Atrapados por el hechizo de la reelección, quienes han ocupado el cargo de Presidente de la República, han terminado convertidos en caricaturas de Joaquín Balaguer.
Después de la muerte de la tiranía trujillista nadie como Balaguer levantó y llevó por más tiempo la antorcha de la ambición política. El taimado caudillo personificó el continuismo en el poder mediante la manipulación de los electores, el uso de los recursos del Estado, la represión y el fraude electoral.
La antítesis de Balaguer fue Juan Bosch, el primer presidente elegido democráticamente después de la tiranía. No obstante, debido al golpe de Estado de 1963, nunca sabremos si hubiera intentado modificar el artículo 123 de su Constitución, para intentar reelegirse en las elecciones de 1966.
Tanto los presidentes que se repostularon como los que no lo hicieron tienen en común el haber convertido su posible reelección en una película de suspense, realizada con el mismo guion balaguerista, en el que prima el desasosiego tanto para la ciudadanía como para los integrantes del partido gobernante.
Cada reelección provoca una profunda confrontación interna en el partido de gobierno. Después de la dictadura, la primera fue la que afectó, en el año 1970, al Partido Reformista, como consecuencia de la reelección de Balaguer.
Augusto Lora fundó el Partido Reformista y le dio el primer turno para la candidatura presidencial, en el 1966, a Balaguer, quien se comprometió a apoyarlo en las elecciones de 1970. Balaguer no cumplió. El engaño era parte de la reelección. El Partido Reformista abandonó al vicepresidente Lora y se fue con la reelección.
El peso del liderazgo de José Francisco Peña Gómez y el principio anti-reeleccionista del Partido Revolucionario Dominicano incidieron para que, a pesar de que la reelección estaba permitida, los presidentes Antonio Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco no se repostularan.
En el 2004 el presidente Hipólito Mejía reformó la Constitución, pero fracasó en su intento de reelegirse. La oposición radical de un sector del PRD, encabezado por su secretario general, incidió en la derrota y el fraccionamiento del partido. El popular líder reconoció públicamente que fue un error el haber intentado reelegirse.
Hasta las elecciones del 2008, en las que el presidente Leonel Fernández se reeligió, el Partido de la Liberación Dominicana estaba considerado como el más disciplinado y mejor organizado de los partidos dominicanos. La frase: “Me venció el Estado”, pronunciada por Danilo Medina después de las primarias, así como la posterior amenaza del poderoso presidente Fernández, de expulsarlo del partido si continuaba sublevado, marcaron el inicio de una descarnada confrontación interna que no tiene otro desenlace que la división.
Al ritmo de tambores de venganza llegó el 2015 y la reelección de Danilo Medina. Una destructiva arma, jamás utilizada en la política dominicana, fue empleada para imponerle la reforma reeleccionista a Leonel Fernández. Se trató de la acusación de un convicto, que como el demoledor ataque japonés a Pearl Harbor, para Leonel Fernández, probablemente, vivirá por siempre en la infamia.
Tomando en consideración los insalvables y peligrosos obstáculos que se interponen en el camino de la reelección, la posibilidad de que el presidente, Danilo Medina, reforme por segunda vez la Carta Sustantiva es tan remota como la de facilitarle a Leonel Fernández volver a ser Presidente de la República.