El camino hacia el bienestar es resbaladizo. Para las naciones latinoamericanas ha sido particularmente tramposo. Con demasiada frecuencia hemos pretendido comprar el desarrollo, en vez de cultivarlo. Más fácil es recibir el producto listo que gestarlo y parirlo nueve meses después con sudor y sangre.
Hemos dado entrada a potencias extranjeras y a sus representantes como si el desarrollo se obtuviera por ósmosis o imitación. Como si tener a esos sujetos blancos del norte o de Europa en nuestras tierras produciría riquezas por contagio. Las produjo para unos pocos, cómplices que decidieron cambiar la dignidad de su gente por papel moneda y tierras.
No crítico el intercambio, sino el "Complejo de Guacanagarix" de la cúpula del poder que busca lavarse la piel para llenarse los bolsillos con el capital extranjero que viene a aprovecharse de las desigualdades del subdesarrollo. Si algo han mostrado los Wikileaks es que, todavía hoy, nuestros funcionarios deben más explicaciones a embajadores extranjeros que a los votantes que de poder los invisten y pagan sus salarios.
Hemos sido tontos o ingenuos al creer que el desarrollo se compra o se vende. Algunos han alimentado la ilusión por conveniencia.
Importamos con gran eficacia las más nuevas tecnologías móviles, los smartphones son un artículo de primera necesidad. Están presentes en nuestro país las boutiques más exclusivas. Tenemos tantos automóviles de lujo como cualquier megalópolis.
Nuestra universidad estatal cuenta con una biblioteca con pisos de mármol y aire acondicionado central, pero sus estudiantes no tienen la costumbre de leer. La UASD no tiene aulas suficientes. Las que hay están superpobladas y mal equipadas. Buena parte de sus profesores no tienen la formación necesaria, sino que son elegidos por favoritismos disfrazados de concurso.
El nuevo parqueo universitario, según el rector de la institución, Mateo Aquino Febrillet, es para que la familia uasdiana pueda decir con orgullo que esa institución se encamina al progreso. Notemos que en tiempos recientes se reincide en asociar la palabra progreso con obras poco costo-efectivas. El mencionado parqueo tuvo un costo muy superior a los mil millones inicialmente declarados. En contraste, los laboratorios de investigación de la UASD están limitados en equipo y recursos. Todavía hoy hay profesores obligados a impartir clases al aire libre. La riqueza de los pocos está en los muros, no en la calidad universitaria.
Las grandes capitales del mundo tienen grandes editoras. Este año celebró su centenario la más grande de las casas de edición de Francia: Gallimard. Las estaciones que se encuentran en los alrededores de la editora se han vestido de literatura: escritores nos devuelven la mirada desde los afiches del metro. Cartas y textos manuscritos se han puesto en exhibición. Los dominicanos no contamos con grandes editoras porque no hay demanda. Las librerías tradicionales quiebran.
En el metro de París un gran porcentaje de los viajeros aprovechan el trayecto para enterrar los ojos en algún libro. El hábito de lectura en los países desarrollados precede la invención del tren metropolitano. Nosotros ya hemos traído el Metro, pero nos hemos olvidado el hábito que cura complejos y cultiva desarrollo.