Es usual que fuera de mi círculo de colegas escuche “Carmen, pero yo no entiendo, si estudiaste Economía, ¿por qué trabajas en Educación? ¿De qué das clases?”. Es una percepción, al parecer común, de que la carrera de Educación y/o Pedagogía es para ser profesor/a. Pero, no, no es así. La complejidad del campo de educación implica que se tenga que apoyar de otros profesionales tales como psicólogos, psicopedagogos, economistas, sociólogos, ingenieras industriales, abogados, neurólogas, trabajadores sociales, programadoras, entre muchas otras.

La economía es una ciencia social que, en su explicación más clásica, lo que busca es maximizar recursos escasos ante necesidades ilimitadas. Algunas veces los economistas han sido criticados por teorizar y tener demasiados supuestos. De hecho, ha sido tildada como una “dismal science” (dígase, un poco aburrida). Pero en las últimas décadas, la economía ha enfocado más en los datos y la evidencia. En este año 2019 el premio Nobel de Economía fue otorgado a tres importantes académicos, entre ellos ¡la segunda mujer en obtener el Nobel en Economía, Esther Duflo!, precisamente por tener un enfoque basado en evidencia para aliviar la pobreza. La economía maneja temas que son relevantes para la sociedad. Para hacer esto, se apoya de teorías, análisis, modelos, herramientas y otras ciencias. Su objetivo final debe ser el de maximizar el mayor recurso de un país: su gente, su capital humano.

Por otro lado, la Educación es un derecho y a la vez un servicio social. Pero también se mueve dentro de un mercado lo que implica que se rige por leyes de oferta y demanda, regulaciones, precios, equilibrio, competencia, etc. Dentro de este complejo campo y en estos tiempos donde el mundo no es el mismo que hace 50 años, el objetivo final de la Educación debe ser desde una temprana edad, desarrollar el pensamiento crítico de las personas y velar por su bienestar integral para que sean individuos que contribuyan a la sociedad. Es decir, la Educación ayuda a desarrollar el capital humano de un país. Es una herramienta vital para colocar puentes entre grandes brechas de inequidad, segregación y oportunidades. Es primordial para maximizar los recursos y aumentar la eficiencia de las sociedades.

Entonces, la Economía de la Educación intenta aportar en estos temas con gran relevancia social. Por ejemplo, aspectos de la demanda de profesores, la escasez de cupos en las escuelas, la competencia en términos de calidad entre los colegios privados y las escuelas públicas, las reformas del sistema educativo, entre muchísimos otros. Entre las preguntas interesantes que busca responder están: ¿por qué los estudiantes que asisten a centros de educación temprana, tienen más oportunidades laborales en el futuro?; ¿cuál es el impacto de otorgar información sobre los retornos de educación en la deserción escolar?; ¿cuáles son los incentivos que tienen las personas para elegir una carrera de educación superior?; ¿las redes sociales y familiares de una persona, determinan su movilidad social?; ¿cuál es el impacto que tiene la tanda extendida en el mercado laboral para las mujeres?; ¿la descentralización escolar mejora el desempeño de las escuelas en una comunidad?.

Sin embargo, todo lo anterior, más allá de ser mega interesante, así como divertido, y de que conlleva estudios e investigaciones serias detrás, no debe permanecer únicamente en las teorías. Debe ser tangible y estar considerado en el diseño y ejecución de políticas públicas educativas que impactan a 2,800,000 estudiantes y a sus familias. Así como alrededor de 80,000 profesores dominicanos/as y sus familias. Es decir, las políticas públicas educativas tienen un impacto directo en la sociedad y la economía de la educación contribuye a que (ojalá) este impacto sea cada vez mejor y mayor. Pues ¿de qué nos sirve saber  o intentar saber la respuesta a un problema, si no la vamos a aplicar para mejorar o resolver ese problema?