“Un bosque es un ecosistema donde la vegetación predominantemente la constituyen los árboles con una altura de 5 metros o mayor, con una densidad superior al 10% in situ” (Organización para la Agricultura y la Alimentación). Las áreas boscosas del país, han sufrido por muchas décadas, la presión depredadora del hombre, que ha permitido su progresiva degradación, con el patrocinio o indiferencia de las autoridades.
Posterior a la Era de Trujillo, la Organización de Estados Americanos (OEA) realizó su famoso Estudio de la cobertura forestal (OEA, 1967), que estimó la misma en 11.7% del territorio. Este bajo porcentaje de cubierta forestal, se consideró dramáticamente peligroso para el país. La preocupación por la situación, indujo al gobierno de turno (Dr. Joaquín Balaguer), decretar el cierre de los aserraderos y la prohibición de la madera con fines comerciales y otros usos, en 1967. Esta prohibición estuvo vigente hasta 1997, o sea por 30 años y prácticamente hizo al hombre del campo, enemigo del árbol, con el agravante, que no aprendimos nada.
A partir del 1997, se inició un proceso del uso de la madera (especialmente del pino nativo), mediante la técnica del manejo forestal al tiempo que se intensificaron las plantaciones artificiales, incluyendo especies de árboles nativas y no nativas.
La tala ilegal de árboles del bosque seco para la fabricacion de carbon, varas, postes, horcones, así como el corte ilegal de árboles en el bosque húmedo, la agricultura de tumba y quema, los incendios forestales en extensas zonas del pino nativo, unido a la explotación del bosque natural con escasa supervisión, han conducido a la degradación sistemática de los ecosistemas (Estudio sobre la situación de la biodiversidad en la República Dominicana, 2015).
Entonces, los ecosistemas degradados, dan origen a la regeneración natural con especies invasoras y de muy rápido crecimiento, lo cual constituye una amenaza a la biodiversidad.
La tasa de deforestación alcanza un promedio de casi 15 mil hectáreas/año, siendo la tasa de reforestación más baja, donde las autoridades han abandonado la práctica formal de los programas de reforestación con brigadas permanentes (caso de Plan Quisqueya Verde), reduciendo dicha actividad a esporádicas jornadas promocionales hasta en la época de acentuada sequía -como el año pasado-, para dar salida a la producción de plántulas que “envejecen” en los viveros forestales.
Por lo tanto, podemos decir que las discrepancias entre los datos de reducción de la cobertura forestal, reportados por la Global Forest Watch (ver artículo del autor de fecha 7/01/16, acento.com.do), con las cifras publicadas por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, estriba en que el gobierno al no proteger los bosques, no someter a los que trafican ilegalmente con madera y otros productos forestales -prevalece la impunidad-, porque son miembros del partido, los grandes incendios de carácter intencional que ocurren años tras años por falta de prevención, la vegetación secundaria ha venido a sustituir los bosque primarios.
Esa vegetación invasora, crece rápido pero no aporta los servicios ambientales del bosque primario. Como resultado, dicha vegetación aparece en los mapas de cobertura forestal pero sin hacer la función hidrológica y biológica requerida, aunque para los fines mediáticos de las autoridades, hasta los guayabales son incluidos.
Proclamar y procurar créditos en base al cuestionable porcentaje de cobertura forestal, es una falsía, que persigue poner a la población de espalda a sus principales problemas en el sector ambiental, lo cual tarde o temprano afectará la calidad de vida de las presentes y futuras generaciones.