República Dominicana se bate en medio de una sarta de ficciones y medias verdades que son expresión de un saber impune y subjetivo. Fábulas que se filtran por los medios de comunicación, redes sociales y tertulias, donde el catastrofismo campea a sus anchas. Un manto de fantasías y trivialidades cubre la verdad objetiva de las cosas. Parodiando los premios Nobel, Miguel Ángel Asturias, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, en esta isla de merengue, bachata, azúcar y alcohol vivimos en “realismo mágico”.
Es realismo mágico que críticos de la vida pública, en su vida privada, asumen malas conductas que reinventan los siete pecados capitales o los crímenes de Jack El Destripador. Policías que por arte de magia, descubren puntos de drogas y caen como “héroes” batiéndose en justicia. Comerciantes críticos de gobiernos pero que son beneficiarios de históricas opalescencias públicas. Juristas que velan por la ley, pero que prosperan en las brechas oscuras del sistema de justicia. Médicos favorecidos de que la gente se enferme para recomendar tratamientos curativos de sus cuentas bancarias. Hombres maltratadores de sus familias que niegan el machismo y la violencia de género.
En nuestro caso, pretenden vivir en realismo mágico también los que para hacer lo que les venga en gana, afirman que la planificación es innecesaria, entendiéndola como una filosofía aérea y espuria reducida a vaticinar en bola de cristal lo que debe hacerse a futuro. A estos operarios lo que les da ingreso económico y ventaja política es apagar fuegos, resolver crisis y afrontar sin planificación, los problemas del municipio y la nación. Muy pocos ministros o alcaldes vuelven a consultar los planes estratégicos que ellos han concertados.
La relación entre la “acción y la anticipación” se expresa en el vínculo de los planes operativos y los planes estratégicos territoriales. Hablamos de planificar estratégicamente el futuro de abajo hasta arriba, proyectando la ciudad deseada, creando una reciprocidad inteligente entre la visión estratégica y la planificación operativa del presente.
En el contexto de formulación nuevo Plan Estratégico de Santiago al año 2030 debemos releer estos conceptos y herramientas para impulsar del desarrollo sostenible de Santiago. No tan sólo para apagar los fuegos expresión de nuestro realismo mágico, si no para evitar que surjan nuevos incendios.
Sabemos que en la historia de la ciencia, la acción operativa, precede a la planificación. Cuando surge históricamente la planificación es porque el inmediatismo se agota. Esto es todavía más valido en la creación y origen de las ciudades. El surgimiento de las ciudades antecede a la ciencia para asegurar su mejor diseño, la planificación urbana. Sabemos que el “urbanismo” germina primero en el siglo XIX y luego brota la planificación urbana de largo alcance. Pero es en los años 80 del siglo XX, en Barcelona y San Francisco, cuando florece la planificación estratégica urbana.
El caos que genera el constante accionar y la producción masiva de productos, es lo que conduce al ingeniero norteamericano Frederick Taylor, a formular las bases de la administración científica. Una disciplina que incluye la planificación, y otras categorías como la dirección, la organización, el control y la gestión de los recursos humanos involucrados en el proceso.
Frederick Taylor (Filadelfia) junto Henry Fayol (Estambul) son los científicos que generan una auténtica reflexión sobre los procedimientos que debe organizar la acción y en su caso, la producción, para asegurar el desarrollo organizado de las empresas. Ellos permiten entender la lógica de las tres E: Eficiencia, Eficacia y Efectividad. Eficiencia (cantidad de productos por unidad de tiempo); Eficacia (costo y recursos vinculados a la buena generación de esos productos) y Efectividad (impacto de los productos en el mercado).
En consecuencia, la planificación es un concepto que se muda de la administración de la producción industrial a la gestión estratégica de las ciudades. La planificación estratégica territorial resume las tres E. Permite generar eficiencia pues debe lograr la mayor cantidad de victorias rápidas (acupunturas) y proyectos estructurantes, en el menor tiempo posible. Producir eficacia, pues al menor costo y con recursos humanos críticos, pueden ejecutarse acciones urbanas exitosas. Finalmente, incitar a la efectividad, pues los proyectos deben generar impacto en la ciudadanía.
Se conoce que sintetizadas por estos científicos y otros precursores, las ciencias de la administración y una de sus principales categorías, la planificación, se convierte en una herramienta interdisciplinaria de trabajo. A finales del siglo XIX se comienzan a utilizar estas disciplinas en el urbanismo. El urbanismo y la planificación fueron procesos influidos significativamente por la revolución industrial que se expandió en Europa en el siglo XIX.
Cuando en 1867 el catalán Ildefonso Cerdá escribe su clásico “Teoría General de la Urbanización”, se concentra visionariamente en el desarrollo de las ciudades, pero no en las metodologías para la planificación del desarrollo de las ciudades. Esa no era su visión en su libro de 831 páginas donde no aparece la palabra, ni el concepto de planificación. Es la dinámica urbana de la ciudad industrial que estimula la aparición de la planificación urbana.
En Santiago, las acciones operativas en este municipio y ciudad, se vinieron haciendo sin planificación hasta que en el año 2002 surgió el Plan Estratégico de Desarrollo de Santiago. En el Ayuntamiento existía un presupuesto pero este no se alineaba a la visión y las estrategias de ciudad. Tampoco habían planes operativos de acción. Hoy, la Alcaldía de Santiago, diversos órganos locales como Coraasan, las sectoriales del gobierno, las academias y la sociedad civil tienen a su favor, 20 años de éxitos y errores en planificación estratégica. Estos valiosos antecedentes terminarán de superar el realismo mágico de la planificación santiaguera y se van a expresar para bien en el próximo Plan Estratégico Santiago 2030 que estamos formulando entre todas y todos. En la otra seguimos.