Se ha sentido muy fuerte la voz de la población requiriendo actuaciones responsables de las actuales autoridades frente a los desmanes de pasados gobiernos. Reaccionaron los acusados y los que se sintieron aludidos. Estas reacciones, además de desatinadas, han pretendido endilgarle la autoría de las movilizaciones populares a sectores que nada han tenido que ver con ellas. Hasta ahora, han sido incapaces de desarticular las movilizaciones.
Cuando la iniciativa cívica fue tomando fuerzas, logrando descuajar las voluntades adormecidas por años de decepciones y abusos del poder público, no se dieron cuenta de la verdadera naturaleza del fenómeno. Apostaron al desinterés, la mentira y a la desidia generalizada. Per luego al darse cuenta de las dimensiones de la movilizacion indiganda, reaccionaron con desesperación.
Las reacciones fueron tanto físicas como verbales. Mientras algunos se constituyeron en paleros y agredieron físicamente a manifestantes pacíficos, otros lanzaron frases insultantes, catalogando las marchas nacionales de tontas y sin sentido. Amenazaron con lanzar a las calles las bases del partido de gobierno (como si esto produjera algun tipo de temor).
En estas respuestas, ha quedado clara la desconexión total que padece el peledeísmo con la realidad nacional. Han sido torpes tratando de señalar a ciertos partidos políticos como responsables de las movilizaciones. Hubiese sido conveniente para ellos que así fuera, y de esa manera individualizar liderazgo e iniciar acciones políticas directas con contrincantes conocidos. No siendo así la realidad, sólo han logrado acrecentar la indignación y el descontento reinante en el país.
Por otro lado, aunque el gobierno ha confirmado el borrón y cuenta nueva como política oficial (no sé quien pensó que podría ser distinto), al menos no ha parecido desafiante ante las movilizaciones, evitando atizar el fuego del descontento generalizado. Luego de años de gobierno del gran “conceptualizador”, nos tenemos que preguntar si fue a él que le fallo la conceptualización.