Usualmente es antes del 31 de diciembre cuando suelo publicar mis reflexiones de fin de año, pero este diciembre me ha atrapó con una cobardía de teclado nunca antes vivida… ¡Aquí estamos de regreso!
Quiero que sepan y lo digo claramente, iniciando este diálogo-monólogo, que el 2015 es y será un año muy importante en mi vida, pues es en él, que finalmente cumplo mis esperados 40 años. Sí, no se sorprendan, estoy desesperada por salir de ese tema… Es como si ese número volara por los alrededores como un fantasma, asustando a todos los que le mencionan (sobre todo a los hombres), “¡¡¡¿cómoooo?, 40!!!” Y ponen después la expresión que cuenta que la parte buena de la vida ha llegado a su fin. Es por esto y otras cosas más, que deseo que llegue ese día, lo más rápido posible; romper ese muro, tabú sinsentido, con la urgencia que me permite el paso de las horas, que se convierten en meses, que son imposibles de halar…
El 2014 fue un buen año. Todos los años con mucho trabajo son buenos. A la vez, es el mismo tema del trabajo arduo, que nos lleva a alejarnos un poco de las metas personales, de esas cosas que crees que vas a cumplir, que son solo tuyas y las aprendes a defender a toda costa.
En el 2014 maduré (algo) en el ámbito laboral. Esa madurez se adquiere a través de pruebas duras, y el derrame de lágrimas, pero cuando obtienes la ración que te toca, se siente bien; por haber sobrevivido el proceso que hoy te premia y porque aprendes a ver los problemas desde un punto de vista más sereno, lejos de las emociones.
En los días previos al 2015, fui víctima de unos cuantos ataques de pánico por miedo al futuro, pero han pasado… Qué es el tiempo sino un invento del hombre, quién puede afirmar que el 1ero de enero fue diferente al día anterior. Finalmente, los días están hechos para vivirlos, con las vicisitudes que traen. Están hechos para sacarles el jugo y bebérselo sin miedo. Entonces, 2015, te he recibido con la cara al viento, tratando de sonreír ante ti y ante la vida que me ha tocado, la vida que nadie más que yo respira, dispuesta a enfrentar sin más remedio lo que deparas.
Bienvenido seas, bienvenidos sean mis ¡40!, número con el cual mido mi resistencia y ¡Feliz resto del año a ustedes, a los amigos, a los valientes!