El Shah Mohamed Reza Pahlevi gobernó desde 1941y fue derrocado en febrero de 1979 por un movimiento islámico encabezado por el Ayatollah Khomeini después de exiliarse 15 años en Francia. Quedó abolido el régimen monárquico y se proclamó la República Islámica.
En 1953 los Estados Unidos y Gran Bretaña depusieron a Mossadeg, primer ministro nacionalista, electo democráticamente en 1951 y que expropió la petrolera británica “Anglo-Iranian Oíl”, contraviniendo el poder monárquico. A partir de ahí hasta su derrumbe, el Shah gozó del apoyo americano y gastó sumas multimillonarias en armamentos.
La caída del Shah fue percibida internamente como una pérdida de la influencia de Estados Unidos, pero al principio Khomeini eligió colaboradores con variadas concepciones políticas y religiosas. El 4 de febrero Khomeini nombró Primer Ministro para encabezar un gobierno de transición al prestigioso opositor del Shah, Dheví Bazargán, estudioso del Corán, erudito, académico, ingeniero termodinámico formado en la Escuela Politécnica de París y que presidió la Petrolera Iraní durante la nacionalización de Mossadeg.
El 14 de febrero de 1979 personal de la Embajada americana fue tomado como rehén y Khomeini ordenó su inmediata liberación. Estados Unidos, queriendo armonizar, hasta compartió con Irán confidenciales análisis de inteligencia sobre una eventual invasión expansionista de Irak para apropiarse de campos petrolíferos.
El aparente equilibrio se rompió cuando el presidente Carter aprobó que el Shah viajara a New York el 22 de octubre para tratar su cáncer terminal, que según autoridades médicas solo podía atenderse allí. Los islamistas radicales exigieron extraditar al Shah para juzgarlo como criminal. Comenzando noviembre Bazargán se reunió con Brzezinski, Asesor de Seguridad de Carter y le pidió que Estados Unidos aceptara públicamente sus faltas por apoyar al Shah y que proclamara que no pretendía influir en la política de Irán. Acusando de traidor a Bazargán unos cientos de estudiantes radicales asaltaron el 4 de noviembre la Embajada americana y tomaron como rehenes unos 66 empleados de la misión. Los militares que custodiaban la sede cumplieron el protocolo para esas situaciones: no dispararon y se dejaron desarmar sin resistirse. Los captores liberaron las mujeres y los afroamericanos quedando 52 rehenes. Khomeini apoyó el secuestro y Bazargán renunció ante ese primer desafuero del fundamentalista islámico.
Carter decretó sanciones económicas embargando los activos de Irán en bancos y territorio americano, ascendentes a 12,000 millones de dólares. Al no funcionar la diplomacia, concibió la operación “Garra de Águila” para liberar los rehenes con miembros del cuerpo élite “Delta Force” que viajaron por avión y en 8 helicópteros. Dos de ellos se averiaron y un tercero, abatido por una tormenta de arena se accidentó y murieron 8 militares. Para rescatar todos los rehenes se necesitaban 6 helicópteros y como solo estaban 5 disponibles, Carter abortó la desafortunada operación.
La muerte del Shah y la llamada “guerra impuesta” Irak-Irán crearon un ambiente propicio para una solución diplomática y el 19 de enero de 1981 se firmó un acuerdo para liberar los rehenes y levantar las sanciones a Irán, actuando Argelia como mediadora. El 4 de noviembre de 1980 en el aniversario del ataque a la Embajada, Reagan derrotó ampliamente la reelección de Carter. La diplomacia logró que todos los rehenes fueran liberados, sanos y salvos, el último día de la Presidencia de Carter, después de 444 días de cautiverio. Con esa experiencia Estados Unidos es muy cauto para usar la fuerza para liberar rehenes.