Refundar la República es el título de una obra escrita por Rafael –Fafa- Taveras con carácter autocrítico acerca de los errores cometidos por una izquierda dogmática, con el propósito de plantear reformas para la democratización del Estado que rompan con el monopolio que han tenido “círculos minoritarios, pero poderosos”, que superen “la exclusión de las masas” en su cotidiano accionar y que venzan “la herencia autoritaria y caudillista que ha permitido el reino de la voluntad personal de los dirigentes y jefes de Estado por encima del respeto institucional…” (Comillas de Fafa Taveras).
En su obra, publicada en 1992, Taveras plantea una serie de reformas que llama “posibles y necesarias”, entre las que sobresale, con carácter estructural respecto al funcionamiento del Estado, una modificación constitucional que contempla la reducción de poderes en manos del Presidente; la creación de la Carrera Administrativa y del Tribunal de Garantías Constitucionales; la independencia plena de los poderes Legislativo y Judicial; la designación de los jueces de la Junta Central Electoral, Suprema Corte de Justicia, Tribunal de Garantías Constitucionales y Tribunal Administrativo Contencioso, del Procurador General de la República y de los miembros de la Cámara de Cuentas por la Asamblea Nacional; etc.
Juan Bolívar Díaz, quien hace la introducción, expresa que “Fafa Taveras está tocando las conciencias dormidas, está llamando… a unir fuerzas en un haz de voluntades que se constituya por lo menos en un gran mecanismo de presión para que la política sirva al supremo interés nacional y no a las ambiciones individuales y grupales. Si no refundamos la República, por lo menos ofrezcámosle una nueva plataforma … para que las instituciones y toda la sociedad civil abandonen el autoritarismo, el providencialismo y todo género de prácticas antidemocráticas. Hagámoslo a nombre de tantos que han pagado con sus vidas…”.
Lo expuesto estaría muy bien si nuestra sociedad no viviera bajo la influencia de las deformaciones sociales propias de la baja pequeña burguesía. De manera clara y precisa el profesor Juan Bosch definió los vicios de las tres capas que dan sustancia al nivel inferior de la pequeña burguesía, dos de las cuales no llegaron a ser esbozadas por Carlos Marx dadas las características particulares de los países europeos que lo llevaron a formular una alternativa al capitalismo explotador de la época.
Para establecer el núcleo central de este ensayo, es necesario partir del análisis individual a dos tópicos que subyacen en la obra de Fafa Taveras: la burguesía, tal y como fue concebida en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX por Engels, Marx, Lenin y los genocidas de Stalin y Mao, y la deformación social que ha denigrado el comportamiento de los dominicanos.
Un siglo transcurrió desde que Marx y Engels plantearan sus teorías y primero Lenin, y luego Stalin y Mao, las consumaran en lo que científicamente se dio a conocer como comunismo o marxismo-leninismo. Durante todo ese tiempo el accionar de la burguesía a nivel mundial exhibió una conducta muy próxima a la de la oligarquía, y los obreros, que vendían su fuerza de trabajo al burgués, sufrían en forma parecida las calamidades y abusos de quienes servían a los oligarcas, aún recibieran remuneración por las interminables horas de trabajo bajo condiciones desfavorables de clima, seguridad, salud, motivación y libertad de reunión y asociación.
El proletario servía al burgués bajo un severo esquema de explotación característico de los esclavos, salvo que podía regresar a su hogar y recibir salario a cambio de su esfuerzo. Esta situación permitió a Marx y a Engels desarrollar la tesis abolicionista del sistema de propiedad burguesa y plantear la dictadura del proletariado, o sea, la creación de un Estado en que los obreros tuviesen el control del poder político en lugar de la burguesía.
La validez de esta propuesta tendría vigencia hasta pocos años después de la primera mitad del siglo XX cuando los países europeos -que sirvieron al desarrollo de sus teorías-, Estados Unidos y Canadá comenzaron a reconocer, en términos integrales, el valor real del obrero y su importancia en la generación de plusvalía, otorgando derechos, remuneración económica justa y beneficios marginales de significativo valor, no sin que antes se viera precisado a librar encarnizadas luchas en las que se perdieron cuantiosas vidas.
Los marxistas-leninistas de todo el mundo debieron plantearse este análisis en vez de pasarse la vida repitiendo las mismas teorías sobre un sistema que había fracasado económica y políticamente antes de desarrollarse, aún habiendo mostrado enormes adelantos en el plano social.
La burguesía ha avanzado significativamente, sobre todo en países desarrollados, en su relación con el proletariado, al punto de que millones de obreros industriales, altamente especializados, gozan en la actualidad de condiciones materiales de existencia, beneficios económicos y retribuciones complementarias (vacaciones, días por enfermedad, bonos, becas para sus hijos, cursos de actualización y superación…) por encima de muchos medianos y altos pequeñoburgueses. La burguesía ha ido conquistando un lugar de relevancia dentro de las relaciones de producción, convirtiéndose en la más importante de las clases sociales; sin su existencia, la clase obrera sería inexistente. Una depende de la otra como el hijo de la madre.
Aún más: tan favorable es la burguesía que de renacer la corriente socialista -o comunista, si así se prefiere- sería su principal aliada ya que ella, y sólo ella, reproduce a los obreros como conejos. Habiendo concluido la primera mitad de la segunda década del siglo XXI, las verdaderas clases perniciosas en el desarrollo natural de la sociedad dominicana son la oligarquía y la alta pequeña burguesía; ambas se nutren de las deformaciones sociales y los vicios propios de la baja pequeña burguesía.
El problema de la burguesía local radica en que no ha hecho conciencia de clase y, en su manera de actuar, coincide, en muchas ocasiones, con la oligarquía. Es, por lo tanto, obligada encomienda señalar a la burguesía el papel que debe jugar en el desarrollo económico de la nación y, a la vez, delimitar el campo de acción para que su ejercicio no esté matizado por los desmanes del frente oligárquico.
La oligarquía, después de la muerte de Trujillo, logró consolidarse como clase dominante, y sus integrantes pasaron a convertirse en lo que Fafa Taveras denomina "círculos minoritarios, pero poderosos". La alta pequeña burguesía está muy lejos de comprender su verdadero rol: el de desarrollar pequeñas industrias como paso a previo para al escalamiento de la capa superior: la burguesía. La lucha de la mayoría de sus integrantes por alcanzar esta clase y los temores de descender en el ordenamiento social en un país de capitalismo tardío no han permitido a los altos pequeñoburgueses desprenderse de las deformaciones adquiridas en los niveles más bajos de la baja pequeña burguesía.
El alto pequeñoburgués dominicano se ve atraído por la oligarquía; como no tiene conciencia colectiva, dada su capa de procedencia, prefiere: o comprar una finca y sembrar o criar lo que sea con apenas dos o tres empleados que viven en la más espantosa miseria, o abrir certificados de depósitos en bancos locales… o abrir cuentas en dólares o euros en Estados Unidos y España. Su accionar es diferente al del alto pequeño burgués de sociedades desarrolladas: este instala una pequeña fábrica, produce algún bien de consumo y da trabajo a un número importante de obreros.
La deformación social dominicana es responsable de que sus integrantes hayan institucionalizado la inmoralidad, la corrupción, la indisciplina y el desorden como formas normales de vida, y de que su conducta esté regida por el escalamiento de capas, por lo que apelan a cualquier desafuero con tal de disfrutar de las formas de convivencia atípicas en una sociedad atrasada. La pretensión sin límites ha llevado a muchos a actuar de común acuerdo con la oligarquía que sustenta el poder; "… hay un sector adscrito al frente oligárquico que le sirve de instrumento nacional de poder y al mismo tiempo aspira a integrarse en él al nivel más alto… hay un sector, probablemente el más numeroso, cuya única ambición es asegurar lo que ya tiene y mejorarlo…" (Dictadura con Respaldo Popular, Juan Bosch, Cuarta Edición, Santo Domingo, 1991, Pág. 154). Muchos calieses, asesinos, ladrones y corruptos, no importa si son jueces, políticos o sacerdotes, tienen su origen en la baja pequeña burguesía, el último de los niveles que, según Marx, existía en las sociedades europeas producto de la división de clases que genera el lugar que se ocupa en las relaciones de producción. Pero ese nivel encontró con Juan Bosch, y la realidad dominicana, no la europea, dos subcapas: la baja pobre y la baja muy pobre, de las que salen todos los vicios que como sociedad exhibimos.
“Las capas bajas de la pequeña burguesía se nutren del campesino que llega a las ciudades. De ellas sale tanto el guardia y el policía como el activista político, que vota convirtiendo ese acto en una inversión que, cree él, conoce muy bien el candidato por el cual sufragó. Está totalmente convencido de que el voto que emitió fue el que hizo presidente de la República a su candidato y que este también lo cree, por lo que espera una retribución material a cambio” (Ibíd.). En “La baja pequeña burguesía…”, un articulo que escribimos en noviembre de 2010, decíamos que “El bajo pequeño burgués hace lo impensable para subir en la jerarquía social: miente, roba, inventa chismes, mata, traiciona; se cree amigo personal de militares y funcionarios que no conoce; sabe de todo, calumnia, fabula; repite lo que oye y lee sin constatarlo y su alma vende al diablo, de ser necesario, por la exhibición y la obtención de bienes materiales. De él se puede esperar cualquier atrocidad sin importar la magnitud de la misma; es responsable -por los millones de iguales- de la sociedad que existe y siempre ha existido en la República Dominicana; de los interminables gobiernos de Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández y, parece que, por el trabajo sucio que realiza, en un futuro no muy lejano, de algún otro Trujillo”.
Esclarecidos los tópicos relacionados con el nuevo papel de la burguesía y las raíces de nuestra deformación social, es indudable que no se debe descartar la conformación de un frente revolucionario que propicie la instauración de una nueva forma de gobierno, rígida pero sujeta a las reglas de una verdadera democracia; una nueva forma de gobierno en que las leyes sean sagradas… "Sin leyes no hay sociedad humana, y las leyes sólo tiene valor si cada persona las acepta, las respeta y las hace respetar" (Juan Bosch).
Refundar la República debe ser la consigna ante tanta degradación moral, inseguridad ciudadana, corrupción, depredación de recursos naturales, cinismo, indolencia y burla. Pero refundarla significa transformar todos los estamentos de la sociedad y del Estado. Además de las reformas "posibles y necesarias" señaladas por Fafa Taveras, hay que construir un Estado laico que deje de lado la influencia de la iglesia; reformular el sistema policial y conformar unas fuerzas armadas en base a la necesidad real, que margine el latrocinio y el sicariato de Estado; formar y educar un nuevo liderato político que haga suyas las aspiraciones de los Padres de La Patria y rompa con la depravación impuesta por peledeístas, reformistas, vinchistas y perredeístas…
Para lograr estas metas, y de manera conjunta, el país debe ser sometido a un régimen que eduque e instruya; que haga respetar las leyes; que propicie el desarrollo económico facilitando a la burguesía el papel rector que le corresponde; que garantice trabajo, salud y libertades fundamentales; que suprima, de una vez y para siempre, el terror gubernamental y el hambre y fomente un régimen de consecuencias contra toda violación a la ética, la moral y las normas establecidas. Como expresara Juan Bolívar Díaz, "Si no refundamos la República, por lo menos ofrezcámosle una nueva plataforma … para que las instituciones y toda la sociedad civil abandonen el autoritarismo, el providencialismo y todo género de prácticas antidemocráticas. Hagámoslo a nombre de tantos que han pagado con sus vidas…". Las esperanzas y los sueños nunca deben perderse…
Nemen Hazim Bassa
26 de agosto de 2015
San Juan, Puerto Rico