«La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando» dicen que dijo Churchill. El estadista inglés quería decir que la democracia no es perfecta. Sin embargo, de esta frase se deduce, frecuentemente, que la democracia es ideal, una vez se alcanza la democracia, no hay nada más que hacer sino dormirse en los laureles. Esta interpretación me parece peligrosa. Sobre todo en países como el nuestro.

En nuestro país, democracia equivale exclusivamente a votación: si votamos, vivimos en democracia, eso pensamos. Nada más falso. Las elecciones son una condición para la democracia, pero distan mucho de ser la principal. Rousseau, por ejemplo, argumentaba que las condiciones fundamentales  de la democracia son dos: que los ciudadanos no se limiten a elegir candidatos sino que participen activamente en el debate de asuntos vitales para la sociedad; y que a la hora de votar, los ciudadanos lo hagan guiados por la razón y no por la pasión. Que no cumplimos con ninguna de estas condiciones no precisa demostración.

Si no cumplimos con las principales, tampoco con otras condiciones: garantía de una real separación de poderes, de una justicia y un congreso independientes; garantía de igualdad entre los diferentes candidatos (igual presencia en los medios de comunicación, igual monto de financiamiento público…); mecanismos de protección del ciudadano contra el abuso de cualquiera de los poderes del estado o de sus representantes, medios de presión de los ciudadanos contra los gobernantes ineficaces o que violan sus promesas electorales… Podríamos continuar, la lista es larga…Lamentablemente, el único derecho del dominicano es elegir cada cuatro años candidatos tan malo o peores que los actuales. Dicho de otra manera, elegir a los que violarán sus derechos, durante los próximos cuatro años.

Si creemos que nuestra democracia es desarrollada y saludable, que ha alcanzado su madurez, cuando en realidad está atrofiada y enferma, cuando es inmadura, corremos un gran riesgo: el de creer, erróneamente, que la democracia no resuelve los problemas que debería resolver y añorar o idealizar o desear otras formas de gobierno, las mismas que Churchill consideraba peores. Este riesgo es real. En nuestro país se manifiesta cada vez con mayor fuerza el deseo de una dictadura. Consideremos la cantidad de dominicanos que dicen querer el retorno de un Trujillo, que están de acuerdo que la policía les “dé pa’bajo” a los delincuentes, que a los presos no se les dé de comer o dónde defecar o que se les hacine aun más, entre otras insensateces. Estos pobres ignorantes no se dan cuenta de que no hace falta instaurar una dictadura sino exigir la dictadura de la ley, de que la ley se aplique a todos por igual. De que no hace falta una policía que “dé pa’bajo” sino una que sea incorruptible y cumpla con su trabajo. Que no hace falta cárceles inmundas sino jueces que no suelten los delincuentes como si nada…Lamentablemente, para la mayoría de los dominicanos es inconcebible que la democracia dominicana evolucione, que sea mejor que la que tenemos ahora. Y con el paso del tiempo, será cada vez más difícil que creamos que esa alternativa es posible…

Muchos dominicanos dicen querer una dictadura, sin darse cuenta de que prácticamente viven en una. El partido de gobierno lo controla todo: la justicia, el congreso, la prensa. El partido de gobierno ha destruido a los otros dos, creando un vacío que él mismo ya ha llenado (“El poder aborrece el vacío”, dice el dicho) Y los partidos emergentes, creo, no pasarán de serlo, al menos no por ahora, dado que la JCE, en lugar de darles también millones como hace con los partidos tradicionales, les arroja algunas monedas, en el mejor de los casos. Los partidos emergentes legitiman, a su pesar, al partido oficialista: dan visos de democráticas a unas elecciones que, en las actuales condiciones, no ganarán por ahora. Es decir, vivir en una cuasi-dictadura, no ha resuelto los problemas de la corrupción, la impunidad, la violencia, la delincuencia. Soluciones a las que los dominicanos tienen legítimo derecho.

Etienne de la Boëtie, ese pensador político que se adelantó cinco siglos a nuestro tiempo, contaba entre los tiranos a “los que obtienen el poder por el favor popular”. Nada más cierto. En Alemania, por ejemplo, Hitler ascendió al poder gracias al poder de negociación que le dieron los 14 millones de votos que recibió en las elecciones de 1933 (un 44 por ciento de los votos). Consecuencias de esta elección: setenta millones de muertos. Lúgubre ejemplo de las consecuencias de votar sin pensar: Las barbaridades de las que Hitler seria capaz estaban ya contenidas en Mein Kampf, libro publicado diez años antes y vendido a más de un cuarto de millón de alemanes. Nadie podía alegar ignorancia.

Los ilusos que crean que la nuestra es una democracia de verdad, que se respondan a sí mismos: ¿Por qué si los dominicanos aborrecen de la corrupción, nuestra justicia no ha mandado al primer político corrupto a la cárcel?¿Por qué nuestros legisladores, a pesar de todas nuestras quejas, legislan únicamente en su propio beneficio?¿Por que nuestros presidentes solo cumplen sus promesas cuando les da la gana y nada podemos contra ellos si no lo hacen?

¿Tiene ese callejón democrático alguna salida? Sí: la política no partidaria, la desobediencia civil, el fortalecimiento de la sociedad civil. “Ningún problema se resuelve en el mismo nivel que fue creado”, dijo Einstein. Me parece evidente que los problemas creados por los partidos políticos – corrupción, impunidad, criminalidad – no puede ser resuelto por los partidos políticos. Quien lo ponga en duda que recuerde esta frase, cuyo autor no recuerdo: “Echar un voto esperando que los políticos cambien algo es como tirarle un pedazo de carne a un tigre – o a un tíguere, o a un león – esperando que se vuelva vegetariano”.

Recuerdo con satisfacción el pavor de los políticos, cuando hace algunos años un puñado de muchachos prendieron en las aceras algunos cientos de velitas pidiendo que se respondiera ante la justicia por la tronera fiscal. La reputición del responsable, a pesar de que buscó los apoyos más inverosímiles, resultó permanente y gravemente dañada. Los funcionarios temblaron. Los legisladores hasta prometieron eliminar barrilitos y cofrecitos (Desconozco si cumplieron sus promesas). Imaginemos si las protestas pacíficas se extendieran a un porcentaje importante de la población.

Recuerdo con pesar que tan hermoso movimiento desapareció tan rápidamente como había surgido.

Habrá quien haya calificado a esos “apandillados” de idealistas. Puede ser. Pero es preferible prender velas frente a FUNGLODE que hacerlo frente al féretro de la democracia o a las víctimas de una dictadura sanguinaria.