El tema del Estado de Derecho nos impulsa a reflexionar sobre nuestras carencias morales y sistémicas, dentro de un marco jurídico viciado y entrópico.
Este accionar cotidiano, responde a múltiples vectores que, en forma logarítmica, apuntan a las falencias teóricas de las diferentes ramas del saber y la especulación.
Entre estas ramas del saber, podríamos recurrir a los postulados económicos, expresados a través de los planteamientos teóricos y empíricos.
Lo que vulgarmente denominamos como “La Economía” no es mas que un compendio de aconteceres, donde el ser humano desarrolla habilidades y competencias para subsistir, en la sociedad donde milita y se desempeña como consumidor y/o productor.
En esta rama del saber, han surgido teorías variopintas en un intento de justificar los perfiles de preferencias del Consumidor, que datan de hace más de dos siglos. Sin embargo, el meollo de todo este elucubramiento académico e institucional, reside en la Distribución de la Riqueza.
La “Riqueza” no es más que un estado anímico y corporal, donde se refleja la magnitud del bienestar del ciudadano común.
Es precisamente aquí donde la Distribución del Ingreso nos brinda la instrumentalidad necesaria para poder entender su incidencia en el perfil de conducta antisocial y entrópico de nuestra sociedad.
Una riqueza mal distribuida, genera una concentración de ingresos y, por ende, de poder, que atenta contra la estabilidad social al disminuir la capacidad de empoderamiento del ciudadano común. Esta condición puede verse desde varias vertientes:
1-La Escala de Salarios actual no es suficiente para cubrir la Canasta Básica (bienes y servicios). Su cobertura es de solo un 17%; el restante 83% se “cubre” con el dinero plástico o con una financiación onerosa, a plazos ridículamente cortos. En el peor de los casos, el ciudadano común tiene que ejercer la Autarquía y desempeñarse con ese 17%.
2-La composición de los Tramos Fiscales e Impositivos, no responden a una política de una verdadera y equitativa distribución de los ingresos. Las tasas y arbitrios regresivos, las exenciones fiscales complacientes, los Anticipos sofocantes, la poca universalidad del ITBIS, conforman una iniquidad tremenda en la Distribución del Ingreso.
3- La actividad productiva, que es la generadora de empleo e ingresos, se ve constreñida por lo expresado en el punto anterior y a la vez, incide en las estructuras de desempeño de nuestra economía de servicios también.
4-El gasto y la Inversión Social, responde mas a un Leith Motiff egocéntrico que a las verdaderas necesidades geopolíticas de nuestro territorio. En la Educación, ese 4%, se ve reflejado mas en las infraestructuras que en la superestructura del saber. Lo mismo ocurre en el sector Salud.
5-La agropecuaria NO ha podido mantener un flujo de productos insulares hacia los centros de turismo y los de acopio/ venta de alimentos. El concepto, de los años 70 de ser “El Granero de America” ha caído en un limbo, por la codicia de algunos ciudadanos, amparados en el poder del Estado, usufructuando así las canonjías y cuotas de importación, asfixiando al productor nacional.
Si tomamos en cuenta estos factores dinámicos que afectan a la buena Distribución del Ingreso, vemos como la exclusión social y el cohartamiento del empoderamiento del ciudadano común, generan vectores de conducta antisocial, con una vocación enorme al despecho, rencor y delincuencia.
Mejoremos Pues, la Distribución del Ingreso de nuestros ciudadanos, si queremos frenar la delincuencia, el raterismo y la corrupción.