El diccionario de la RAE define el odio como “la antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.”. No hay odio por el sólo hecho de sentir antipatía o rechazo a alguien, también se le debe desear el mal. Odian: lo que le desean el mal a alguien al mismo tiempo que sienten antipatía y rechazó por ese alguien.
Conozco seres que no odian: las mujeres. Cada vez que hablo con mujeres sobre sus prácticas de odio me dicen de forma rotunda y lacónica que no odian a nadie. He oído discursos de lo que debería pasarles a las personas que dichas mujeres no odian, pero cuando al mismo tiempo dicen que no quieren verlo ni verla, además de no desear verlos les desean una situación que si de ella se salvan grandes han de ser las ofrendas que ofrezca cada hombre o cada mujer no odiada a nuestro señor.
Las mujeres que conozco que no odian como lo define la RAE quizás tengan razón cuando dicen que no lo hacen, porque es difícil atribuirse una practica que a pesar de ser definida es difícil decir lo que es. En Facebook existe la practica diaria de censurar a personas por el discurso de odio, pero cuando a Mark Elliot Zuckerberg le preguntaron o le pidieron que definiera que es un discurso de odio dijo que el asunto era muy difícil de definir.
Se conoce más el odio por lo que se dice que por lo que se hace, cualquier discurso que hiera los sentimientos de alguien es odio. Cualquier rechazo a alguien es odio. Si se rechaza a alguien porque no se baña es odio, no por el simple rechazo, sino porque puede desearles al mismo tiempo que se bañe y puede en tal caso estarle deseando un mal.
Entonces pedir al alguien que se bañe cuando no lo hace y al mismo tiempo rechazarlo por no hacerlo es un discurso de odio. Si alguien te propone y hace que comas como única alternativa vegetales, al mismo tiempo que te rechaza por comer carnes, es un discurso de odio, pero es inimaginable que un vegetariano odie, porque pudiéramos decir que come vegetales por su propio interés, su salud, pero se comen vegetales, se es vegano, en defensa de los animales. Esto Anna Freud en su mecanismo de defensa lo colocaría en las racionalizaciones.
Se puede racionalizar el hecho de odiar, se puede explicar por qué odiamos, podemos decir por qué rechazamos y esos nos hace mejores en el odio, que es mejor sólo si razona y podemos practicarlo en nombre de una buena causa. Luchamos en contra del discurso del odio, que no lo podemos definir. Todo es más fácil cuando los que definen las cosas son los que no odian. Estos podrán decir quienes odian y quienes y ellos nunca odiaran porque ellos dicen lo que lo otros son y se excluyen a de la lista.
Deberíamos poder andar como los académicos de Lagado con un trozo de odio en las manos, para enseñar con precisión lo que es el odio, tal como en Macondo se enseñaba lo que era el hielo y la gente iba a conocerlo, pero el odio puede estar en muchos sitios y puede ser muchas cosas y se puede odia en nombre de la impugnación al odio y le puede suceder a los que dicen discursos de rechazo al odio.
El rechazo al odio necesariamente no se manifiesta con el amor como su contrario, el rechazo al odio se puede manifestarse como otros odios distintos a los míos y no como el amor, porque hay personas que a pesar de rechazar el odio no tienen amor.
El odio es tan valido cómo el amor, hay personas que mi odio merecen, pocas, pero lo merecen, y no pregono sobre el rechazo al odio, porque lo que rechazan el odio y nada de amor proponen es porque el odio es su forma natural de ser.