Seguro que han escuchado, al igual que yo, a varios religiosos, incluso de diferentes dogmas y credos, resaltar que “para poder considerarnos buenos pastores debemos oler a ovejas”.
Más allá, su santidad, el papa Francisco, se ha referido en varias ocasiones a los textos bíblicos que reafirman esta creencia. Sin lugar a duda, se trata de una metáfora magnífica que nos trae a la mente que las ovejas recuerdan la voz de su pastor y la siguen porque confían.
Con esto resaltamos la gran responsabilidad que recae sobre los hombres y mujeres que nos hacemos llamar líderes, o que pretendemos serlos, aún sin identificarnos con aquellos a los que presumimos liderar.
Algunos líderes van por el mundo, haciendo gala de sus títulos cuál si fuera una exhibición de potentes ojivas nucleares. Van por los pasillos amenazando con una actitud elegantemente destructiva, disfrazada de palabras rebuscadas, de anécdotas, tan graciosas y pintorescas, como obsoletas, y de palabras llenas de una cordura pretenciosa. Líderes que inflan sus pulmones del aire trapajoso que se desprende de la exhalación de las ovejas aterrorizadas, al enfrentar a aquel que puede deshacer su estabilidad económica, social o psicológica. Es este líder el que ya ha espantado la creatividad grupal. Ese líder que se engrandece cuando las acciones de su ego han extirpado la seguridad de los balidos, que otrora, resonaban seguros, ilusionados y curiosos. Es de esta manera sibilina en la que creen hacerse imprescindibles, mutilando una sucesión a lo interno de la organización.
Otros líderes, los verdaderamente trascendentales, abrazan la vulnerabilidad, dinamitando con conciencia y regocijo, el paradigma del líder omnisapiente, infalible, inequívoco e irrefutable.
Estos líderes surgen tras el fracaso de la imposición de un estilo que ha predominado en los últimos 200 años. Estos líderes habían sido clamados por aquellos colaboradores que mantienen una vida semi normal entre anti ansiolíticos, somníferos y desbalance, que solo cuando emerge el coraje, dejan las palabras de ser un eco de pasillos y comedores a ser parte del lastimoso resultado de una encuesta de clima laboral.
Los líderes de HOY están dispuestos a mezclarse con el rebaño para aprender de ellos, para fortalecer a su equipo sabiendo administrar, con gran arte, los talentos y habilidades individuales y así establecer un vínculo imposible de fingir. Un vínculo que se adquiere “oliendo a ellos” en una absoluta empatía.
El nuevo liderazgo, es un liderazgo de características blandas, en el que predomina un ambiente más cercano, más integrador y más emocional, sin restar carácter y exigencia. Un liderazgo con visión y conductas más orientadas a la identificación, la contención, la sensibilidad y el conocimiento y respeto integral del ser humano. El nuevo liderazgo sirve a sus seguidores con la firme convicción de crear un mundo mejor, superador del que vivimos.
El nuevo liderazgo fomenta la transparencia, la sociabilidad y la integración.
Solo podemos oler a ovejas si ocupamos sus pieles en la cotidianidad, de una manera humilde y con una mente abierta, pero sobre todo con un propósito firme de cambio de paradigma. Es así, como podremos detectar aquello que motiva a nuestros talentos, pero también compartir lo que les molesta o les perturba, volviendo nuestro liderazgo en uno evolutivo en un mundo en constante cambio.
Si quieres alejarte de una expedita obsolescencia, borra los patrones del líder que crees SER y empieza a preguntarte ¿cómo puedes oler a tus ovejas?