Al transcurrir estos últimos decenios, he podido ¨conceptualizar¨ que el quehacer político vernáculo se reviste de un gatopardismo, bajo el predicamento de TRATR DE CAMBIAR LOS PARADIGMAS, SIEMPRE Y CUANDO NADA CAMBIE.
Esos paradigmas, que en ocasiones se convierten en ideologías, se acomodan profusamente a las apetencias de los politicastros clientelares de nuestra nación.
El enclave político-partidario, sólo ha demostrado una sed insaciable de poder, a través de la manipulación de la miseria humana.
El ciudadano común, desprovisto del acceso a una información confiable y objetiva, reacciona al compás de una partitura, que ni entiende ni tampoco asimila; solo se beneficia de ella.
Nuestro acontecer político, preñado de coimas y privilegios, arrastra a todo el estrato social dominicano, SIN NINGUNA DISTINCION.
La gleba votante esta capturada por un sistema clientelar que les da las migajas necesarias para subsistir. Los estratos sociales más afortunados, se nutren de esta miseria emocional, capitalizada a través de prebendas solapadas, otorgadas por el ¨ungido de turno¨.
Esta descomposición social y anómica, ha construido un estamento jurídico e institucional, que esta postrado ante el vaho político imperante.
Como Seol bíblico, vemos como se desintegra la memoria histórica de nuestro país, cónsone con designios foráneos, ajenos a nuestra dominicanidad.
El rescate de nuestros valores patrios debería de ser la consigna electoral preeminente e innegociable, máxime cuando tenemos un estado fallido al doblar de la esquina fronteriza de turno.
Cual plan concebido bajo las sombras de la impunidad, los ciudadanos dominicanos han sido sometidos al despojo de sus creencias tradicionales, que otrora, fueron la inspiración republicana de nuestros padres de la patria.
El sofisma de que ¨debemos acomodarnos a los tiempos¨ impera en nuestras escuelas, hogares, clústeres económicos y gubernamentales.
Este despropósito solo sirve de acicate a las mas aviesas intenciones engendradas en el ámbito político e institucional.
Nuestra patria, necesita escuchar un nuevo discurso político que acepte estas flaquencias citadas, pero que también presente soluciones viables, a muy corto plazo, para evitar el colapso del Estado dominicano, tal y cual lo forjaron los fundadores de nuestra república.
Continuar con el gatopardismo criollo será la lápida sepulcral que yacerá en la fosa del tiempo, en un cementerio preñado de valores, creencias y actitudes reñidas con la moral, el decoro y la transparencia institucional de nuestro país.