Los sistemas alimentarios que deben proporcionar sustento diario a todos los seres humanos del planeta se ven amenazados por la pandemia. Si queremos evitar la que podría ser la peor crisis alimentaria en la historia moderna, necesitamos una cooperación internacional sólida y estratégica de extraordinaria magnitud.
Ya hemos experimentado perturbaciones en las cadenas mundiales de suministro alimentario, escasez de mano de obra y pérdidas de cosechas. En la actualidad, estamos observando demoras en la temporada de siembra. Hay alrededor de 4 500 millones de personas cuyos empleos y medios de vida dependen de los sistemas alimentarios. La pandemia ha puesto en peligro el 35 % del empleo en los sistemas alimentarios, siendo la tasa de repercusión en las mujeres aún mayor.
Juntos podemos, y debemos, limitar los efectos perjudiciales de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición y reconstruir mejor, transformando nuestros sistemas alimentarios para lograr un futuro más resiliente y equitativo.
Desde el principio mismo de la pandemia, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha apoyado a los países y los agricultores para trabajar en la búsqueda de soluciones que contribuyan a garantizar una alimentación nutritiva para todos. Esto constituye la base del FAO COVID-19 Programa de Respuesta y Recuperación.
En primer lugar, necesitamos mejores datos para tomar mejores decisiones. Las respuestas oportunas y efectivas a los efectos de la COVID-19 dependen de saber exactamente dónde y cuándo se requiere apoyo.
En segundo lugar, debemos aumentar drásticamente la sinergia de nuestras acciones colectivas. La crisis de la COVID-19 no solo nos exige que nos unamos, sino también que actuemos al unísono como nunca antes. Se prevé que en 2020 el comercio mundial de mercancías disminuya hasta un 32 %. A diferencia de cualquier otra crisis alimentaria o sanitaria en épocas recientes, los efectos de la COVID-19 están provocando perturbaciones de la oferta y la demanda en los planos nacional, regional y mundial, lo que está dando lugar a riesgos inmediatos y a más largo plazo para la producción y la disponibilidad de alimentos.
Una respuesta alimentaria y agrícola eficaz a la pandemia exige también una acción humanitaria conjunta, en particular para mejorar los medios de vida de los pequeños productores y los agricultores familiares vulnerables. Debemos aumentar de forma cuidadosa y adecuada la colaboración y las asociaciones entre las entidades de las Naciones Unidas y entre estas, el sector privado, la sociedad civil y los agentes locales clave.
En tercer lugar, debemos acelerar la innovación. Las nuevas estrategias de inversión, tecnología digital e innovación de las infraestructuras son esenciales para obtener mejores datos, aumentar la eficiencia en la producción de alimentos y proporcionar acceso a los mercados. A este respecto, existen numerosas soluciones en el sector privado que podrían resultar de gran utilidad a gobiernos y organizaciones internacionales.
La prevención de crisis alimentarias no puede esperar a que finalice la crisis sanitaria, ni podemos pretender simplemente volver a los niveles inaceptables de hambre e inseguridad alimentaria que se registraban antes de la pandemia. La FAO pone a disposición del mundo su poder de convocatoria, datos en tiempo real, sistemas de alerta temprana y conocimientos técnicos especializados. Juntos podemos ayudar a los más vulnerables, prevenir nuevas crisis, aumentar la resiliencia ante las perturbaciones y acelerar la reconstrucción de nuestros sistemas alimentarios.
QU Dongyu, el autor, es el Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura