Luego de indicar que los impuestos incorporados al anteproyecto de presupuesto serían transitorios y que se estaba en la disposición de escuchar y realizar los cambios de lugar, el Presidente decidió eliminar todos los impuestos. Lo mejor que hizo. Al Congreso debe llegar un proyecto que refleje un consenso de los principales funcionarios del área económica involucrados en su diseño. En ese proceso de armar la pieza es algo normal consultar sobre cambios en normativas a sectores que serán afectados o beneficiados de las mismas.
Ahora bien, el escenario natural para estos encuentros está en las salas de reuniones de los despachos de los principales funcionarios. Esto porque entre participantes con menos asimetría de información y dispersión de intereses al debatir temas tributarios, es más probable llegar a posiciones intermedias de aumentos o desmontes de figuras impositivas o subsidios actividades específicas.
Traspasar esas funciones de lograr consenso al Congreso no tenía sentido. El Ministro de Hacienda tiene poder para convocar a una asociación empresarial o a un gremio profesional con el objetivo de escuchar sus comentarios sobre una iniciativa fiscal. Los recibe en su terreno, dirige la reunión, ofrece el brindis y manipula el control del aire acondicionado. Inaudito que pase de anfitrión a ser un invitado más que agotará un turno en careo organiza, preside y arbitra un legislador. No lo creo, ese poder ni se abandona ni se delega, independientemente de que exista o no una certeza de apoyo incondicional de los congresistas a las propuestas del Ejecutivo.
A propósito, hay que felicitar a los congresistas del partido de gobierno que se mostraron alarmados por la incorporación de tantas decisiones conflictivas de ingreso, como sacar del panteón figuras como el impuesto a los activos financieros, gravar el inmaculado salario de navidad y remenear el nido de avispas de los impuestos a las compras internacionales con tarjetas de crédito. Bien por ellos, ya que a los de oposición les toca morderse la lengua por un rato.
El Presidente escuchó a legisladores de su partido de la misma manera que luce analizó los comentarios de tantas personas mostraron inquietud por las medidas. En un gesto poco común, y por eso la agradable sorpresa entre los sensatos, retoma la formulación del presupuesto con una aptitud humilde digna de ser copiada por los colaboradores tendrán que ahora hacer los ajustes.
Con nada de nuevos impuestos el próximo año, las autoridades se enfrascan a dar una segunda mirada a los gastos. Al respecto, el Presidente volvió a enfatizar que será austero, no va a tolerar corrupción en su gobierno ni permitir quede impune el dispendio descomunal atribuye a la pasada administración. Entre los culpables de provocar esa situación cita al organismo de control externo que responde al Congreso Nacional. Este pronunciamiento suponemos debe responder a una decisión de corregir la situación que van a motorizar legisladores del partido, en vista de que el ambiente está que no aguanta más simples desahogos.
En ese sentido, la reiteración de la lucha contra la corrupción será positiva para que se atienda la queja de la Procuraduría General de la República por la disminución sustancial de su presupuesto. También añade un incentivo para acelerar el paso permita iniciar los procesos prometidos y reclamados por una población que ahora ve en la expropiación de patrimonios a futuros condenados por corrupción una vía para cuadrar el presupuesto, evitar impuestos y necesidad de financiamiento. ¿De dónde salen esas matemáticas?
Para los inversionistas en bonos soberanos, pasar del dicho al hecho es algo que podrán leer como novedad en memorandos de oferta donde vienen leyendo los mismos párrafos desde hace años, en lo que perciben el estancamiento de casos de corrupción que involucran consorcios brasileños en proyectos de inversión pública y compra de aviones de combate.
Felicitaciones nuevamente al Presidente por su disposición al diálogo y apego a sus promesas de campaña sobre reforma tributaria y lucha contra la corrupción.