Desde que nos hemos dedicado a escribir esta columna semanal lo hemos hecho siempre, o casi siempre, desde alguna ciudad fuera de la República Dominicana. En alguna que otra ocasión lo hemos hecho estando en Santo Domingo como esta vez y nos sorprendemos de cómo va creciendo y desarrollándose la capital.

Como de costumbre hemos quedado con amigos arquitectos y urbanistas, de aquellos con los que nos formamos durante nuestros años universitarios, y como es natural hablamos de la ciudad, desde lo humano a lo divino.

El enfoque de algunos de estos amigos es en pos de más y mejor arquitectura;  el enfoque de otros es de un mejor urbanismo como contenedor de buena arquitectura. ¿Pero esto qué quiere decir?, ¿Son enfoques diferentes los  que plantean estos compañeros de oficio y ejercicio?  Creemos que no. Desde nuestro punto de vista – y naturalmente desde el punto de vista de cualquiera que se siente a pensarlo-  la buena arquitectura solo tiene cabida en el contexto de un buen urbanismo y a eso se referían unos y otros con sus enfoques.

Lo que nos hemos encontrado

Después de año y medio lejos de la realidad nacional y del acontecer urbano, nos hemos encontrado con una ciudad aún más distante de la ciudad deseada. Sigue siendo una ciudad sin alternativa para el peatón ni la bicicleta, con unos niveles de desorden en el tránsito y el transporte público – metro aparte-  que no nos dejan otra escapatoria que encerrarnos en nuestras burbujas móviles climatizadas y diseñadas para todo terreno. Si a esto le agregamos que los niveles de delincuencia, nos han llevado a sospechar hasta de la sombra que nos sigue, la cosa se torna bastante desalentadora.

Gazcue, Ensanche Lugo y La Primavera yo no existen, o por lo menos como lo conocíamos hace 15 o 10 años y más allá de un de colmadón, La calle del Conde, con su Baluarte empañetado, da más miedo que vergüenza y La Zona de noche todavía asusta.

El Boulevard de la 27 se quedó trabado junto con los sueños de un PLD Bochista del año 96 y el paseo de las estrellas de la Churchill nunca brilló.

Aún nos queda El Mirador          

Por suerte además de los nuevos malls, plazas y centros comerciales (todos suntuosos y algunos hasta bien diseñados) nos queda un poco del mirador, para soñar en verde, con un eje que atraviese todo el DN y que conecte con el Faro y más allá. Un eje que sirviera para caminar y que incluyera carriles bicis y al malecón.

Esto sería lo ideal pero lo suyo, aparte de soñar utopías, sería respetar las aceras como itinerarios peatonales y no como accesos rodados para las torres del polígono central o del gran Santo Domingo; torres que por demás se tragan una sección de vía diseñada para viviendas unifamiliares.

¿Entonces que pasa?

Pero ¿ Si es tan obvio el cómo se deben hacer las cosas a nivel urbano, para que no se produzcan estos desaciertos de cambios de usos y coexistencias de unos con otros – colmadones VS viviendas, aceras VS rampas de accesos de vehículo porque no se toman medidas? Unos de mis compañeros, urbanista por demás, me contestó: “…El coste político es tan grande que no se atreven a cambiar ciertas cosas que les resten cientos de votos…”

Todo pasa por unos votos que si se pierden hacen que el gestor de turno no pueda disfrutar de las ventajas del cargo y  de la facultad de acomodar a los compañeros en los carguitos.

En el momento de estas reflexiones, con un par de cafés como testigos, confirmamos que la realidad y la fantasía, van por caminos distintos y que el trabajo de quienes ejercen el oficio, es intentar hacer que confluyan por el mismo sendero….pero cómo convencer de que con una buena gestión global los votos igual no se perderían…