El espacio social, político y cultural del ser humano es la ciudad. Es la esencia de lo político, nombre asumido a partir del concepto de la  “polis” griega y la misma está constituida a partir de dos grandes componentes : la res pública y la res económica. Para León Krier, uno de los principlaes propiciadores del nuevo urbanismo, la fórmula es Res Pública + Res Económica= Civitas

Los monumentos y edificios públicos sin las calles y las plazas conforman la res pública, que son la esencia de la representación urbana. Los edificios o edificatoria con las calles y las plazas, conforman la res económica que es, a su vez, la esencia de la democracia urbana y además es donde se realizan las actividades productivas en la ciudad.

La desolación de la ciudad. El Palacio de la Esquizofrenia vacío.Fotografía de Omar Rancier

Cuando este esquema se trastoca por un evento extraordinario, como los desastres , la guerra o, como ahora, por una epidemia, los espacios de la ciudad se descomponen porque su uso se restringe y hay una pérdida, automática, voluntaria o no, de la democracia urbana.

Sin embargo, esto genera una reacción esperanzadora, por un lado, y es que, como ciudadanos confinados, comenzamos a apreciar el valor de los espacios de la ciudad; el valor de la sociabilidad cara a cara y tomamos conciencia de que este contacto social que se da en la calle, en la plaza o en el trabajo es mas importante que los “likes” de las redes sociales, que a su vez comienzan a tomar su rol en la vida de la gente como instrumento de conectividad social, pero nunca como sustituto del espacio real. Sin embargo, por otro lado, se tiende a demonizar los espacios públicos y el contacto social y con ellos el concepto de ciudad compacta que ha sido promovido por mucho tiempo como la solución para eficientizar los servicios públicos.

La toma de conciencia del rol esencial de los espacios públicos da pie no sólo a una mejor valoración de estos, sino que permite que los administradores de la ciudad y los políticos entiendan que la importancia de estos va mas allá de nombrar cualquier espacio residual como plaza o parque; que entiendan que la ubicación de estos debe responder a la dinámica social de los sitios. La demonización de los espacios públicos y la densidad urbana nos lleva a repensar el diseño de la ciudad y la relación campo ciudad, lo rural versus lo urbano.

Una ciudad asediada por la pandemia del covid-19, más psicológica y mediática que otra cosa, producto de una guerra económica entre potencias, podría convertirse de esta forma en una oportunidad para hacer una ciudad mas inclusiva.

La condición negativa que se da a los espacios públicos en caso de epidemia, por convocar a la sociabilidad que en estos caso se lee con “fuente de contagio”, ayudaría a construir un nuevo concepto de espacio que articularía de manera mas efectiva las actividades de la ciudad y aportaría calidad de vida a sus habitantes y belleza e identidad a la misma.

En situaciones como las que nos esta tocando vivir la dimensión urbana asume un perfil ambiguo; por un lado, la conglomeración urbana, la densidad, es una de las condiciones de contagio, pero al mismo tiempo es lo que permite concentración los servicios de salud que tratan de controlar la situación. Dentro de esa dimensión ambigua el rol de la ciudad informal, marginada y pobre asume toda su dimensión social. Y en la ciudad informal, el caso, sobre todo, de la vivienda precaria. Una pregunta obvia es ¿Cómo se hace una familia de cinco personas que habita una casucha de 18m2 para cumplir la cuarentena?

A partir de la respuesta a esta acuciante pregunta se debe empezar a dar forma a esa nueva ciudad inclusiva y resilientes, capaz de resistir los embates de una crisis de salud como la que nos afecta.

Y aquí de nuevo el espacio público asume su protagonismo.

El espacio público es, principalmente en los barrios precarios, la extensión existencial de la vivienda, por lo tanto, en situación de calamidad sanitaria es o podría ser una salida para resolver el hacinamiento por la carencia de espacios interiores. En sentido general los espacios públicos constituyen unos de los componentes que sostiene la resiliencia en la ciudad, sobre todo en los barrios mas pobres. Esto es evidente en los casos de desastres ocasionados por huracanes o terremotos. Para el caso actual que supone una restricción de actividades, la utilidad de los espacios públicos es , si se quiere , mas sutil: mientras se desaconseja usar estos espacios, que como he planteado le dan “voz’ a la ciudadanía, en los barrios marginales un espacio público es un desahogo para esa familia que vive hacinada. Sin embargo, su efectividad dependerá de su diseño y de su ubicación estratégica dentro del sector; de ahí, como dijera anteriormente, la necesidad de que las autoridades entiendan que una plaza no debe colocarse “donde aparezca” si no, donde se necesita.

