La Semana Santa sirve al mundo cristiano para afianzar sus creencias, devociones, fidelidades, compromisos y convicciones. En la República Dominicana, nación cristiana mayoritariamente católica, un gran segmento de la población pasa dicho periodo religioso en playas, ríos, montañas, visitas familiares en recogimiento hogareño o disfrutando de la ciudad sin tapones, pero lamentablemente, con ladrones…!
Muchas familias pasan del estado de placer a un estado de dolor, debido a las imprudencias propias y de terceros, que provocan o causan accidentes de tránsito. Dado el alto número de personas que se desplazan en motocicletas, dicho grupo se ubica en un alto nivel de vulnerabilidad pública. La realidad demuestra, que sobre un 70% de las muertes durante Semana Santa, corresponden a motociclistas. Los motociclistas no respetan, ni las leyes de tránsito ni mucho menos a las autoridades pero tampoco hacen caso a los mensajes de prevención propios de la época.
Lamentablemente, ya la prensa nacional nos trajo la infortunada noticia de que, comenzando la semana, se produjeron once, cuatro de una misma familia en Altamira. Estas muertes producto del manejo desaprensivo, pudieron ser evitadas. Es lamentable, que no aprendemos de la desgracia ajena.
Basado en mi experiencia en prevención, mitigación y respuesta para salvar vidas y proteger propiedades, la mejor forma de lograrlo es si el domingo de resurrección, cuando se regresa del asueto, la naturaleza nos regala un buen aguacero tropical todo el día, ya que los motoristas que desafían los peligros, solo respetan la lluvia. Roguemos que llueva el domingo!!.