A pesar de que con frecuencia presumimos de ser racionales, somos primariamente emocionales. Por tanto, es común observar planteamientos, mensajes y discursos que apelan a nuestras emociones más arraigadas y producen un mayor impacto que los discursos sustentados en la argumentación racional.

En la historia política del siglo XX, muchos proyectos politicos totalitarios y autoritarios se sustentaron en la apelación emocional. Hoy día, politicos demagogos y comprometidos con gestiones corruptas utilizan las redes sociales como un mecanismo de manipulación emocional.

Así, podemos observar mensajes de tuitts que apelan a la identificación tribal, a la xenofobia o al instinto de conservación para cojseguir adeptos. También, se emplean tuitts para generar falsas idenficaciones con causas que se saben populares, a fin de generar empatía entre una determinada población.

Al mismo tiempo, también se emplean los micromensajes de twitter para distraer la atención de situaciones políticas comprometedoras que acusan a los responsables de la administración pública.

La emergencia de las redes sociales plantea así un desafío intelectual. Como ha planteado correctamente el Dr. Samuel Bonilla en su artículo “Engaño y autoritarismo en 140 caracteres”, siguiendo la línea de pensamiento del linguista de Berkeley George Lakoff, la política contemporánea requiere del análisis de los microdiscursos y sus supuestos ideológicos.

Tal vez, requeriremos de novedosas estrategias discursivas para combatir los nuevos microdiscursos ideológicos en una especie de ágora virtual, mientras seguimos debatiendo en los espacios físicos con las viejas técnicas de análisis para los grandes discursos.