“dictaduras son todos los gobiernos que de modo no excepcional

sino permanente desconocen la división de poderes,

de modo que el Legislativo y el Judicial son integrados al Ejecutivo.”

Fernando Mires

En una fábula de Tomás de Iriarte mientras dos conejos discutían si acaso eran galgos o podencos les cayó encima la jauría y acabó con ellos. Muchos, incluidas muchas personas de buena voluntad, parecen andar como esos conejos de la fábula, sobrevolando el ambiente, la crisis o las crisis del sistema de partidos y/o del sistema político.  Por eso, y pensando que aun cuando el malo fuera malo, el bueno no era tal, no hace muchos días escribimos en esta misma columna que los errores en política se pagan siempre y se pagan caro.

Hoy ya se puede escribir sin ningún asomo de duda que estamos frente a un nuevo sistema de partidos que no se explica por el surgimiento de nuevos proyectos políticos, ni por el abrazo de nuevas opciones ideológicas: sin querer hacer superficial el debate, habrá que reconocerle a Francisco de Quevedo su lugar inspirador en la política por aquello de “poderoso caballero don dinero”.

El sistema político, especialmente en lo referido a las formas en que se relacionan los poderes del Estado, ha dejado claro para todo el que tenga ojos para ver que ha entrado a una nueva dimensión. Un reacomodamiento que también ocupará –espero- la preocupación de todo aquel que, libre de algún empleíto o asesoría, haga funcionar sus neuronas y ponga a la Ciencia Política dominicana no sólo a describir, también a explicar y a potenciar su carácter predictivo (ojalá no sólo referido a cuestiones electorales).

Si hay algo de acierto en lo que digo, tendremos que estar de acuerdo en que lo ocurrido ha sido muy fuerte. Parece, además, que se seguirán repitiendo situaciones como las que han llevado a este momento y que profundizarán una crisis que ya es estructural.

No parece necesario cerrar el tema con adjetivos, entre otras cosas porque estos se están agotando, pero los resultados no se han debido,  definitivamente a un exceso de pragmatismo. A Maquiavelo también hay que leerlo con el periódico del día cerca.

El parto, y creo no exagerar, es un nuevo sistema político que sólo podría seguir siendo democrático o más democrático si tuviera al menos, un Poder Judicial independiente, especialmente en sus órganos responsables de investigar (los expertos pueden comparar: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4350410 ).

Entre los asuntos que deben llamar la atención de cientistas políticos, es que ante una situación nueva, y esta lo es, no se puede seguir insistiendo en respuestas ‘viejas’ como los ofertones que quieren parecer ‘programas de gobierno’.

El escenario está absolutamente copado de política y habrá que desear que sea de la buena por su eficacia y por su ética. Hablo de Política con mayúsculas, no de cruzadas morales pues las acciones deben parecerse lo menos posible a una vigilia.

Pocas cosas han quedado igual en la política dominicana, especialmente respecto al peso que tiene la cultura política, pero es claro que la sentencia terrible de que “lo peor de las dictaduras es que no terminan nunca” hace urgente una reflexión tranquila y sobre todo exenta de triunfalismo y que trate de encontrar explicaciones y remedios para algunas evidencias preocupantes del proceso en desarrollo.

He insistido en la historia pero se persiste en no tomarla en cuenta. Con todos los aportes teóricos hechos sobre las transiciones democráticas hay que comenzar a mirarse y a mirar el pasado reciente. No estaría demás releer a O’Donell y su “Democracia Delegativa” anotando al margen que los procesos de democratización no tienen una secuencia invariable: “liberalización, elecciones libres, consolidación por los partidos políticos”. Tampoco debe olvidarse, como plantea Guillermo Mira, “que la clave estaba en las estrategia de las élites (militares y civiles) para negociar la transición”.

El mismo autor trata en ese trabajo de 2010 la situación de República Dominicana como estudio de caso.   Refiriéndose a 1978 cita a Jacqueline Jiménez Polanco: “El espaldarazo de la Internacional Socialista a la candidatura de Antonio Guzmán se sumó a las presiones del gobierno norteamericano de Jimmy Carter, para impedir las maniobras continuistas de Balaguer y favorecer el ascenso al poder del candidato del PRD…”.

Estas referencias que pueden resultar cansadoras y hasta extemporáneas se justifican porque referirse al triunfo de Antonio Guzmán vale como arenga pero no ayudan, y no sólo porque la historia no se repite, también porque intentar repetirla puede resultar un esfuerzo innecesario e inútil.

Por ejemplo, y si alguien no se ha dado cuenta tendrá que virar el ‘chip’: las elecciones de 2016 no serán competitivas y en esto no vale darle candela a la Junta Central Electoral. Las elecciones de 2016 no cumplirán con varias de las funciones que les asigna, por ejemplo, Dieter Nohlen. El proceso eleccionario llevará a su máxima expresión la intención de que sean legitimadoras del proceso político en desarrollo dejando la posibilidad de elegir reducida a la de reelegir. Y, repito, en las condiciones actuales la posibilidad de cambio se ve más lejana que la que proponen los ‘spot’ electorales.

Otra cuestión verdaderamente llamativa, que nos conduce a revisar los pasos del largo intento por transitar de un régimen dictatorial a un régimen democrático, son los silencios que por su intensidad nos hacen parecer sordos. Las iglesias, las jerarquías religiosas no han dicho hasta ahora nada, absolutamente nada, tampoco sus organismos pastorales, las asociaciones de laicos, etc. Seguiremos esperando una “Carta pastoral”, que ojalá inicie con Mateo 20,25.

Salvo las excepciones de algunas organizaciones sociales que se encuentran en pleno descubrimiento de la política, pareciera que los avances (y los retrocesos) democráticos no importan mucho a la sociedad organizada.

El silencio empresarial frente a los cambios políticos y a como éstos se hicieron, explica de manera muy didáctica por qué la economía “crece” y la pobreza también, por qué los reclamos por una economía competitiva en realidad lo que buscan es mantener el “Gasto Tributario” y compartir los ‘beneficios’ del control y la influencia en el Estado de la élite que ya ha dado pruebas suficientes de no ser democrática. ¿Habrá que rogar por una nueva edición de “Empresarios en conflicto”?

Finalmente, entre los políticos está ahora la posibilidad de diferenciarse. Hay pactos que un político democrático no puede ni firmar ni mucho menos cumplir. El silencio y la pasividad no le vienen bien a una situación como la que se ha creado, en la que también tienen un lugar los  entusiastas quienes desde el inicio del proceso debieran haber observado que a alguien se le fue la mano. Unos y otros debieran estar conscientes de que el deterioro de la democracia y la depreciación de la política los van a liquidar igual.

“Lo necesario y lo posible, las alternativas y los liderazgos sólo van a surgir cuando quienes tienen la responsabilidad hagan una correcta lectura de la crisis.” (Acento, 8 de enero de 2014)