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Imágenes del país y algunas de sus gentes
El miércoles venidero, ya lo dijimos, arribaremos a los ochenta y cinco años (85), casi nada, el inicio de la llamada Cuarta Edad, apenas a una quincena del siglo, poco menos que imposible, que me hace recodar a un borracho en Mao que voceaba: “Yo quisiera morirme… “ y cuando le mirábamos asombrados, concluía: “Pero dentro de veinte años y con derecho a prórroga”. Lo empezamos a celebrar exponiendo algunas fotos de homenajes a poetas muertos, de gentes, de imágenes y del paisaje nacional. Iniciando los primeros con Freddy Gatón Arce, cuyas visitas frecuentes al Rancho Amalia eran una tradición, con el inicio de su Poema a Dios. Siguiendo con Franklin Mieses Burgos, en uno de sus raros viajes al interior del país, ya que decía que del “parque Independencia para allá, eso es Cibao”, en una visita inolvidable junto a Freddy Prestol Castillo, Freddy Gatón Arce, Rubén Suro y una retahíla de escritores, la tarja de mármol que lo recuerda, a pesar de que en su ciudad natal no hay ni una calle con su ilustre nombre; amén del paisaje tomado en la carretera del llano y de la loma en el lugar que El Príncipe Fortunato Canaán llamaba las pampas de Montnuá, vulgarmente la sección de Montenegro, o de una playa del nordeste; un recuerdo en Tamboril de su poeta Tomás Hernández Franco; luego la peregrinación patriótica: La presencia de mi hija Maricécili tan compungida, como ha quedado con su muerte junto a sus hermanas, su país, junto a la tumba de Minerva Mirabal; una foto del finado doctor Rafael Ortega González, que falleciera a los 104 años, junto a su esposa Violeta; otra como una tarjeta postal del Rancho Amalia; el momento de destapar una botella de vino tinto para celebrar un cumpleaños; una curiosidad de mi parte: mi estrella en el Parque Duarte de mi capital provincial, y para cerrar poética y bellamente, la presencia hermosa de Sally Rodríguez, la poeta mocana. Todo para materializar la vieja máxima de la revista Look: Una imagen vale por mil palabras.
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Fotografías cibaeñas