Recordemos que el 2044, de conformidad con la planificación anunciada en su momento de esplendor por el presidente Leonel Fernández, es la meta para la primera etapa de la actual democracia de poder unipartidario que encabeza el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Como la referida etapa se inició en el 2004, la magna conmemoración de los 40 años consecutivos del PLD en el poder, conforme a la sentencia del forjador para la República Dominicana de este nuevo modelo, deberá celebrarse conjuntamente con los 200 años de nuestra Independencia Nacional.
Todo parece indicar, entonces, que durante el bicentenario de la Independencia Nacional, los dominicanos le rendiremos culto, al mismo tiempo, a los padres de la patria, Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella y a los padres del poder unipartidario peledeista, Leonel Fernández, Danilo Medina, a quien corresponda ocupar la Presidencia de la República en el año 2044.
Sin embargo, es natural que la lucha por el poder, durante un espacio de tiempo tan largo de gobierno, ponga en riesgo la posibilidad de llegar a la extremadamente ambiciosa meta de los actuales líderes del Partido de la Liberación Dominicana. Además, tomemos en cuenta el refrán popular que dice: “Una cosa piensa el burro y otra quien lo va a montar”.
En ese sentido, no conforme con los 16 años consecutivos que cumplirá el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el poder, en el año 2020, entre ellos 14 de gobierno hegemónico, ya se han iniciado los aprestos para reformar la Constitución Política, por segunda vez, con el propósito de perpetuar en el poder al presidente Danilo Medina.
La funesta reelección reaparece cuando todavía están frescos en la memoria de la ciudadanía, y muy particularmente del presidente Leonel Fernández y sus seguidores, los traumáticos acontecimientos que acompañaron la Reforma Constitucional del 13 de junio del 2015, que posibilitó la continuidad en el poder del presidente Medina.
Nunca se olvidará la desgarradora lucha interna del hegemónico PLD, en la que el Estado, al servicio del líder de turno, aplastó al adversario interno, ni el impensable quirinazo, que permanecerá como una mancha indeleble en la historia de las grandes confrontaciones intestinas del partido del profesor Juan Bosch, ni tampoco a los congresistas reunidos en una Asamblea Revisora para, por diversas motivaciones, complacer al César de turno.
No obstante la gravedad de los traumáticos acontecimientos a que hemos hecho referencia, estos serían como un juego de niños para lo que ocurriría en el país, en el improbable caso de que el presidente Medina se embarcara en la peligrosa aventura de reformar, nueva vez, la Carta Sustantiva para eternizarse en poder. Si así lo hiciera provocaría una desgarradora lucha a lo interno de su partido que haría inútil la reforma. La inevitable división llevaría al PLD directo a la derrota. Pero lo más importante, la sociedad saldría a las calles a enfrentar la que sería la Reforma Constitucional más impopular de la historia dominicana.
En fin, un intento reeleccionista del presidente Medina sería un suicidio político que, de todas maneras, no evitaría la derrota del PLD, el 17 de mayo del 2020, ni la concreción de la frase del estadista británico Winston Churchill: “La alternancia fecunda el suelo de la democracia”.