“Hay que cruzar el río palpando las piedras"
(Proverbio chino)
Cautela, planificación, gradualidad, inteligencia. Son virtudes cardinales que viene bien que prevalezcan más que antes a la hora y en la hora de activar la apertura, el intento tímido de establecer una nueva normalidad. La extremar el cuido: por parte de las autoridades, las familias y por cada uno en particular se vuelve un imperativo categórico. Más que antes el tigre anda suelto y su apetito no es menor. Por eso, cada paso o medida en dirección al retorno a una normalidad, la que sea, entraña mayor exposición al riesgo.
La gestión de este riesgo es tarea mayúscula de cada uno en particular, y de las familias. La autoridad y las empresas, cada quien en su ámbito, tienen responsabilidades de gravedad no menor estableciendo políticas y protocolos propiciadores de la cultura del cuido y la seguridad de los individuos y de la sociedad.
A ciencia cierta, para la apertura, no hay buenas prácticas qué emular. Todo está en curso. Hay estrategias de reapertura cuya implementación están en sus estados iniciales. Se pone la mirada en lo que está pasando en países de Asia y Europa. También en los Estados Unidos y, particularmente, en Nueva York. Eso sí, todo mundo con la mecha de la curiosidad prendida a ver cómo les va, rogándole a los santos cosecha de buenos resultados. Esto es cuestión de ciencia más que de actitud voluntariosa. Lo mejor es que cada paso tenga como fundamento sólido, punto de partida, evidencias de efectividad de las medidas de contención de la pandemia.
¿Cómo se está dando la desescalada del confinamiento social? Quede establecido que reabrir es más difícil que cerrar. Intentar la nueva normalidad es cosa de andar a tientas. Con actitud de practicante, pero sin inventar. A prueba y error. En modo experimentación. A sabiendas de que esto cogió al mundo y a todo mundo en condición socrática de tabula rasa. De “sólo sé que no sé nada”. Nadie ha salido ya. No hay aquello lecciones aprendidas. En mayor medida, la reapertura se da accionando razonablemente y a ver qué pasa. Con disposición de hacer aprendizaje pues hay mucho que salvar. Hay que intentar siendo cautos en extremo. Con riendas tensadas entre la racionalidad que demandan la seguridad y la vida individual, por un lado; y la necesidad de la sobrevivencia, por el otro.
Otros lo están haciendo y hay cosas que aprender
China. La información que se tiene es que empezó a hacerlo a partir de los resultados de estabilización del número de contagios a un nivel muy bajo. ¡Ojo!; he aquí el criterio de buena práctica para iniciar la reapertura. En enero, los chinos impusieron estrictas políticas sanitarias y de aislamiento social que, por supuesto, el gobierno hizo cumplir a rajatablas. Pronto, mediados de febrero, con resultados de contención en mano, empezó un proceso gradual y secuenciado de reapertura. Priorizó sectores esenciales: industrias específicas, regiones y grupos de población basados en evaluaciones continuas de riesgos. Concomitantemente, hicieron provecho de la digitalización, del big data y de la tecnología para respaldar el seguimiento de contactos. Hicieron pruebas a gran escala y usaron aplicaciones móviles realizaron rastreo rápido para la detección de nuevos contagios. Impusieron restricciones de movimientos y otras medidas de control sobre las personas infectadas y sus contactos. Hasta la actualidad, van bien; que se sepa, no hay segunda ola de infecciones. Siguen cautelosos; saben que es temprano todavía para cantar victoria. Honran el proverbio encarnado en su cultura. No se pierden en eso de cruzar el río atentando las piedras.
Corea. La pandemia les invadió desde lo más temprano de la ola. Los coreanos, que saben de afanes y faenas de la guerra y siempre están alerta y preparados, se tomaron la cosa muy en serio, Gobierno y Sociedad, y respondieron al desafío con contundencia e impecable organización. Definieron la estrategia, adoptaron las medidas y las hicieron cumplir de manera integral y sin contemplaciones. Tomaron pruebas a gran escala, impusieron aislamiento obligatorio de casos detectados y en riesgo, y aplicaron digitalización y tecnología para el rastreo de contactos. Cerraron escuelas e instalaciones públicas. Impartieron orientación integral sobre distanciamiento social y medidas de cuarentena para viajeros. Una nota distintiva de su estrategia es que no hicieron restricción amplia de la movilidad doméstica ni de la actividad empresarial.
En la actualidad y siempre cautelosos, los coreanos están reiniciando actividades que fueron restringidas de forma gradual e inversamente proporcional al retroceso que se va dando en el distanciamiento social. Han hecho una transición del Quédate en casa como imperativo general venido del alto gobierno a unas pautas menos restrictivas que en gran medida descansan en el libre albedrío y confían a cada ciudadano la decisión y la responsabilidad del cuido propio y el respeto a los demás. Un paso de la defensa inducida por la coerción al aseguramiento de lo mismo y vuelta a una normalización con base en una ética y cultura individual. Que cada uno, en uso de la racionalidad, practique la “distancia social diaria” quedándose en casa cuando se sienta enfermo. Que por convicción y por de defensa propia y la de los demás, cada quien gestione la distancia personal, sus prácticas frecuentes de higiene personal (lavado de manos), el correcto uso de las mascarillas, la ventilación regular de espacios interiores.
