Llenar vacíos; desocupar espacios físicos y mentales; cambiar de ruta; iniciar y cerrar caminos, todo esto puede parecer ambiguo y quizás un conjunto de cosas contradictorias pero, así es la vida, sintetizada y parafraseando lo expuesto por el filósofo Heráclito, al referirse que la vida es como el agua de río en constante movimiento y que todo aquello que se estanca, por naturaleza perece. Sí, quizás en esto se inspiró la canción que en uno de sus versos dice; “porque somos como río, cada instante nueva el agua”.
Pero, qué pena me da con Don Heráclito de Éfeso, que después de tantos siglos, en este país, sí, el mismo que está ubicado en la misma trayectoria del Sol, su tan conocida teoría de que el fundamento de todo está en el cambio incesante, y que el ente deviene y todo se transforma en un proceso continuo de nacimiento y destrucción al que nada escapa, haya perdido vigencia y que este acontecimiento se ha demostrado en este “paisote”, el mismo donde hemos sido los primeros en tantas cosas, claro, todas al azar y que por esa principalía, un hecho tan importante como este, haya pasado desapercibido.
“Todo fluye y nada dura eternamente y por eso no podemos descender dos veces al mismo rio, pues cuando desciendes al rio por segunda vez, ni el rio ni nosotros somos los mismos”. Vaya usted a ver este desacierto que perduró por tantos años, porque en cuanto a nosotros simplemente… ¡No aplica! Porque cada cuatro años volvemos hacer lo mismo, el mismo matadero y los mismos carniceros en espera de que la teoría del gran filósofo cobre vigencia pero, nada de nada, no se produce cambio alguno.
“Porque la energía en movimiento es vida; porque la energía es positiva cuando fluye; porque las energías estancadas en la persona devienen en enfermedad; porque las energías estancadas en los espacios donde habitamos generan problemas en nuestras vidas; porque el fluir es sinónimo de salud, bienestar y prosperidad”, al parecer no era cierto y el que tenga dudas, que le pregunte al Comité.
Lo cierto es que el hombre es el mismo que crea, hace lo bueno y con el tiempo destruye su obra, quizás aburrido o saciado por la misma costumbre; cada día se consume en sus propios triunfos convirtiéndolos en sus más grandes fracasos. Es tal la borrachera del triunfo, como lo es la resaca de su fracaso y es que el primero los hace creer seres ubicuos, omnipresentes y únicos, mientras el segundo los lleva a la muerte física, moral o profesional.
En esta época notamos como un grupito, asociados en un Comité, se han abrogado el decidir, imponer y hacer lo que les plazca con este país. Escándalos van y vienen y en todos siempre alguno de ellos sale a colación sin que se produzca consecuencia judicial alguna y todo esto, sin que nadie haya votado por ellos pero, no hay autoridad que les ponga freno, quizás porque le temen o se hacen temer.
De esa manera se han hechos dueños desde restaurantes hasta invernaderos. Reales y verdaderos emprendedores en todo tipo de negocios, pasando por el tráfico de influencias en la agricultura, haciéndose dueños y amos de todo lo que implique negocio, sin dejar atrás las playas y complejos turísticos. Es decir, en todo, absolutamente en todo han metido las narices y hasta los pies. Han desplazado por mucho a los comerciantes tradicionales hasta en el negocio de los combustibles y, quizás por eso no hay revisión de esa ley, porque no les conviene y no les interesa.
Los colmados en los barrios son lo más parecido a las estaciones de combustible, una real diarrea pero nadie dispone nada, nadie dice o hace nada, entonces, que siga la fiesta hasta que explote la tambora. ¡Sí señor!