pensión de muerte que tiene que ver con asuntos históricos cronometrables desde el technicolor. Rodeado de periódicos –como en el caso de Murdoch, el inversionista americano–, cualquiera puede tropezarse con los epitomes que conducen, como en el caso del Tropicana cubano, a la expresión más profunda de una gran noche repleto de holas, lindas damas y otra experiencia a través del espejo: descubrir la belleza de nuestra isla.

Pero si vamos a eso podemos concluir varias cosas. Primero, cuando vamos a un bar de la ciudad –no un bar de mala muerte sino un bar de muerte lenta–, podemos concluir que lo que nos ocurre no tiene nada que ver con el PRM o el partido Reformista Social Cristiano, es decir lo que se habla en un bar de la ciudad no tiene que ver con lo que ocurre en el mundo exterior de la política, o eso que ocurre cerca de la piscina. Ergo, podemos decir que no se sabe a ciencia cierta lo que le pasa por la cabeza a un candidato y las reuniones de los partidos, como ocurre con el PRI mexicano, o con el PRD de allá, o como ocurre con los venezolanos admiradores de Guaidó no tiene sino que demostrarnos lo que otros dijeron desde la más astuta de las horas. Guaidó no tenía, sino que decir el discurso que dijo en esa tarde y todo el mundo comprendió en América Latina varias cosas: no es lo mismo Doña Bárbara, que los dimes y diretes que se dan en torno a algunas regiones selváticas del Brasil. Otros aspectos a destacar es que no todo el mundo comprendió eso que Bolsonaro propuso –o unos de sus amigos–, cuando establecieron el pedimento de que se quedara en el gobierno el antiguo gobernador del Banco Central de Temer, lo que nunca sucedió en el proceso burocrático del nuevo gobierno.  Lo cierto es que no podemos asegurar que Brasil haya sido algo que otros comprendan desde Copacabana, pero de cierto se puede decir que la realidad sin vacío de poder del mundo carioca –admiramos las canciones de la agrupación llamada Pixote, la banda más importante de la actualidad del Brasil fantástico–, no es sino una demostración de otra versión de la Pagode. Esto, entre un juego de los Cardenales de San Luis y la sonrisa de una actriz,  te colocan a entender en mejor situación las bebidas de Sao Paolo y en un bar de Santo Domingo donde todo sucede como en el antiguo movimiento de Hagler. Decidimos decir que estábamos viviendo en medio de aquel azar histórico, nada que ver  con las contradicciones del Mato Grosso y la gracia del baile de Paula Abdul.