Desde hace semanas estamos observando a través de distintos medios de comunicación el éxodo masivo de ciudadanos sirios y de otros países con inestabilidad social, abandonar sus países para llegar a Europa. Los naufragios no se han hecho esperar y cada semana suceden dos o tres.
La muerte va de la mano con los miles de seres humanos que cruzan varias fronteras con la esperanza de iniciar una nueva vida lejos de las bombas y del terror de la guerra Siria. Las imágenes de esa estampida humana, como algunos analistas afirman, es la mayor crisis humanitaria europea desde la segunda guerra mundial. El mundo contempla absorto las peripecias de estas personas y los líderes europeos abren las puertas a regañadientes a cierta cantidad de refugiados en sus respectivos países. Aunque la cruda y dolorosa realidad llegó cuando se filtró la traumática fotografía del niño de tres años Aylan Kurdi que junto a su familia huyó de la ciudad de Kobane, murió ahogado junto a su hermano y fue hallado en la orilla de una playa turca por un policía que en ese momento custodiaba la zona. Triste realidad reflejada en una fotografía dura y cruel que hizo reactivar más las operaciones de rescate en alta mar. Aylan, según algunos es el símbolo de esta tragedia de los refugiados y por ende, de una Siria hecha añicos donde sus ciudadanos huyen para preservar la vida.
En ese sentido, Europa contempla la crisis y abre sus puertas. A Estados Unidos se le recrimina no recibir más refugiados aunque de acuerdo con un informe de la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur), de los 105.2000 refugiados de distintas nacionalidades reubicados en el mundo en 2014, 70.000 fueron acogidos por EE.UU. De estos sólo 132 eran sirios, según datos de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados de EE.UU. En lo que va del año de 17.000 ciudadanos sirios para su acogida en EE.UU., de los cuales 1.564 han sido admitidos hasta ahora, según datos del Departamento de Estado.
Recientemente, en la cumbre de la ONU el presidente de Estados Unidos, Barack Obama y su homólogo ruso Vladímir Putin, coincidieron en la necesidad de derrotar a los yihadistas en Siria, pero discreparon en el método. El estadounidense cree que el dictador Bachar El Asad debe abandonar el poder. El ruso quiere reforzar a El Asad para vencer al Estado Islámico en una guerra que ha dejado más de 200.000 muertos y millones de refugiados. Ya Rusia inició bombardeos en Siria en apoyo a las fuerzas de El Asad.
Mientras esto sucede y uno piensa que las grandes potencias debieron de haber actuado hace años en Siria, miles de refugiados arriesgan sus vidas en procura de una tierra en paz.