Con especial dedicatoria en su cumpleaños a mi queridísimo amigo Iván Perezmella Irizarry, felicidades!
Un día como ayer [considerando que esto lo escribí para que se publique mañana, el día después de mi cumpleaños, o bien, el día del cumpleaños de mi amigo Iván], de hace algunos años, tres décadas y más, nací. De nuestra llegada al mundo, es una fecha que solemos tener por especial regularmente casi todos los humanos, aún sin proponérnoslo (pero casi siempre haciéndolo). En mi caso, es posible que tenga el registro -mental o documentado- de lo que ha sido este día de cada año en retrospectiva, al menos y sin lugar a dudas en sus últimos 10 capítulos (cómo lo explico, cosas de uno).
Así, justamente hace 7 años, recuerdo haber despertado con una fuerte inspiración inusual -similar a la que regresó hoy-, y que me motivó a escribir algunas ideas que titulé: “¿Cómo ser un soñador pragmático y no morir en el intento?”. Pero nunca las publiqué, simplemente compartí el escrito entre algunos amigos cercanos que desde ese día estoy seguro que me conocen mejor que antes y que muchos otros amigos que no han podido leerme en esta versión “Og Mandino-Miyagui-Cuathémoc-Yoda”.
Releyendo el documento, me convenzo de que sigo pensando y sintiendo la vida en forma idéntica a la que confesé en esos párrafos del día 13 de septiembre del 2013, y que ahora entiendo pertinente -y quiero- compartirles:
“Si me preguntaran si lo que soy es lo que esperaba ser hace 10 o 15 años debo responder que no. Definitivamente nunca me presagié siendo el Manuel Alejandro Rodríguez que ahora me considero ser. Pero me siento feliz y orgulloso de serlo. Esto no es contradicción; sencillamente nunca imagine la persona que ahora soy, pues no estaba en mi menú de posibilidades, podría decir que entonces me faltaba creatividad. El Manuel de hoy es el producto inmediato de sus experiencias, del camino recorrido -y del que falta-, de sus errores, de la valoración y apreciación de esos errores, pero también de los fracasos y logros de sus iguales en el maratón de la vida. Esto de la misma forma que hace 10 o 15 años fui el producto inmediato de lo sucedido en los años anteriores a ese estadio.
Siempre he visto con agrado las personas que se proponen ser alguien especial o alcanzar una meta a largo plazo, y que logran hacerlo; un profesional exitoso, reconocido, sino el que más en su área; el líder que cosecha cambios sociales; el atleta que rompe los récords o que supera las proyecciones adversas; el artista que se posiciona y se hace estrella, los padres que luchan por lo mejor para sus hijos, y los hijos que también hacen felices a sus padres; y por qué no, el superhéroe que vence los corruptos, etc. Por igual admiro a los que sin proponerse ser lo que son a través de un plan preciso, alcanzan su más alto ideal humano.
Aunque en distintos momentos históricos he querido ser uno de esos tantos personajes con los que usualmente tutea todo soñador; no haberlo logrado no es el resultado de un fracaso, sino la consumación de una etapa que se cierra como puerta que abre una nueva, permitiéndome continuar la formación de un hombre que de todos sus años, imágenes, sabores, sonidos, prójimos y movidas tiene una porción, y que continua haciendo camino al andar alimentando sueños e ideales en su trayecto a la realidad, con una formula básica: vivir cada segundo como el único que tengo. (…)
Un balance de mis 31 años de andar de aquí para allá, manejando el tiempo al detalle, haciendo y deshaciendo, inventando, maquinando, fluyendo e improvisando, y aún con ganas de continuar, me deja de insumo algunas lecciones, que, sean o no muestras de mi pragmatismo, sí son en definitiva postulados de mi manual de guerra inconcluso contra molinos de vientos por venir, mandamientos que mi diario vivir ha ido redactando y que ahora presenta en un primer borrador, tácticas y estrategias de sobrevivencia en y para el estilo de vida elegido, o bien, normas de vida a propósito de la experiencia para el tiempo que me queda; me honra decir, de una vida que defino en conjunto maravillosa y que quizás de tener la oportunidad de decidirlo, me la dedicaría nuevamente, sin más.
A continuación “mi mensaje o enseñanza a mi mismo” que ahora comparto con ustedes:
1. Haz las cosas correctas. Independientemente de que sean valoradas o no por terceros. Si tu conciencia no puede prestarse a la independencia de tus intereses, somete tus actos al molde de los valores humanos: justicia, honestidad, lealtad, responsabilidad, dignidad, etc.
2. No esperes “tanto” de otros. Aún en relaciones interpersonales crear expectativas irreflexivamente es el origen de toda desilusión. Así minimizas el impacto negativo de una potencial traición. No es pesimismo, pero optimismo razonado.
