Cuando somos conscientes de que el tiempo que nos queda por vivir es sustancialmente menor que el vivido, hay creencias que se fortalecen y otras que se modifican; incógnitas que se esperan descubrir; no se renuncia a la esperanza, aunque se marchiten las ilusiones; comprendemos que lo absoluto es que muchas cosas son relativas; que no es lo mismo existir que vivir; que reflexionar sobre el pasado permite comprender y vivir el presente y, sobre todo, asumir el futuro como una ventana de múltiples oportunidades.

En esta etapa se avalúan luces y sombras en el trayecto recorrido, comportamientos de los que nos sentimos orgullosos y de otros no tanto; decisiones que debieron ser tomadas; iniciativas que debieron ser apoyadas o rechazadas; afectos que debieron ser demostrados; apoyos que debieron ser ofrecidos y se buscan respuestas sobre temas radicales de la existencia humana.

Sé que quedan muchas cosas por hacer y desafíos que enfrentar, pero al menos, tengo claridad y decisión sobre estas:

No quiero ser comparsa o quorum; que otros definan mi agenda y prioridades; hacer lo que debo hacer y no lo que quiero hacer; hacer siempre lo “políticamente correcto”.

Tampoco que la prudencia me haga callar lo que tengo que decir; decir si cuando lo que quiero y debo es decir no; pensar que siempre tengo la razón; imponer lo que pienso en vez de defenderlo con prudencia y respeto.

No deseo solo cumplir, en vez de comprometerme; prescindir de lo que me sobra y no de lo que necesito; solo comprender al otro en vez de  aceptarlo y valorarlo como es; estar, sino ser. No solo vivir, sino convivir

Estas son las reflexiones que quiero compartir contigo esta navidad.

Felices fiestas y realizaciones significativas en el nuevo año, pues la vida nos invita a vivirla, en las grandes cosas y también en las pequeñas.

Un fuerte abrazo