Las grandes dificultades de una nación pueden generar un sentimiento de frustración colectiva; pero así como sucede en lo individual ante los embates de la vida, en lo nacional los resultados exitosos, se constituyen en un necesario equilibrio, en un verdadero estímulo.
Es cierto, la República Dominicana se encuentra entre los últimos lugares en el mundo en calidad de la educación; pero junto a las acciones que se preparan para superar ese gran escollo, hay casos del presente y el pasado que marcan otra auspiciosa ruta.
Llegar como campeones invictos al Clásico Mundial de Béisbol, cuya cuarta edición se inicia hoy, es esa otra auspiciosa ruta.
Hay también en lo académico. El Dr. Antoliano Peralta Romero en este mismo periódico nos puso al tanto de la proeza de la Dra. Elsie Taveras Benavides, quien hizo historia al ser la primera latinoamericana nombrada profesora de Pediatría de la Universidad de Harvard, además de directora del Departamento de Pediatría del Massachusetts General Hospital de la misma universidad. Y que como muy bien lo explicara Antoliano, ha llevado a su padre (Erasmo), madre (Joaquina), familiares, y de seguro al país a sentirse más que orgullosos de esa brillante profesional dominicana. Pero en Julio de 2013 fue notica la graduación en Harvard de una dominicana en la trascendental especialidad de Neurociencia Cognitiva, se trata de la Dra. Pamela Michelle Rosario Pérez.
Debemos recordar que el Dr. Juan Manuel Taveras Rodríguez graduado primero en el 1943 en la entonces Universidad de Santo Domingo alcanzó a ser en Harvard Profesor Emérito en Neuroradiologia. Si nos remontamos aún más atrás en el tiempo encontraremos a Pedro Henríquez Ureña como profesor visitante de Harvard, hoy la más prestigiosa universidad del mundo.
Lo dicho tanto en lo deportivo como en lo académico demuestra que es posible esa otra auspiciosa ruta.
En los tiempos del Plan Decenal de Educación en cuanto histórico proceso de transformación educativa se consideraban como relevantes las “experiencias educativas exitosas”, en el interés de identificar, aún en las más extremas precariedades, casos como fue entonces la Escuela Divina Providencia en Consuelo, San Pedro de Macorís, y estudiar-para replicarlas- las causas que explican esa extraña excelencia, a procurarse tanto en lo institucional como en lo individual en su proyección a la colectividad.
La comparación o la competencia si bien demuestran las profundas debilidades o taras de una nación, también pueden presentar esa otra ruta auspiciosa de la excelencia a la que debemos aspirar y por lo cual hay que trabajar arduamente. País, niñas, niños y jóvenes, puede ser otra la historia.