Existe un adiestramiento influido en el conocimiento científico que nos permite diseñar objetos que nos sirven para vivir.
Un principio del diseño es la creación de objetos que nos son útiles. Porque una condición para la obra de arte es su inutilidad material, con escasas excepciones como la arquitectura.
Hay una forma de creación tecnológica que tiene su origen en las necesidades de la comunicación, como artefactos que son al mismo tiempo parte de la estructura física, instrumentos, y que también sirven como elementos de comunicación cuando la obra es de arte.
Como el pensamiento de aquel polaco que fue investigador del arte y la estética:
“El arte es una actividad humana consciente capaz de reproducir cosas, construir formas, o expresar una experiencia, si el producto de esta reproducción, construcción, o expresión puede deleitar, emocionar o producir un choque”.
Ya en el siglo XVIII hablaba el sacerdote Dubos, en sus reflexiones críticas sobre la poesía y la pintura, de que “la estética no viene dada por la razón, sino por los sentimientos. El arte conmueve, llega al espíritu de una forma más directa e inmediata que el conocimiento racional”.
“El arte es una actividad humana consciente capaz de reproducir cosas, construir formas, o expresar una experiencia, si el producto de esta reproducción, construcción, o expresión puede deleitar, emocionar o producir un choque”
Podríamos establecer el contraste con el caso de aquel ruso revolucionario que en la primera década del siglo XX formulara su estética materialista en la que rechazaba la individualidad del artista ajeno a la sociedad.
Lo que Walter Benjamin llamaría después como la “dialéctica de la modernidad”. Benjamin, establecía en 1936 el reconocimiento de una época de “reproductibilidad técnica” en que las nuevas formas de reproducción industrial hicieron variar el concepto que existía hasta entonces.
Así, se concebía un arte que, por las mismas posibilidades de reproducción, perdía su carácter de objeto único, lo que afectaba la obra al perder su condición, hasta entonces, mítica.
Así, podemos citar las palabras de aquel pensador del siglo XVIII:
“El arte es la reconciliación entre voluntad y conciencia, entre objeto y sujeto, alcanzando un estado de contemplación…El arte habla en el idioma de la intuición, no de la reflexión”.