Una sociedad que no garantiza niveles mínimos de bienestar, cuyas estructuras han sucumbido a la corrupción de todo tipo y procedencia, razón por la cual aunmás del 40% de su poblaciónsigue viviendo bajo el nivel de pobreza, donde laniñez y juventud es marginada, estereotipada y, muchas veces, perseguida, las mujeres todavía no pueden disfrutar de una serie de derechos que son consustanciales a su dignidad, en la que los referentes sociales distan mucho de ser dignos ejemplos de algo que valga la pena, en la que hay más colmadones y bancas de apuestas por kilómetros cuadrados que bibliotecas públicas, en la que cualquiera te puede sacar una UZI por un pleito de parqueo, seguido de un muy largo etcétera, es una sociedad fracturada, gravemente lesionada, enferma.

La idea decohesión social, relacionada a la interacción entre mecanismos deinclusión/exclusión sociales y las respuestas y percepciones que tiene la ciudadanía frente al modo en quedichos mecanismos operan, pudiera dar algunas luces al respecto. No es otra cosa que el nivel de pertenenciaque se siente en relaciónal conglomerado social en el que se habita. Por supuesto entonces que una sociedad que presenta las características descritas no es una capaz de generar cohesión alguna.

La violencia generalizada, civil y estatal, es un reflejo claro de esta fractura social. Ni los ciudadanos de a pie, ni los que andan en yipetas, ni los ‘representantes del pueblo’, ni siquiera aquellos comprometidos con alguna causa justa, me atrevo a decir que sienten que pertenecen a un proyecto colectivo común, sea cual fuere. Cada quien, asumiendo sus propios riesgos (mayores para algunos), trata de ‘buscársela’ como pueda. Se tienen muchos proyectos personales, muy pocos colectivos.

Es a causa de estamortal enfermedad que el político de turno agiganta descaradamente la nómina pública, generando botellas por doquier, que al funcionario público promedio le importa un bledo hacer bien su trabajo pues de todos modos cobrará un cheque al final de mes,que la mayoríade los que no están en el poder tengan exactamente la misma idea para cuando se diese el caso, y que los que están llamados a corregir y/o sancionar estas distorsiones se hagan los chivos locos. Porque las costumbres van haciendo ley. Porque hoy es por ti y mañana por mí.

¿Cómo no entender que es justamente ese sentimiento de no pertenencia el que crea tal anomia y animadversión social, el caos total?

Algo sí está claro: la cohesión no va a poder ser inducida desde fuera, trayéndose empaquetada; debe tratarse de un proceso participativo que generela confianza y el reconocimiento mutuos, y que se apoye en los intereses y aspiraciones de la comunidad en su conjunto.

Confianza, reconocimiento mutuo, pero sobre todo solidaridad, son los elementos clave que harían falta para subsanar esta fragmentación, para construir de una vez por todas estructuras sociales que permitan canalizar y hacer realidad el desarrollo humano y económico.

Pero me pregunto si en el estado actual de las cosas existiría curapara la enfermedad en cuestión…