Los coreanos van bien en los resultados. En medio de todo, incluso, se dieron el lujo de celebrar elecciones nacionales en voto directo con resultado memorable. Hoy en día las relaciones sociales y el desenvolvimiento económico están en marcha.
Europa, reapertura gradual. Europa son muchos. Varios, están en los inicios de un proceso de apertura gradual de la actividad. ¿En qué momento? ¿Con base a qué criterios? ¿Priorizando qué sectores? ¿Con qué secuencia? ¿A qué ritmo? Estas son las cuestiones. Tienen claridad en que la salida debe ser planificada. Unos países (Dinamarca, Noruega) empezaron reabriendo escuelas y servicios menores. Otros (España), levantando restricciones en las industrias, en la construcción, en las Pymes y en comercio minorista. Alemania inició lo propio levantando restricciones en tiendas minoristas, reabriendo con cautela y sujeto a evaluación de resultados las escuelas primarias, tiendas e industria, según situación de las regiones. El caso Suecia es particular: nunca cerró completamente la actividad. Menos cauteloso parece ser el proceso de reapertura de Italia, que saben bien por carne propia de la rudeza del ataque del Covid-19, de la urgencia que impone la economía y de la asfixia que todo esto significa para las relaciones sociales. En sus respectivas estrategias, todos los países europeos tienen por común denominador la aplicación, en mayor o menor intensidad, de medidas de salud y de mantenimiento del adecuado distanciamiento social para mitigar el riesgo de una nueva ola de contagio.
En NY, USA. En Estados Unidos la reapertura está en marcha en velocidad e intensidad diferenciada entre los estados y en el interior de los estados. Asimismo fue el cierre, y también los impactos causados. Aunque el duelo es igual a todos. En general, en mayor o menor medida, están en marchas los aprestos para reabrir. Con mayor impulsividad en unos casos; con mayor inteligencia, mesura y prudencia en otros. Nueva York, que tanto importa a todos, por múltiples motivos, ocupa el centro de mira. A ver cómo lo hacen; a ver qué bien les va. Un mar de dedos cruzados. Como haciendo honor a lo que muchos dicen que es. Especie de centro del mundo. Especie de corazón global.
Como todo en USA, es fascinante el despliegue de data de inteligencia que se aprecia detrás de la estrategia. Envidia de la buena da. Es exhibición de buena práctica de toma de decisiones basada en evidencias. Lo que se refleja en los criterios estructurantes de la estrategia para abrir, y hacerse de una nueva normalidad que, sin embargo, nadie sabe qué ni cómo.
La reapertura en el estado de NY se materializará gradualmente de acuerdo con el mérito de cumplimiento de criterios en las diez regiones integrantes del territorio. Saben el inmenso sacrificio que ha costado hasta ahora todo esto en términos de vidas humanas, riqueza, empleos, desarrollo social y otros activos. Mucho de todo se ha ido a pique. Poco a poco reabrirán las regiones, empezando por las menos a las más aglomeradas, y dependiendo del cumplimiento con siete métricas muy precisas que indican capacidad para desescalar el confinamiento con seguridad y menor riesgo.
La apertura avanzará en la medida en que se verifiquen en cada región en particular y de forma sostenida, promedios móviles simples de tres días incluidos: i) disminución de las hospitalizaciones totales, ii) disminución de las muertes hasta cinco casos o menos, iii) disminución de nuevas hospitalizaciones: a menos de 2 por cada cien mil residentes, iv) capacidad de cama de hospital: al menos 30% de sus camas disponibles, v) capacidad de camas de cuidados intensivos: al menos 30% de las camas de UCI disponibles, vi) capacidad de prueba de diagnóstico diarias: promediar 30 pruebas de diagnóstico por cada 1 mil residentes, y mostrar capacidad de sostener esa marca al menos por 30 días, y vii) capacidad de seguimiento de contactos: cumplir con un número de rastreadores de contacto conforme a umbral establecido. Claramente, será un desescalamiento inteligente; no a la gallinita ciega.
En fin. Poco, más o menos: todos hemos perdido. En todo el mundo, a todos nos es común la estela de un duelo que es global. Y todos pasamos por especie de sicosis fácil de comprender que nos vuelve locos por salir. Los estrategas y los líderes razonables se mueven en una zona marcada un imperativo doble: la vuelta a una nueva normalidad casada con la máxima de cruzar el río a tientas. Con atrevimiento pero con mucho ojo, por aquello de que que hay almas que salvar. En todo caso importan las inteligencias en que se basan las respectivas estrategias. Y los criterios y protocolos bien trazados, también.