Las relaciones de vecindad históricamente han estado expuestas a la generación de controversias entre los colindantes, ha sido así entre los individuos como entre los Estados, quienes en ocasión de sus intereses y la defensa de los mismos pueden ocasionar situaciones que den al traste con las políticas de buena vecindad entre ellos. Múltiples suelen ser las causas que generen dichos conflictos, tales como cuestiones territoriales, económicas, militares, políticas, comerciales, entre otras.
La Republica Dominicana y la Republica de Haití, quienes comparten las Isla de La Hispaniola, son un ejemplo de lo que acabamos de afirmar, pues en sus relaciones bilaterales, las cuales fomentan la buena vecindad entre ellos, se han generado diversos conflictos que tienen sus orígenes en diferendos políticos, fronterizos, comerciales, políticos, y al día de hoy se conoce de un nuevo diferendo que tiene sus orígenes en la explotación o aprovechamiento de recursos hídricos que comparten.
A nadie debe extrañar que el aprovechamiento de las aguas subterráneas y superficiales sean las causantes de diferendos entre los Estados, en tanto la importancia estratégica del recurso natural agua, vital para la vida de los individuos, que componen el elemento humanos de los Estados.
Para destacar la importancia estratégica del recurso agua, creo oportuno señalar que a pesar de la abundancia del agua en nuestro planeta, solo un porcentaje muy ínfimo, el 3% de dicho recurso resulta ser agua dulce, es decir aquella que la humanidad puede aprovechar para la satisfacción de sus necesidades (supervivencia, agricultura, industrias y servicios), por lo que el 97 % de las aguas existentes en el planeta no son aptas para el consumo humano, y del 3% de aguas dulce el 2% se encuentra en los glaciares y los bancos de hielo polares. Así las cosas, no es muy difícil concluir que ese recurso natural y de vital importancia, resulta ser un recurso escaso y de alta demanda para la población, tampoco nos resultará difícil comprender las razones por las que se señala que la próxima guerra mundial tendrá sus orígenes por el recurso agua.
Es en el contexto anterior que hay que ubicar el incipiente diferendo dominico haitiano, generado por la decisión del gobierno haitiano de construir un canal que desvíe las aguas del rio Masacre hacia la región de Ouanaminthe (Juana Méndez), para irrigar su agricultura, lo que es vital para seguridad alimentaria de ese Estado. Esta experiencia aunque novedosa para las relaciones bilaterales entre ambos Estados, no lo es en otros confines del mundo, pues las aguas compartidas han venido generando conflictos desde tiempo inmemorables, de tal suerte que se señala que un tratado entre Lagash y Umma, Sumeria, celebrado 2 500 anos A.C., para poner fin a una controversia sobre el agua a lo largo del rio Tigris fuera el primer tratado de la historia.
La crispación características de sectores haitiano-fóbicos han llegado a proponer acciones tan descabelladas como la de “llevar los tanques a las frontera y hacerlos sonar”, o represar las aguas del rio en nuestro territorio para impedir que llegue a territorio haitiano, no obstante lo delicada de la situación hay que considerar que situaciones como estas lejos de causar conflictos pueden generar cooperación.
Si bien es cierto que en los últimos 150 años se generaron 37 controversias que implicaron acciones de violencias entre Estados, hay también que consignar que en ese mismo periodo se firmaron 150 tratados para poner fin a divergencias. En el informe del Programa de las Nciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sobre Desarrollo Humano del 2006 Mas allá de la escasez: poder, pobreza y crisis mundial del agua, se consignó que de 145 acuerdos sobre los recursos hídricos transfronterizos, 57 (39%) versaron sobre energía hidroeléctrica, 53 (37%) lo fueron sobre aprovechamiento del agua, 13 (9%) sobre control de inundaciones, 9 (6%) asignación industrial, 6 (4%) sobre navegación, 6 (4%) contaminación, y 1 (1%) sobre pesca.
La Republica Dominicana y la Republica de Haití tienen una oportunidad de oro para hacer de la necesidad de compartir el agua un mecanismo de cooperación y no de conflicto, enconados enemigos han negociados tratados para normar las aguas compartidas, tratados que han sido honrados pese a la continuidad de conflictos generados entre ellos por otros temas. Más aun, la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos de la navegación de 1997 es el marco adecuado para abordar el diferendo, por cuanto dicho instrumento internacional se centra en la gestión de los recursos hídricos compartidos, y establece dos principios básicos para guiar la conducta de los estados en lo atinente con las agua compartidas, a saber: la utilización equitativa y razonable y la obligación de no causar daños significativos a los vecinos.
El gobierno dominicano, quien ha formulado y aplica una política exterior hacia Haití que promueve la cooperación y la solidaridad entre ambos pueblos, hace bien en optar por la negociación directa como mecanismo de solución de nuestros diferendos. Promover un plan de manejo binacional de la cuenca hidrográfica del Masacre, que prevea la reforestación de las aéreas de influencias de dicho caudal acuífero, vendría además a complementar los acuerdos arribados por los mandatarios de ambos países para la construcción de hospitales del lado haitiano de la frontera, asi como la documentación de los nacionales haitianos que residen en la Republica Dominicana.