Siempre cito a Oriol Bohigas cuando afirma que la ciudad son sus espacios públicos, pero así mismo esos espacios necesitan de la edificatoria, sobre todo de la vivienda, para conformar eso que Krier llama civitas.

¿Cómo puede el espacio público aportar soluciones en una situación como la que estamos viviendo? Aun y su uso se restrinja, estas áreas darían soporte, principalmente, a esos barrios pobres, para disponer algunos servicios primarios de salud o asistencia social.  Instalaciones que de alguna manera transmitan esperanza y confianza. Las familias de la comunidad podrían organizar esos centros de asistencia que además controlen el cumplimiento de las restricciones impuestas para la salvaguarda de la salud de todos. Se podrían instalar centros de distribución de alimentos y de agua. Todo esto respetando el llamado distanciamiento social, lo que generaría una interesante contradicción, la de organizar un espacio publico que sirva, pero no convoque.

Habría, además, de trabajar la articulación de las viviendas ( habitáculos, en los barrios pobres) con ese espacio publico resilientes, habilitar una especie de anti-espacio donde disponer áreas de atención a la comunidad, construir lo que puede llamarse una “nueva resiliencia” y formular nuevas estrategias de planificación territorial y gobernanza.

Esquema Proyecto en La Ciénaga. Aquiles Azar, hijo.1993

El concepto de resiliencia entra al vocabulario profesional y coloquial de mano de la importancia que se le ha dado a la gestión de riesgo a desastres y a la adaptación al cambio climático. El mismo se ha incorporado como una estrategia de la planificación territorial y urbana.

Por esa misma relación a la gestión de riesgos y a la adaptación al cambio climático, la resiliencia se ha pensado como una estrategia de intervención vinculada a la reconstrucción física. Se habla de como recomponer las viviendas o las edificaciones en una comunidad en situación de pos-desastre.

La definición tradicional, referida a la ciudad, dice: “Capacidad que tiene una ciudad para prevenir amenazas, resistir impactos y recuperarse de las crisis volviendo a su estado de equilibrio.”

Sin embargo, el impacto a escala mundial de la pandemia por el coronavirus nos plantea repensar este concepto a partir de lo que ocurre. SI bien tiene una manifestación física, la pandemia hace mella en la población, especialmente en su manifestación social y, muy especialmente, económica.

Teniendo en cuenta que la única manera de detener el contagio es con el distanciamiento social, la parte de educación, formal y ciudadana, y concientización social es primordial, pero todavía mas es la parte que vincula esta educación con el problema económico, sobre todo de la clase mas vulnerable del espectro social: los pobres.

La importancia de la planificación urbana y el ordenamiento territorial se evidencia en tiempos de crisis. Y cada crisis nos trae la oportunidad de repensar las maneras y los métodos de intervenir el territorio. En la actual situación de la pandemia del Covid-19 se debe replantear el abordaje de la planificación del territorio en cuanto a salud, inversión publica y gestión del territorio.

Y eso debe hacerse a partir de dos direcciones tomando la ciudad como referencia. Hacia dentro y hacia fuera.

Hacia dentro, se debe repensar el tema de los barrios marginales y pobres, el tema de los espacios públicos, que discutimos anteriormente y el de la gestión del territorio, sobre todo la instauración de unidades municipales de gestión descentralizadas, que permitan organizar- en el caso del COvid-19- la respuesta rápida y sectorizada  a las necesidades de la comunidad a partir de un inventario geo localizados de espacios públicos y edificaciones de espacios amplios como los polideportivos y  los almacenes.

Hacia fuera, se necesita rescatar los proyectos de planificación metropolitana (metropolitización) y el desarrollo de las ciudades intermedias. Con la metropolitización se lograría coordinar la gestión y priorizar la inversión publica en las áreas de mayor densificación urbana y con el desarrollo de un sistema de ciudades intermedias se lograría descentralizar los servicios públicos y reducir la presión poblacional sobre los centros urbanos.

Un aspecto importante de este repensar una nueva resiliencia y planificación, es el tema de los limites sectoriales, lo que permitiría contener de manera efectiva, localizando los recursos de cada sector, los efectos de la epidemia. Pensemos en una nueva infraestructura verde, con corredores ambientales.

En cuanto a la gestión la misma debe ser mas horizontal y participativa, de manera que se pueda ir controlando las inequidades y faltas de oportunidades que caracterizan la ciudad neoliberal del siglo XXI.

Nueva resiliencia, reformulación de espacios públicos y reurbanización de los barrios mas pobres a través de una gestión horizontal y participativa.

¿Es posible?

 

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