El documento bastardo apareció súbitamente detallando la reforma fiscal que se avecina. A pesar de tener toda la pinta de papeles oficiales, el legajo fue negado por el gobierno. No obstante, como sucede con muchos hijos bastardos, se sospecha quien fue el progenitor. Sin lugar a duda, ha resultado ser un inteligente “globo de ensayo”, un tanteo táctico de la opinión pública que, a mi entender, dio sus frutos. Ahora se conoce el parecer de esta sociedad sobre el pago de impuestos.
Docenas de economistas, empresarios, políticos, sociólogos y comentaristas de impecables credenciales, analizaron la propuesta. También politicastros, mete miedos, y pescadores de aguas revueltas. En fin, todo el que pudo opinar y criticar el documento lo hizo y sigue haciéndolo. Nadie se queda sin externar su parecer sobre lo que se ha tomado, sin serlo, un hecho consumado. Ahora está por verse si el gobierno tomará en cuenta o no tan acuciosas revisiones. Si evaluará correctamente el riesgo al que se enfrenta.
Hoy mi propósito, siendo lego en la materia, no es el de barruntar sobre cuestiones impositivas, sino compartir mi percepción sobre el espíritu ciudadano ante la noticia de que se avecinan nuevos impuestos.
Luego de escuchar, ver y leer, innumerables pareceres provenientes de profesionales en la materia, y de ciudadanos de diferentes estratos sociales, tengo por cierto que el colectivo está convencido que volverá a ser sacrificado en los altares de la clase gobernante. Tenemos una población a la defensiva, presintiendo que pagara por los platos que otros rompieron. Esa indignación popular, igual que la desconfianza en los políticos, tiene razón de ser y fundamento histórico.
Esa actitud que hoy encrespa al dominicano, la resume en palabras el sociólogo Carlos Julio Báez Evertsz en su último artículo: “… en este momento no hay que subir los impuestos, sino cobrarles con rigor a todos, especialmente a los muy ricos y a los grupos empresariales e inversionistas extranjeros, que no se les cobra o no pagan impuestos”. Esa es la síntesis del espíritu colectivo que enfrentará el gobierno, una vez anunciada una reforma definitiva. No puede ignorar esa realidad social, desvelada luego del atinado “globo de ensayo”. Ni siquiera el más indiferente y desposeído de los dominicanos ignora hoy las groseras evasiones de impuestos, exenciones, exoneraciones, privilegios fiscales, y doble contabilidad de quienes han sido afortunados en los negocios y en la política.
Se conoce muy bien, es inocultable, que la mayoría de los nuevos ricos de la política se pasan por “el arco del triunfo” los impuestos. sin que nadie se ocupe de llamarlos a capitulo, de sancionarlos o perseguirlos. Recientemente, se hizo viral la denuncia del movimiento “Rescate Democrático” al publicar, por diferentes plataformas mediáticas, la sospecha de que uno de los negocios portuarios más prósperos y exitosos de este país viene declarando pérdidas por años, sin pagar un solo centavo al fisco. Uno de tantos casos que hoy, debido al abundante acceso a la información, es imposible disfrazar.
Espero que una vez reunidos para recopilar opiniones, sugerencias y críticas sobre el documento bastardo de reforma fiscal, quienes finalmente elaboren con el presidente la propuesta incluyan entre sus asesores a sociólogos, politólogos, intelectuales y periodistas; evitarían perder de vista esa realidad psico-social que inquieta el espíritu comunitario.
Tampoco pueden dejar a un lado la mala fe de la oposición política -aterrada por la independencia del poder judicial e indiferente al mejor destino de esta nación– que hoy se encuentra frotándose las manos, esperando una propuesta errada para provocar desórdenes e intentar dar al traste con “el cambio”.