2020: annus horribilis para todos, incluso para quienes han sacado alguna ventaja económica de esta pandemia de la COVID-19. Ha sido un año convulso en todas las áreas a nivel mundial, que ha puesto sobre el relieve, otra vez, las miserias, las virtudes y las proezas humanas. Lo propio de esta pandemia es que por su naturaleza ha mostrado las carencias e injusticias de los sistemas sanitarios y la importancia de los espacios públicos para el esparcimiento y la calidad de vida de las personas.

Gracias a lo anterior, nos toca comenzar a revalorar y repensar el derecho a la salud y el sistema que está llamado a protegerle, así como la necesaria red de apoyo social para los adultos mayores conforme al compromiso estatal asumido en el artículo 57 de la Constitución. Por igual, en el caso de Santo Domingo, la urgencia de espacios públicos de calidad para el disfrute de la ciudad es un tema impostergable para las autoridades locales, que en lugar de aprobar modificaciones a ordenanzas que aumentan densidades, deben avocarse a la recuperación y adquisición de nuevos espacios para la gente.

Los negocios y los hogares han sido fuertemente golpeados por la pandemia y esto posiblemente se agrave en el primer cuatrimestre del próximo año con el retiro parcial de las subvenciones otorgadas por el gobierno durante este año para enfrentar la crisis económica y no desamparar a los trabajadores y a las familias más vulnerables. Esta situación nos convoca a discutir el actual modelo económico y la necesaria priorización de sectores e industrias verdaderamente productivos, tanto en cantidad y calidad del empleo, así como el incentivo para promover empresas brinden innovaciones tecnológicas que den valor agregado a los servicios y bienes que producen.

La dependencia económica hacia algunos servicios, a los cuales se les destina miles millones de pesos en incentivos fiscales, es una mala apuesta, sobre todo si estos no generan empleos de calidad ni innovación tecnológica que nos haga más competitivos.

El próximo año el país tiene como gran reto replantearse a fondo el modelo económico actual y transformarlo por uno que promueva una mayor industrialización, revitalice nuestra agroindustria, incentivando la actualización tecnológica en nuestros campos y capte inversiones inteligentes en áreas claves para el desarrollo como, por ejemplo, infraestructuras portuarias y ferroviarias, que permitan agilizar las exportaciones de nuestros productos.

La covidianidad será parte de nuestras vidas por un buen rato, a pesar del inicio de las vacunaciones en marzo del 2021 y sus brisas esperanzadoras de volver a tiempos recientes, pues el efecto no será inmediato y lograr la inmunidad del rebaño tomará más de lo que muchos esperan. Hay que ser pacientes, pues a veces lo bueno tarda en llegar. Esto en lugar de ser desalentador, debe movernos a asumir el 2021 con más optimismo, necesario para sobrevivir y continuar enfrentando a la COVID19 y los escenarios adversos a los que sin dudas nos enfrentaremos en el 2021, que deben impulsarnos a provocar las discusiones sociales, económicas e institucionales que nos ayuden a cerrar el próximo año con conquistas importantes para el bienestar social.

Cerremos este año acogiéndonos a las disposiciones sanitarias del gobierno, sigamos cuidándonos y cuidando a nuestros seres queridos, demos gracias por haber llegado al mes 12 de este año, cuando muchos otros lamentablemente no pudieron, y en estas fiestas extrañas preparémonos para afrontar el 2021 con brío y optimismo.