Bolaño no es Paz, ay pero si lo fuera. Hay desde siempre cierto placer impúdico, cierto morbo, en loar los extremos al mismo tiempo. Esto es completamente normal porque el hombre, todopoderoso, creador del cielo y su dios, se sitúa por encima del cielo (como con el pobre Gonzalo Ruiz de Toledo) y desde allí contempla al mundo, dictando de cada cosa lo bueno y lo malo. El buen Belano es un ejemplo vivo del disfrute de estos placeres. 

El buen Belano se dejó crear un movimiento donde pudiera ser el Byron Dean de la literatura. Partiendo de esta, indudablemente cómoda, postura se burlaba del establishment pero en su obra destrozaba a cabalidad toda experimentación. 

“La belleza construida en el presente con justificaciones seniles ha nacido irremediablemente muerta, y se encuentra en un ambiente de farándula burguesa que la convierte en un objeto meramente suntuario. Esa belleza se ha asfixiado entre sus numerosos adornos: extensas disertaciones sobre la pureza de las formas, teorías sobre el color o las palabras “buenas” y “malas” que nada tienen que ver con el ser humano, innumerable panegíricos para los artistas vacuos, ediciones de poesía limitada con la firma del autor en cada ejemplar, cultismo confuso con información tan libresca que las computadores se mueren de envidia.” Dicen los infrarrealistas. 

Dicen también; “Esta es la gravedad de nuestro siglo: LA GENTE ESTÁ ENFERMA DE CORDURA Y SENSATEZ.” Y tanto que lo está que los textos, en las grandes obras, del infrarrealismo se apesta un fanatismo nato por la norma, una mezcla sistemática y formal del modernismo y el barroquismo, del dada y el romanticismo. 

Pero no se culpe a nadie de la aparente incoherencia. El Infrarrealismo es un movimiento de escritores aunque no es precisamente un movimiento literario, es lo que ahora se llama “un estilo de vida.” Por otro lado la deliciosa oposición entre la creación y la vida en los infrarrealistas plantea una marcada inflexión ante los preceptos de su manifiesto. Cualquiera que pretenda nombrar de error la inconexión de estos dos ejes, lo hace porque no ve el plano completo; no tiene la calidad supradivina de nuestro buen Doménikos Theotokópoulos. 

“Nuestros parientes más cercanos: los francotiradores, los llaneros solitarios que asolan los cafés de chinos de Latinoamérica, los destazados en supermarkets, en sus tremendas disyuntivas individuo-colectividad; la impotencia de la acción y la búsqueda (a niveles individuales o bien enfangados en contradicciones estéticas) de la acción poética.”