Con motivo del día de Duarte releí la historia de nuestros primeros años como país independiente y comprobé que durante los primeros treinta y cuatro años, es decir entre 1844 y 1878, tuvimos un presidente, Buenaventura Báez, que lo fue en cinco diferentes ocasiones, otro, Pedro Santana, en tres ocasiones y un tercero, José María Cabral por dos períodos. El continuismo y la reelección, pues, vienen de muy lejos.

Pero ese afán continuó. Ignacio María González fue presidente dos veces. Cesáreo Guillermo y Alejandro Woss y Gil también por dos períodos. Ulises Heureaux (“Lilís”) fue presidente cinco veces y Horacio Vásquez cuatro veces, dos antes de la ocupación militar norteamericana de 1916 y dos después de ella. Su último afán reeleccionista de principios de 1930 facilitó muchísimo el ascenso al poder de Trujillo, quien duró treinta y un años, el más “continuo” de todos.

Joaquín Balaguer fue presidente durante veinte años (sin incluir su breve presidencia estando Trujillo vivo); Leonel Fernández fue presidente en tres ocasiones para un total de doce años y Danilo Medina está ejerciendo su segundo período de gobierno.

En tiempos modernos solo Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco no optaron por la reelección, influenciados por la ideología anti-reeleccionista de José Francisco Peña Gómez. Un tercer perredeísta, Hipólito Mejía, trató de reelegirse, pero sin éxito.

En fin, que el afán reeleccionista para continuar en el poder ha sido un gran obstáculo para que nuestro país tenga  y mantenga una sana democracia.

Algunos países solucionan el problema prohibiendo terminantemente las reelecciones. Cuatro años y más nunca. Otros establecen lo mismo, pero con un período presidencial más largo de seis años. En Estados Unidos, por el contrario, y sobre todo después de los doce años continuos de Franklin Delano Roosevelt, se puede ir a la reelección desde el poder, pero solo por una vez. En otros se puede optar por la reelección pero solo después de haber transcurrido un período durante el cual el ex presidente está fuera del poder. En tres de estos cuatro casos lo que se busca es evitar ir a una campaña electoral siendo el candidato en ese momento presidente, pues existe el consenso, como lo muestra nuestra historia, que ir a elecciones cuando el candidato ya es presidente le otorga a este ventajas desde el poder difíciles de superar.

Es por esa percepción de la historia y de la actualidad que en más de una ocasión, por televisión y por escrito, hemos abogado porque dentro de dos años ni Danilo Medina, ni Leonel Fernández, ni Hipólito Mejía sean candidatos presidenciales.

Entre los últimos dos gobernaron durante dieciséis años, y el otro llegará a ocho años. ¿Qué iniciativas y programas nuevos podrían ofrecer que el votante no conozca ya? ¿Es que en esos dos partidos no hay otras personalidades con capacidad para ser buenos presidentes? Los temas de la Ley de Partidos y de primarias abiertas o cerradas ¿no se simplifican si ninguno de los tres son candidatos?

¿Es que queremos emular a los presidentes de izquierda bolivarianos de larga estancia, Nicolás Maduro de Venezuela, Daniel Ortega de Nicaragua y Evo Morales de Bolivia?

¿Qué se necesitaría para que los tres acuerden no ser candidato a la presidencia?