3. Presume la buena fe, pero nunca -a priori- la des por indiscutible. Evade la paranoia de pensar que todo puede ser una trampa o que la intención es otra que la aparente, pero no olvides en que mundo estás. La apariencia de un demonio es angelical. Así tampoco subestimes al amigo, ni al adversario. La sabiduría popular no es genial por que sí: “debajo de cualquier yagua vieja puede salir tremendo alacrán.”
4. Si los errores ajenos –te afecten o no- tienen solución, procede siempre promoviendo una opción correctiva/rectificativa. Que tomar partida de la equivocación, falta o negligencia del otro sea una alternativa extrema. Procura hacer o contribuir con los cambios necesarios para que todo siga igual. Deja la sanción o castigo como última medida. Concilia/perdona.
5. Siempre que sea posible, evita dañar. Procura no herir sentimientos y perjudicar sin justa causa, y mucho menos abusar de otros. No tienes una obligación de favorecer, complacer o beneficiar a todos, pero ten como regla de vida y en nombre de la paz evitar a costa de lo necesario causar daños de cualquier tipo, a quienes tengas la potestad de afectar.
6. Cuenta contigo, y si no das, date otra oportunidad. Se tu número uno y tu propio sustituto. Seguro haz escuchado querer es poder y la necesidad es la madre de la invención… son axiomas. De la mano de la primera y séptima reflexión, apuesta a tí.
7. Ante todo, y antes que todo: prepárate. Sólo cuando te preparas conoces tus verdaderas debilidades. Por eso, esfuérzate y se valiente. Lo peor que puede pasar es que todo siga igual al momento actual, en todo caso un estado provisional.
8. Piensa tanto antes, durante y después de actuar. Reflexiona. Con la experiencia se construye inteligencia y con esta logramos acercar la perfección. El sentido común florece cuando se abona con las moralejas de nuestros andares y vivencias. También consulta la experiencia de otros, busca y valora los consejos. Si crees que se han acabado las opciones, entre libros encontrarás las mentes más brillantes de la humanidad prestas a ayudarte.
9. La (mejor) decisión correcta siempre es la más razonable -y viceversa-, la que propone el buen juicio. No necesariamente la más beneficiosa materialmente, sino la que identificarás si miras por la lente del sentido común y la justicia.
10. Procura tener a quien amar y quien te ame, ambas como tarea de todos los días. Identifícate en conjugar este verbo al menos con una persona que consideres especial (abuelos, padres, hijos, hermanos, tíos, amigos, pareja sentimental, etc.). Que aún en decisiones, escenarios o circunstancias extrañas a esa persona o personas que amas y te aman, tus acciones las tengan pendientes como motivo y en reflejo de sus consecuencias.
Analizando estas auto-enseñanzas, no me sorprende reconocer -aún- no dominar cumplirlas sin vacilaciones; precisamente, porque no lo he hecho, ahora las identifico de moralejas o principios, de ahí que mi meta es tenerlas como normas de vida auto-ejecutorias. Decidir ser o no conforme a estas directrices no es un problema matemático, cuesta tiempo y muchas pruebas. Entiendo estar en el carril para esta carrera, o al menos en la línea de salida tan pronto me reconocí como otro humano que aspira ser cada día una mejor persona; mi convicción es que intentando seguir esos peldaños voy encontrando buenos atajos para acercarme a ese “yo” ideal.
Esta enumeración –expuesta sin orden de prelación- hoy es un decálogo de normas que seguro con el tiempo se multiplicarán. Y si eso no sucede es porque en mí habrá dejado de vivir toda esperanza y optimismo.
Sugiero a todo lector practicar similar ejercicio identificando las enseñanzas que les ha dado la vida, que las comparta abiertamente como ahora lo intento, así quizás contribuiremos a ser mejores personas y directamente a formar una mejor sociedad.”
Y siendo coherente con todo lo anterior, aquí mis más recientes “reglas para la buena vida y el vivir bien”:
11. Si reconoces que la fe sin obra es muerta, acepta que lo último que no debemos permitirnos perder es la fe. De hecho, me parece más divertido y valioso alcanzar logros impulsado principalmente por la capacidad de soñar, que de cualquier otra forma. Diviértete así, y no dejarás de hacerlo.
12. Sin perder de vista las directrices anteriores, aprende a usar más tu corazón, sobre todo para tomar decisiones importantes. El escéptico te dirá que esto es solo una expresión poética, pues el corazón es solo un músculo. Y yo le advierto: sí, un músculo, pero el más importante del cuerpo 😉
Feliz día y mejor resto de la semana!